Sobre las ‘Reflexiones Históricas”.- Haenobarbo
Fecha Monday, 26 November 2007
Tema 125. Iglesia y Opus Dei


 

Al día siguiente de mandarle a Agustina, unas cuantas Reflexiones históricas, le escribí manifestándole mi inquietud de que tal escrito produjera en quien lo leyera, la sensación  de que pretendía aplicar el viejo dicho de que “mal de muchos consuelo de tontos”, y nada mas lejos de mi intención.

 

Las tales Reflexiones las escribí, al comprobar por enésima vez, que algún amigo pensaba que aquellos modos de vivir el peculiar espíritu del Opus Dei, eran un invento del fundador: una novedad. Y mi propósito no era otro que mostrar que aquellas peculiaridades, lejos de ser fruto de la imaginación de Escribá, eran –desde muchos siglos atrás- modos de ser y de vivir la más genuina espiritualidad religiosa, una espiritualidad que tiene unas connotaciones específicas, que de algún modo configuran e identifican la vida de la “renuncia al mundo”, y que por lo mismo son absolutamente ajenas al modo de ser propio de los cristianos corrientes, quienes según mi leal saber y entender viven en el mundo, a él pertenecen y no tienen por qué renunciar a él. Tampoco ha estado en mi intención calificar de modo alguno las prácticas de las familias religiosas: eso lo dejo en manos de los expertos en espiritualidad, ascética, etc. etc.

 

Hoy, EBE, en una de sus habituales sesudas reflexiones me hace una serie de preguntas, la mayor parte de las cuales no estoy en capacidad de responder, entre otras cosas porque nunca he tenido vocación de religioso, ni nunca he vivido en una Orden religiosa, no obstante lo cual, voy a arriesgar algunas respuestas:

 

No creo que haya precedentes del modo de proceder del Opus Dei, sencillamente porque no creo que haya existido antes nada parecido.

 

Respecto a si ha existido una institución donde el fundador pase a ser Padre y su familia parientes de sus miembros, me atrevo a decir que de algún modo si. Los Salesianos hablan de la madre del Fundador como Mamá Margarita, y esta figura es la que inspiró – lo admiten los biógrafos – a Escribá a servirse de su madre y su hermana para que intervinieran activamente en los primeros centros de la Obra. Don Bosco asignó a su madre un papel muy similar en su institución, y no es el único caso.  Por otra parte es muy común que en las Ordenes y Congregaciones se conozca como nuestro Padre o nuestra Madre a los fundadores y fundadoras y que incluso se llame Nuestra Madre a la superiora general: al menos hasta antes de las reformas sufridas por las instituciones a raiz del Concilio Vaticano II. Los Jesuitas, antes de empezar a llamar a San Ignacio simplemente Ignacio, lo llamaban Nuestro Padre San Ignacio... otros tiempos. En relación con las fotos, tengo la impresión de que las cosas han cambiado mucho en los últimos tiempos: desde luego antes no las tenían ni de broma; incluso en algunos institutos religiosos, se prohibía hasta colgar cuadros de las paredes.

 

En prácticamente todas, no se permitía a sus miembros asistir a eventos familiares, no ya festivos, sino incluso asistir a los últimos momentos y a los entierros de los padres, hermanos: el apartamiento de la propia familia era total.

 

Sobre el tema de las enfermedades psíquicas, no creo que ninguna haya tenido entre sus objetivos provocarlas. Santa Teresa de Jesús, tuvo que despedir a más de una de sus monjas por no adaptarse a la vida religiosa y por vivir sumidas en la “melancolía” (ella misma padeció la tal melancolía)... lo que ahora llamaríamos una depresión. En la larga historia de la vida religiosa, ha habido muchos y muchas que han salido por esas causas  Respecto a lo que EBE pregunta, no creo que haya antecedentes por no existir la dualidad laico/religioso. 

 

En todo caso, el Código de derecho canónico contiene unas normas que -precisamente por estar previstas – suponen que aquello puede acontecer y que de hecho acontece: 

689 § 1.    Cumplido el tiempo de la profesión temporal de un miembro, habiendo causas justas, el Superior mayor competente, oído su consejo, puede excluirlo de la profesión subsiguiente.

 § 2.    La enfermedad física o psíquica, aunque se haya contraído después de la profesión, si es de tal naturaleza que a juicio de los peritos hace al miembro del que se trata en el § 1 no apto para vivir en el instituto, constituye causa para no admitirle a renovar la profesión o a emitir la profesión perpetua, a no ser que la enfermedad se hubiera contraído por negligencia del instituto o por el trabajo realizado en éste.

§ 3.    Pero si el religioso, durante los votos temporales, cayera en amencia, aunque no sea capaz de hacer nueva profesión, no puede sin embargo ser despedido del instituto.

En relación con la dirección espiritual y su relación con el gobierno, he visto informes de conciencia referidos a religiosos y a sacerdotes seculares, donde se manifiesta a los superiores, detalles de las personas sobre las que se escribe: es una práctica común, que tiene por objeto proporcionar a los superiores los datos necesarios para resolver las situaciones de los miembros. Por otra parte, las cuentas de conciencia eran tan habituales, y exigidas de modo abusivo, que la Santa Sede llegó a prohibirlas, no obstante lo cual, en muchos institutos religiosos se siguieron practicando, no como una imposición, sino una recomendación, que era tenida no solo por buena, sino como una manifestación de buen espíritu, que los individuos asumían libremente, concientes de que aquello solo beneficiaría a su alma.

 

Discrepo con EBE en cuanto a calificar a priori estas prácticas y otras muchas análogas como “lo peor de esas instituciones” o como “vicios” de ellas. Para llegar a esos extremos, me parece que sería necesario un profundo análisis de la espiritualidad religiosa, de sus peculiaridades, de sus características esenciales. Me temo que llega a esas conclusiones, mirando esas peculiaridades desde la óptica de un “cristiano corriente”, para el que desde luego todas ellas son extrañas: el problema no es de los religiosos y si lo fuera, son ellos quienes deben resolverlo, el problema es del Opus Dei, que incorpora a la vida de los laicos, unas prácticas propias de los religiosos, ocultando deliberadamente su procedencia. A esto y solo a esto quería referirme en mi anterior escrito.

 

Haenobarbo









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