En respuesta a una carta de Jacinto Choza.- Zartan
Fecha Wednesday, 05 December 2007
Tema 020. Irse de la Obra


Querido Jacinto,

ahora acabo de leer tu escrito sobre el “¿Porqué uno puede estar tanto tiempo en el Opus Dei?” (recomiendo leerlo antes de seguir). Me ha emocionado tu sencillez y me ha impresionado la lucidez de tu análisis. Déjame que te conteste ahora a pesar de que han pasado años de tu escrito y de que físicamente estamos lejos (por eso te escribo fuerte, para que me oigas a pesar de la distancia). Ya me conoces y conoces mi entorno, sabes que yo también (sin ser un choziano, que es un término muy feo) me fui en los 90 después de haber pasado dos décadas y media intentando sacar adelante la obra con todas mis fuerzas.

No soy un filósofo, ya sabes que mi mundo es el técnico, por lo que a mi no se me rompió nada en el cerebro como a ti. Mi ruptura –que fue incluso más radical que la tuya- pero fue en el corazón o en el estómago. Yo, siendo un ser primitivo, quedé “esnortao” no por los escritos de Juan Pablo II, sino porque mis “hermanos” mataron poco a poco los elementos que me hacían permanecer dentro. Lo mío fue una ruptura continuada a lo largo del tiempo. Voy a relatarte el proceso para que veas otra razón de esa tardanza, es distinta a la tuya y –a la vez- perfectamente la misma. Te recuerdo, tal como creo que quedó claro en la entrañable conversación que mantuvimos (tengo como testigo al señor marqués de Riscal), que sigo queriendo la obra en lo que mantiene de ideales fundacionales, que pienso que S.Josemaría es santo y que le tengo un cariño enorme a D. Alvaro, de quien pienso que es mas santo todavía. Por favor, no se enfaden conmigo, respeten mis sentimientos aunque no sean coincidentes con los de ustedes (Jacinto, esta última frase bien sabes que no es para ti, se que me respetas y me quieres como yo a ti) y a los que les moleste lo que he dicho tengan en cuenta que no soy un intelectual, sean condescendientes con el pobre ignorante-pragmático, déjenme equivocarme si eso me hace feliz...



Cuando yo me apunté a la organización, mis razones o mis ideales eran los siguientes: ser santo, darle la vuelta a la tierra como a un calcetín, poner a Dios en todas la actividades de mi vida y de los demás, querer de verdad a mis hermanos y a todos los hombres porque todos son hijos de Dios… y todo eso siguiendo una vida totalmente laical y sin salirme de mi sitio, en el trabajo ordinario y … bueno, creo que los lectores tienen la película clara y no necesitan más detalles. Precioso y entusiasmante todo ¿verdad? (Lo sigo pensando y pido perdón si molesto a alguien).

Casi inmediatamente después de haber escrito la carta empezó la ruptura al enterarme que me acababa de inscribir en un instituto secular. Yo, que no podía aguantar a monjas y frailes … acababa de ingresar en la categoría de fraile camuflado. Había una monja a la que si se le podía aguantar lo que quisiera, era una profesora de mis hermanas, la madre Ana Josefa, y eso porque era realmente guapa. Pero, bueno, eso del instituto secular era una cosa transitoria, tonterías del derecho, lo importante era el espíritu y –sobre todo- seguir luchando por conseguir los ideales que me habían movido a escribir la carta. Eso si era lo importante. Más adelante llegó el tema de los votos y nuevo conflicto entre lo que me habían dicho y lo que estaba viviendo. Y nuevamente quitas importancia a ese punto y sigues luchando para conseguir tus ideales, total los votos son privados y temporales… lo más importante es lo otro.

Tarde o temprano te das cuenta de que todos los hombres son iguales… pero unos más que otros y que tampoco cuadra eso que de cien nos interesan cien. Con la famosa frase “está previsto que…” te hacen restar a esos cien los que no cumplen ciertas condiciones. Y de nuevo cedes diciéndote que lo importante es lo otro. Un día me entero de que uno de mis hermanos ha pedido la admisión como agregado y te quedas marcando ocupado al no entender la razón. Él quería ser numerario (y todavía no sé qué condiciones no tendría para serlo) pero los directores le dicen que nones, que agregado. Alguien le habrá aplicado el numerarímetro o el agregómetro y –sin lugar a dudas- se ve que desde toda la eternidad él tenía que ser agregado. No es que pensara que los numerarios eran más que los agregados, al contrario siempre había pensado que eran mucho mas heroicos los agr. Lo que me molestaba es que el capricho de un director era mas fuerte que lo que pensaba el propio interesado. Pero lo importante es lo demás y hay que seguir sin armar ruido porque el problema es mi falta de inteligencia, mi falta de generosidad, mi negativo espíritu crítico. Lógicamente unos años después mi hermano (otro cernícalo-sentimental como yo) reventó, en realidad no era lo suyo y ya lo había dicho desde el primer momento. Pedí a mi director ir a estar con él pero fue inútil, los de su centro lo sabrían cuidar mejor que yo. Añadí que el tema de vocación lo viera con sus directores, que yo lo único que quería era darle cariño y fue peor: lo que yo tenía que hacer era –por teléfono- insistirle en que fuera fiel y nada mas. Y yo, por intentar seguir luchando por todo lo restante, así lo hice: todavía tengo una oreja mas plana que la otra de tanto teléfono, pero no fui a estar junto a mi “dos veces hermano” cuando me necesitó.

