Gamberradas. Cuando las hormonas están alteradas.- Supo
Fecha Wednesday, 05 December 2007
Tema 090. Espiritualidad y ascética


Gamberradas

Cuando las hormonas están alteradas

Es lógico que jovencitos de 15 años hagan alguna que otra gamberrada, porque incluso los santos tienen defectos, que explicarían en el libro aquel.

El asunto es que estábamos en un curso anual que se realizaba en una escuela familiar agraria. Las habitaciones eran para tres personas, porque dos es algo peligroso por el exceso de testosterona. En la habitación estábamos, pues, tres jóvenes. Yo era el mayor en edad y dentro de la Obra. De hecho era el adscrito mayor de toda nuestra delegación, que abarcaba varias provincias. Al segundo también le conocía de otro curso anual anterior y el tercero era un recién pitado de una de las provincias de la delegación y que por tanto ni nos conocía mucho, ni le conocíamos mucho. Es más, no le conocíamos, pero el pobre tenía todo el candor y la bondad de un niño de 14 años que quiere ser un buen numerario y no había roto un plato en su vida. Supongo que como yo mismo...



Se me ocurrió gastarle una broma. Cuando el más joven se fue al baño para limpiarse los dientes y demás menesteres nocturnos, le comenté al otro, rompiendo el tiempo de la noche:

- Vamos a gastar una broma a XX. Mira, cuando llegue, estamos rezando las tres avemarías de rodillas con los brazos en cruz y en cada palma un libro. Primero lo haces tú, y después lo hago yo. Como se sorprenderá, le explicamos que el primer miércoles (el día que fuera) de cada mes hay que hacer un poco más de mortificación y añadir los libros a los brazos en cruz.

Mi compañero estuvo de acuerdo. Esperamos a oír sus pasos por el pasillo para colocarse uno y que lo viese nada más entrar. Después de rezar las tres avemarías, seguiría yo. Así lo hicimos, con la consiguiente sorpresa del recién pitado.

- ¿Qué hacéis?

- ¿No sabes que los primeros miércoles de cada mes hay que ponerse libros en las palmas de las manos?

- No.

- Pues ya lo sabes.

Y el tipo, buenísima persona, se arrodilló y colocó los libros en los brazos y rezó las tres avemarías.

Cuando acabó, le desvelamos la broma. Lo que me pude reír. Todavía hoy lo recuerdo. De lo que me he olvidado es de los nombres de los otros dos participantes y de si me hicieron una corrección fraterna. ¡Me hicieron tantas y algunas por tales tonterías! Si alguno de los dos se acuerda de esta "gamberrada" (en fin pequeña, seguro que en la web las hay mucho más fuertes o picantes), y lee esto, que sepa que le pido perdón, sobre todo al "embromado".

En fin, me ha venido a la memoria después de tanto tiempo leyendo en esta página que todos entramos sin saber todo el plan de vida y todo lo que había que hacer para ser un numerario virtuoso y santo. Esta anécdota demuestra que le puedes colar una nueva "norma" a un joven con deseos de ser numerario santo y virtuoso. La santidad es algo más que cumpli-miento me enseñaron, pero el día que dejaba de hacer una norma por motivos de trabajo... menuda bronca. De hecho, un numerario me dijo que debía haber dejado de trabajar (en una cadena de producción) para hacer las normas. Desde luego no lo hice.

Terminaré con otra anécdota personal que demuestra que también algunos directores en algunos momentos tienen algo de lucidez personal. Esta anécdota viene motivada por lo escrito el miércoles pasado por Otaluto sobre Jacinto Choza

El asunto es que estaba de campamento en el monte, en una sierra ubicada en los límites de la delegación. Además, de tener que ir a un curso anual había que acudir a alguna otra actividad de verano para hacer apostolado. Total, que en verano, casi no veía a mis padres (lo cual dicho sea de paso, me parecía bien pues en el fondo aunque seas numerario tienes las hormonas revolucionadas y una pizca de rebeldia contra tus padres, que a algunos les llevó a pitar, por cierto).

Vayamos con la anécdota. Estaba en el campamento y nos teníamos que "duchar" en el río, es decir, que lo del agua fría ya venía de por sí. Pero un día fui a una de las duchas de los vestuarios y me duché con agua caliente. Realmente lo necesitaba (no sé si por el olor, que supongo que también), sino que era algo psicológico. Claro que me quedé con mal sabor de boca: no me había mortificado por esa intención especial del padre. Y fui a hablar con el director para decirle que me pusiera otra mortificiación. El bueno de él me dijo simplemente: ofrece que te has duchado con agua caliente. Me marché algo intranquilo pues era muy escrupuloso por culpa de tantas normas que había que realizar y por tanto pecado que rodea a la vida de los seres humanos, pero me aplacó el malestar.

Pasado el tiempo he entendido que no se puede estar todo el día pisando el acelerador para alcanzar la santidad o simplemente una vida conforme a la dignidad humana. Tampoco recuerdo el nombre de ese director, pero estés donde estés, muchas gracias por decirme que por una vez no pasa nada.

Supo







Este artículo proviene de Opuslibros
http://www.opuslibros.org/nuevaweb

La dirección de esta noticia es:
http://www.opuslibros.org/nuevaweb/modules.php?name=News&file=article&sid=11293