Magisterio paralelo en el Opus Dei: sobre el culto a los santos.- Doserra
Fecha Wednesday, 28 November 2007
Tema 090. Espiritualidad y ascética


Copio a continuación el guión n. 18 de la serie de Guiones Doctrinales de Actualidad, sobre el culto a los santos.

Como ya he hecho notar que sucede con otros guiones, el contenido es correcto, pero se echa muy en falta que no se haya actualizado con la enseñanza del Magisterio posterior a la fecha de elaboración del guión, especialmente con el Directorio sobre la piedad popular y la liturgia de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos.

Saludos cordiales,

Doserra



        nº 18


Ref avH 10/70                           (nueva versión)


SOBRE EL CULTO Y LA INTERCESIÓN DE LOS SANTOS. SOBRE LAS IMAGENES Y LAS RELIQUIAS (+)


1. En el intento de algunos para salir cuanto antes de lo que llaman "época infantil del cristianismo", la intercesión, el culto, la devoción y la invocación de los Santos, ha pasado a engrosar todo ese conjunto de "restos" que habría que rechazar, o cuando menos silenciar, por considerarlos inaceptables e inútiles para la nueva "fase adulta del cristianismo".

[...]



2. Consecuencia directa de ese planteamiento es también el menosprecio, que muestran hacia las imágenes y reliquias de los Santos, y la incomprensión de su culto legítimo, que ha sido durante tantos siglos fuente de piedad para los cristianos.

3. Parecen haber olvidado por completo que es parte, de la doctrina católica "la intercesión de los santos, su invocación, el culto de sus reliquias y el uso legítimo de sus imágenes" (Conc, de Trento, sess. XXV, Dz. 984 (1821)). Y que "conforme a la tradición, la Iglesia da culto a los Santos y venera sus reliquias auténticas y sus imágenes; las fiestas de los Santos proclaman las maravillas de Cristo en sus siervos y ofrecen ejemplos convenientes a la imitación de los fieles" (Conc. Vaticano II, Const. Sacrosanctum Concilium, n. 111).


4. Ya desde los primeros siglos del cristianismo se venera a los mártires, como confirman numerosos testimonios de la Tradición, al menos desde el siglo II, San Cipriano, por ejemplo, recomienda: "Tomad nota del día del fallecimiento, para que podamos recordar a los difuntos, al celebrar las memorias de los mártires" (Epistul. 12, 2); "como sabéis, siempre ofrecemos sacrificios por ellos, cuando


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(+) En relación con la Santísima Virgen, cfr. guión n. 32.

conmemoramos la pasión y el aniversario de los mártires" (Epistul, 39, 3).

5. Otro tanto podríamos decir de las reliquias: “Sólo han quedado las partes más duras de sus santas reliquias, y se han llevado a Antioquía, donde se han colocado en una caja, como tesoros inestimables, dejados a la Iglesia como prenda del mártir” (Martirio de San Ignacio 6, 5; Enchir, Patristicum n. 70). Y en el martirio de San Policarpo se narra: "Después, tomamos sus huesos, más valiosos que las piedras más preciosas y que el oro, y los colocamos en un lugar digno" (cap. XVIII).

"Si los vestidos (4 Reg. 2), si los pañuelos (Act, 19), si hasta la sombra (Act, 5) de los Santos, antes de que muriesen ahuyentaban las enfermedades y restituían las fuerzas, ¿quién osará negar que haga el Señor los mismos milagros por las sagradas cenizas, huesos y demás reliquias de los Santos?" (Cat. Romano III, II, n. 15),

6.  Las primeras imágenes aparecen va en el siglo III, y son numerosísimos los textos de la Tradición que hablan de ellas como de una costumbre extendida por toda la Iglesia, "Los Santos, escribe San Juan Damasceno, estaban llenos del Espíritu Santo. Y también después de su muerte, esa fuerza divina no queda sólo unida a su alma, sino que se comunica también a su cuerpo, a su nombre, a sus imágenes" (Oratio demonstrativa, de sacris et vene-randis imaginibus).

