Todavía no me he repuesto de la lectura del artículo de Mons. Echevarría, prelado del Opus Dei, que el Diario ABC publicó el 6 de octubre pasado con ocasión del V aniversario de la canonización de Escrivá. Se titulaba El resplandor de la caridad.
Si el lector tiene estómago, le recomiendo que lo lea, pues no se puede resumir mejor lo que no se vive en la Obra en el orden institucional (entre los miembros, los hay ejemplares y los que no lo son, como en tantas instituciones).
Según lo iba leyendo, me acordaba de Marcus Tank, cuya capacidad intuitiva y de penetración cada día admiro más. Pues éste sostiene que el nivel de esquizofrenia en el Opus Dei ha llegado a tal extremo que se puede suponer, sin miedo a equivocarse, que cuando pregonan una virtud es porque institucionalmente están viviendo precisamente lo contrario.
Echevarría habla de superar la fractura entre la fe y la vida, que es precisamente lo que les pasa e ellos: ese divorcio entre teoría y práctica que tanto denostó el Concilio Vaticano II. Y recuerda que, cuando hay amor, todo se convierte en materia de oración y de practicar la caridad con el prójimo. Asimismo sostiene que esta enseñanza de Escrivá lleva a abandonar «la lógica del interés o del poder. La caridad cristiana no consiste jamás en algo instrumental, no busca obtener otros objetivos: el amor es gratuito». Ojalá hubiera sido así.
Además, el prelado pretende que nos creamos que iniciativas como el proyecto de promoción educativa Harambee (que se hizo para prevenir que en la canonización de Escrivá, Juan Pablo II volviera a echarles el rapapolvo que les echó en su beatificación) o el centro de cuidados paliativos Laguna (en Madrid) son lo representativo de la institución Opus Dei.
Habla de practicar el perdón, ellos que deben ser la única institución de la Iglesia católica que todavía no ha pedido perdón por los daños ocasionados a tantos miles de personas que, como leemos todos los días en Opuslibros, han quedado hondamente dañados por la falta de caridad con que se les ha tratado en la Obra.
En fin, que no daba crédito a lo que iba leyendo. Y me reafirmé en que este atrevimiento para predicar lo que no se vive es de locos, como dice Marcus Tank: no se explica sino por ese trastorno de personalidad del Fundador, que dejó institucionalizados como legítimos unos modos de proceder que no se sostienen desde el más elemental sentido de la caridad cristiana.
Aprovecho para decirle a Guttemberg, por si no ha habido nadie que se lo haya dicho ya, que el guión de los Círculos Breves está, como prácticamente todo lo de la Obra, en la sección documental de esta web. Puede encontrarlo aquí.
Trinity
