Sobre lo dicho poco puedo comentar (bueno, en realidad mucho), salvo quizá apuntar un suceso que me ocurrió a mi en la delegación de Pamplona, pocos días después de que Juan Pablo II nombrara prefecto de la Congregación para la doctrina de la fe a J. Ratzinger.
En esas fechas era estudiante de la Universidad de Navarra, y no sé porqué extraña razón me dijeron que fuera un par de días a la semana y durante un curso, a Bayona 26, sede de la delegación, para hacer los recados y chapuzas que me mandaran. Era la manera de arrimar el hombro con los directores, se suponía. Unos días ponía sellos en multitud de cartas, otros los llevaba a Correos, en alguna ocasión llevé los coches de la jefatura a lavar en los túneles precisos, y casi siempre hacer multitud de fotocopias de papeles y libros variados. En cierta ocasión, el que fuera director espiritual de la delegación -el mejor representante de la Alta Academia Diplomática-, me cogió del hombro y sin más explicaciones me llevó a una salita pequeña ocupada casi por entero por una mesa. Encima de ésta estaban todos los ficheros con las calificaciones doctrinales y morales de cuanto se publicaba en el mundo mundial y proclive, se supone, a corromper al mundo occidental.
Este cura me dijo escuetamente; -"coge el fichero que contenga la letra R, vete a la voz Ratzinger y retira todas las fichas de ese autor que tengan una calificación superior a 1". 1 se podía leer, 2 sólo de vez en cuando, 3 bueno, pero al loro, 4 para qué lees eso y si insistes lo harás con permiso especial, 5, era ya la repanocha y 6 no digamos. Me llamó la atención que salieran varias fichas con números superior a cuatro, y me dije a mi mismo, ¿uy, qué cosa más rara, no? Y siguiendo las indicaciones de don Honofre las trituré plácidamente.
Un amigo