El Concilio II de Nicea definió la doctrina católica en relación con este punto: "Siguiendo la enseñanza divinamente inspirada de nuestros Santos Padres, y la tradición de la Iglesia Católica… definimos con toda exactitud y cuidado que de modo semejante a la imagen de la preciosa y vivificante cruz han de exponerse las sagradas y santas imágenes, tanto las pintadas como las de mosaico y de otra materia conveniente, en las santas" iglesias de Dios, en los sagrados vasos y ornamentos, en las paredes y cuadros, en las casas y caminos, las de nuestro Señor y Dios y Salvador Jesucristo, de la Inmaculada Señora nuestra la Santa Madre de Dios, de los preciosos ángeles y de todos los varones santos y venerables". Y explica a continuación los motivos: “porque cuanto con más frecuencia son contemplados por medio de su representación en la imagen, tanto más se mueven los” que éstas miran al recuerdo y deseo de los originales y a tributarles el saludo y adoración de honor, no ciertamente la latría verdadera que según nuestra fe sólo conviene a la naturaleza divina; sino que como se hace con la figura de la preciosa y vivificante cruz, con los evangelios y con los demás objetos sagrados de culto, se las honre con la ofrenda de incienso y de luces, como fue piadosa costumbre de los antiguos. 'Porque el honor de la imagen se dirige al original', y el que adora una imagen, adora a la persona en ella representada" (Dz. 302 (601)).

7.  Quienes consideran todas esas devociones como algo "infantil y superado", con frecuencia dicen que para dirigirse a Dios de persona a persona, el cristiano adulto no necesita ya de intermediarios, que no harían más que entorpecer ese trato personal entre el hombre y Dios. No pocas veces el rechazo de la intercesión de los Santos se deriva de otros errores; principalmente de la negación de la subsistencia de las almas separadas (cfr. guión de ref avH 10/70, nº 26).

8.  La pretendida "novedad" de estas afirmacio-nes no es tal. Ya habla de ellas el Catecismo de San Pío V: “Y si se dijere, como algunos dicen, que el patrocinio de los Santos es superfluo, fácilmente convence estas voces de los impíos aquel dicho de San Agustín: 'No concede Dios muchas cosas sin el favor y oficio de algún medianero o rogador' (Quaest. 149, supr. Exod.)... Y si se alega que es falta y poquedad de fe echar a los Santos por valedores y patrones, ¿que responderán al hecho del Centurión, quien aun elogiado de fe singular por Cristo Señor nuestro, todavía envió a su Majestad los ancianas de los judíos, a fin de que alcanzasen la salud para su siervo enfermo? (Matth. 8, Luc. 7)… Aunque debamos confesar por medianero único Cristo Señor nuestro... en manera ninguna se sigue de ahí que no podamos acogernos a la gracia de los Santos" (Catec. Romano III, II, nn. 13 y 14).


9. Otros restringen la ayuda de los Santos a la simple ejemplaridad, limitándola a veces a la conducta que debe observarse en el terreno de lo social y del servicio a la humanidad. De ahí, que no resulte raro, por desgracia, encontrar hoy algunos cristianos que -en la búsqueda de nuevos modelos que presentar al "hombre moderno"- presentan, junto a Jesucristo, a Marx, Che Guevara, Mao, etc.


10. Pero "no veneramos la memoria de los que están en el cielo sólo porque son un ejemplo, sino, más todavía, para reforzar la unión de toda la Iglesia en el Espíritu por el ejercicio de la caridad fraterna… Todo auténtico testimonio de amor que ofrecemos a los que viven en el cielo, por su misma naturaleza, tiende a Cristo y en El termina, que es la corona de todos los Santos, y a través de El, en Dios Padre, que es admirable en sus Santos y glorificado en ellos" (Conc. Vaticano II, Const, Dogm. Lumen gentium, n. 50),


“No olvidéis, sin embargo, que -dada nuestra vocación sobrenatural y específica a la Obra- hay cosas, en la vida de algunos santos, que son para que las admiremos; no para que las imitemos” (Carta Fortes in fide, 19-III-1967, n. 82).


11. A pesar de todo, parece como si algunos estuvieran empeñados en hacer olvidar a los fieles todo este tesoro de la doctrina católica, calificando sus manifestaciones -las distintas" devociones, actos de culto a las imágenes o reliquias, procesiones- de superstición, restos de una época de mitos, etc.


10. Aun cuando en algún caso aislado se hubieran dado abusos, e incluso se hubiera caído en una cierta superstición, el remedio sería educar, formar, catequizar a aquellas personas en este punto de la doctrina.