Cuando llegó mi turno él si vino a ayudarme, no le he dado las gracias nunca pero se lo he agradecido en mi interior desde ese momento. Él no me trató como yo hice con él. Menos mal. La vuelta al calcetín resulta que no incluía el tema social porque “está previsto que nosotros…” Y cedes en otra cosa porque lo importante es el resto. Y así van pasando los años y como Giovanni Drogo del Deserto dei Tartari, continuas a luchar con todas tus fuerzas… mientras vas adormeciendo uno a uno tus ideales precisamente para poder seguir luchando por tus ideales, paradoja divertida que creo fue la vida mía y de muchos mas. Seguro que un día podrás derrotar a los tártaros, lo importante no es esto o lo otro, lo importante es el resto y empiezas a actuar como si lo importante fuese seguir dentro de la fortaleza. Y, como en el libro de Buzzati, la fortaleza empieza a ser fin y no medio, la burocracia adormece el impulso inicial, las personas modelan la aplicación del espíritu según sus puntos de vista y según sus gustos.

Ustedes los bien pensantes seguro que pueden escribir mejor lo que acabo de decir, lo importante es que yo haya trasmitido mi idea y que la hayáis captado. Pero llega un día en el que –tal vez por casualidad y si no llega te puedes quedar hasta el fin de los tiempos- se te pide otro adormecimiento más y te enfrentas con algo que ya no puedes justificar en base a salvar el resto. En mi caso fue ver que hay cosas que Dios perdona y la obra no, a pesar de que todos los escritos que había leído del fundador decían lo contrario, a pesar que lo que yo había aprendido directamente de los mayores, a pesar de todo… la burocracia había tomado la delantera, lo importante era el castillo por encima de las personas, la forma, las apariencias. Ese fue el momento en el que me salió del alma el grito de “no era esto”.

Después empecé a pasarlo mal, si era coherente tenía que marcharme de lo que había sido mi casa por casi un cuarto de siglo y no quería abandonar tantas ilusiones, alegrías, luchas. Así que hice un nuevo esfuerzo por decir que no pasaba nada y que lo importante era todo lo demás y –visto que no tenía ya fuerzas para hacerlo yo solo, como otras veces- acudí a mis hermanos, a los que vivían en mi centro… pero resultó que todos estaban muy ocupados en tareas muy importantes y ninguno podía dedicarme cinco minutos. Eso sí, las normas lo primero.

Fueron unos meses de soledad intensa donde vi que a esos hermanos más mayores les importaba más mi puntualidad al rezo de las preces que mi hígado como dices tú. Yo no era un numerario sino un número. Y algo se rompió dentro de mi, me “esnorté”. Lo demás fue un trámite acompañado de más o menos presión externa, pero ya tenía claro lo que tenía que hacer. Se acabó, había que dar vuelta a la página, volver a los primeros ideales aunque limitándolos a siete personas en lugar de a todo el mundo, seguir intentando tratar a Dios y ser santo en la vida ordinaria…

Un amigo mío, inglés, decía que Dios tiene especial misericordia con los tontos, los niños y los ingleses. Yo debo de haber entrado en la primera categoría y a la grande porque todos los días toco esa misericordia y tú la has visto. Bien lo dices en tu última frase “Y llegué a la conclusión que el Dios en el que creo es un Dios magnífico, que a los que le han servido, luego les paga con tías, y con unas tías imponentes.” En mi caso también con un familia encantadora, como tú has podido ver, además de esa mujer que me ha dado la oportunidad de seguir luchando por aquellos ideales sin necesidad de hacer reservas mentales ni de estar preocupado por el castillo.

Jacinto, esa profecía tuya de la que me siento beneficiario, bien vale otro marqués de Riscal.

Un abrazo
Zartan







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