Magisterio paralelo en el Opus Dei: sobre la religiosidad popular.- Doserra
Fecha Monday, 17 December 2007
Tema 125. Iglesia y Opus Dei


Magisterio paralelo en el Opus Dei: sobre la religiosidad y piedad populares – Doserra

 

Copio a continuación el guión n. 20 de la serie de guiones doctrinales de actualidad. En él aparecen afirmaciones atinadas. Pero adolece de ese análisis y discernimiento que la Iglesia ha realizado para distinguir las manifestaciones populares de una fe cristiana –que denomina piedad popular- y las expresiones populares de un sentimiento religioso que no presupone fe cristiana, que suelen denominarse como religiosidad popular.

 

Bien les vendría leerse el Directorio sobre piedad popular y liturgia. Principios y orientaciones, que publicó en 2002 la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos.

 

Saludos cordiales,

 

Doserra



Ref. avH 10/70                                     nº 20

SOBRE ALGUNAS MANIFESTACIONES DE DEVOCIÓN

1.  Como expresión de piedad profunda, bien arraigada en la fe de Jesucristo y en las enseñanzas de la Iglesia, el pueblo cristiano ha sabido siempre rodear el culto a Dios, a Jesucristo, a la Santísima Virgen y a los Santos de manifestaciones sencillas pero elocuentes. Así, desde los orígenes mismos de la Iglesia ha sido costumbre adornar con flores los altares y las imágenes santas, encender velas y lámparas votivas delante de las representaciones sagradas, implorando de la Virgen y de los Santos su intercesión ante Dios, agradeciendo los beneficios recibidos, etc.

2.  Actualmente, sin embargo, como una muestra más de esa mentalidad tan difundida que tiende a desacralizar la vida de los hombres hasta en sus más pequeñas manifestaciones, algunos rechazan estas piadosas costumbres del pueblo cristiano, que consideran propias de un cristianismo infantil que no estaría en consonancia con la madurez alcanzada por el hombre de nuestro tiempo. Algunos afirman incluso que esas manifestaciones están basadas en una consideración mágica de la religión, propia de épocas primitivas, que es preciso superar para librar a la persona humana de todas las alienaciones.

3.  Ante esta triste realidad, hemos de recordar que la fe sincera lleva necesariamente a manifestaciones concretas de piedad, colectivas o personales, populares o solemnes, que tienen una profunda razón de ser, humana y divina. Costumbres piadosas del pueblo cristiano, que nos han transmitido nuestros mayores en la intimidad del hogar y en el seno de la Iglesia. Junto a la piedad de niños y doctrina de teólogos, hemos de tener la fe candida de la última viejecita, que suspira de amor en un rincón de una iglesia, o que enciende con mano temblorosa una candela delante de una imagen de Nuestra Señora.

4.       Estos detalles de piedad son manifestación de amor y veneración a Dios Nuestro Señor, a Jesucristo, a la Virgen Nuestra Madre y a los Santos, y se han vivido en la Iglesia desde los tiempos más antiguos. Ya los primeros cristianos alumbraban con profusión de luces las salas donde se celebraba la Eucaristía (cfr. Act. XX, 7-8), y gustaban de encender,  sobre los sepulcros de los mártires, lamparillas de aceite hasta que se consumían. Adornaba las basílicas y capillas de los mártires con variedad de flores -elogia San Jerónimo a un buen sacerdote- ramaje de arboles y pámpanos de vides, de suerte que todo lo que agradaba en la Iglesia, ya fuera por su orden  o por su gracia, era testimonio del trabajo y fervor del presbítero (San Jerónimo, Epist, 60, l2). Son manifestaciones de culto -actos externos de la virtud de la religión- muy congruentes con la naturaleza humana, que necesita de las cosas sensibles para dirigirse a Dios y expresarle adecuadamente sus necesidades y deseos. También en la vida pública de las naciones se dan -y cada día con más abundancia- ceremonias y manifestaciones externas, que a nadie se le ocurre repudiar. En casi todos los países una ofrenda de flores sirve para expresar a- fecto o recibir dignamente a una persona.

5. Las flores a los pies de una imagen o sobre un altar, las lámparas encendidas ante el Sagrario, o ante una imagen de la Virgen o de algún Santo, que se consumen poco a poco, en silen- ció, en adoración de amor a Dios, son detalles de culto al alcance de todos, aun de las familias más pobres, que pueden de este modo manifestar su fe y su agradecimiento al Señor por los do nes recibidos. Nosotros seguiremos cuidándolos del modo tradicional en la Obra, porque facilitan el ejercicio de la vida de piedad y son como despertadores que estimulan nuestra entrega. Jesucristo pasará por alto con más facilidad las flaquezas de aquellas personas que ponen cuidado al ocuparse de sus oratorios, y que demuestran con hechos sencillos y elocuentes su fe y su vida cristiana.

 

 

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