No han faltado, en este sentido, advertencias del Magisterio de la Iglesia: enseñen los pastores "que deben tenerse y conservarse, señaladamente en los templos, las imágenes de Cristo, de la Virgen Madre de Dios y de los otros Santos y tributárseles el debido honor y veneración, no porque se crea hay en ellas alguna divinidad o virtud por la que haya de dárseles culto, o que haya de pedírseles algo a ellas, o que haya de poner- se la confianza en las imágenes, como antiguamente hacían los" gentiles…". Y si "se hubieren deslizado algunos abusos, el Santo Concilio desea que sean totalmente abolidos, de suerte que no se exponga imagen alguna de falso dogma y que dé a los rudos ocasión de peligroso error" (Conc. de Trento, sess. XXV, Dz, 986 y 988 (1823 y 1825); cfr. también Cat. Romano III, II, nn. 18 y 24; S. Gregorio II, Ep. ad Leonem imp., DS. 581; IV Conc. de Letrán, cap. 62, Dz, 440 (818); S, Pío X, Enc. Pascendi, 8-IX-1907, AAS 40 (1907). pp. 647-649; C.I.C., can, 1282, 1284, 1289).


13. El culto que se ofrece a los Santos no menoscaba en absoluto el honor y la gloria debidos a Dios, sino todo lo contrario, pues “por eso mismo se aumenta tanto más, cuanto más despierta y confirma la esperanza de los hombres y los exhorta a su imitación” (Cat. Romano III, II, n. 11).


En relación con la Santa Misa, "si bien es cierto que la Iglesia a veces acostumbra celebrar algunas Misas en honor y memoria de los Santos; sin embargo no enseña que a ellos se ofrezca el sacrificio, sino a Dios sólo que los ha coronado". Y el sacerdote, "dando gracias a Dios por las victorias de ellos, implora su patrocinio, para que aquellos se dignen interceder por nosotros en el cielo, cuya memoria celebramos en la tierra  (Canon Romano)” (Conc, de Trento, sess. XXII, Dz. 941 (1744)).

Por otra parte, el culto "que se tributa a los Santos y a los Ángeles, a la Virgen Madre de Dios, a Cristo, redunda y acaba precisamente en la misma Trinidad" (León XIII, Enc. Divinum illud munus, DS 3325).


14. Resultan particularmente actuales las palabras del Concilio de Trento: "Manda el santo Concilio... que instruyan diligentemente a los fieles en primer lugar acerca de la intercesión de los Santos, su invocación, el culto de sus reliquias y el uso legítimo de sus imágenes, enseñándoles que los Santos que reinan juntamente con Cristo ofrecen sus oraciones a Dios en favor de los hombres; que es bueno y provechoso invocarlos con nuestras súplicas y recurrir a sus oraciones, ayuda y auxilio para impetrar beneficios de Dios por medio de su Hijo Jesucristo Señor nuestro, que es nuestro único Redentor y Salvador; y que impíamente sienten aquellos que niegan deban ser invocados los Santos que gozan en el Cielo de la eterna felicidad, o los que afirman que o no oran ellos por los hombres o que invocarlos para que oren por nosotros, aun para cada uno, es idolatría ...

Enseñen también que deben ser venerados por los fieles los sagrados cuerpos de los Santos y mártires y de los otros que viven con Cristo… por los cuales hace Dios muchos beneficios a los hombres; de suerte que los que afirman que a las reliquias de los Santos no se les debe veneración y honor... deben absolutamente ser condenados" (sess. XXV, Dz. 984-985 (1821-1822); la misma doctrina es recordada en el Concilio Vaticano II: cfr. Const. Dogm. Lumen gentium, nn. 49-50).


15. Planteamientos como los señalados resultan lógicos para quienes es incomprensible y ridículo -fuera del tiempo y superado- hablar de vida interior, de lucha ascética, de esfuerzo positivo por alcanzar la santidad: porque "hay gente, hijos –nos advierte el Padre-, que no quieren andar por los caminos de vida interior, y no pueden creer que los demás anden por ellos" (Cn II-71, p, 39).

    Se hace necesario, pues, recordar con especial fuerza estas palabras: "Lo que el Señor quiere de nosotros, hijos, es que seamos santos. Esto es lo que ha querido al crearnos y elevar nos, al orden sobrenatural y al redimirnos, y al dejarnos su Iglesia con esa riqueza de medios, y al darnos por Madre nuestra a su Madre y por custodios a sus Ángeles y por intercesores a sus Santos: ésta es la voluntad de Dios: vuestra santificación (I Thes. IV, 3)" (Carta Fortes in fide, 19-III-l967, n. 82).

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