Arte y Cultura.- Nacho Fernández
Fecha Monday, 29 October 2007
Tema 010. Testimonios


ARTE Y CULTURA

 

A finales de los años sesenta y principios de los setenta, existió en Madrid un apartamento del Opus Dei al que se puso la denominación “Centro Universitario de Arte y Cultura”, con las siglas CUDAYC. Estaba situado en la calle Princesa número 81 y estaba destinado fundamentalmente a los estudiantes de las carreras de Arquitectura y Bellas Artes. Se trataba de un nombre pero respondía poco a la realidad. Hoy día ese lugar está ocupado por las mujeres de la Obra.

 

El nuevo piso había sido hasta poco tiempo antes el estudio de arquitectura de don César Ortiz-Echagüe, que ocupaba el cargo de “defensor” de la Comisión Regional del Opus Dei, o gobierno de la Obra en España, equivalente al número 2 en la jerarquía interna en cuanto a los hombres. Había proyectado importantes edificios de la Obra como los colegios Tajamar y Retamar de Madrid, así como la sede central de la compañía SEAT, situada enfrente de lo que era entonces la ciudad deportiva del Real Madrid. Cuando ocupamos ese piso, aún existían las maquetas de los citados centros escolares. Pero con el tiempo don César fue ordenado sacerdote y pasó a estar al frente de todo lo que era entonces un instituto secular en Alemania.

 

El motivo de ocupar ese lugar era, por una parte, hacer labor de agregados univesitarios y, por otra, dividir otro, el llamado Recoletos, 5,  pues contaba con unos 80 miembros del Opus Dei con ese tipo de entrega. El sacerdote del centro era Federico, que dentro de la institución pasa por ser uno de los más intelectuales y a él no le disgusta cuando se lo dicen o decían.

 

Cuando se creó CUDAYC,  el Opus Dei contaba con unos pocos agregados que estudiaban Arquitectura y Bellas Artes: José María, hoy ex; Luís, hoy sacerdote agregado; Juan José, que iba por el centro existente en la Glorieta de Cuatro Caminos número 4 y que, siendo ex,  ha fallecido recientemente; y Ataulfo, también ex, al que los de su centro prácticamente no atendieron cuando perdió la vista. Con el tiempo pitó Jaime, hoy un destacado artista y profesor, pero que después de treinta años decidió irse, poco después de que yo me fuera. Participaba también José, numerario, que hoy continua dentro aunque con altibajos en su manera de ser, y José Emilio, un supernumerario, que no he vuelto a saber nada de él.

 

Uno de mis recuerdos de aquellos años tiene que ver con las esculturas de escayola que se instalaron para el dibujo de los estudiantes de Arquitectura y Bellas Artes: “el esclavo moribundo”, de Miguel Ángel, y la clásica pieza del joven quitándose una espina del pié. Para los muchos que íbamos allí, el esclavo era considerado como impúdico –en el Opus Dei se dice que hay que “guardar la vista, la revista y la entrevista”—y algunos le llamaban coloquialmente “el marica”. Por ello, habitualmente esta escultura de Miguel Ángel no estaba muy en primer plano. Incluso alguien propuso una vez que se tapara a esta obra. De la escultura del joven quitándose la espina no había tantas quejas.

 

Esa era la cultura que a la que respondía el nombre del centro. Con el tiempo he conseguido para mi colección de arte un cuadro de Jaime, que se titula “El célebre célibe”. Representa una serie de cintas de distintos colores y, en medio, un hombre que intenta apuñalarse el sexo. Cada uno exteriorizamos lo que pensamos. ¡Qué pena que el sexo en el Opus Dei fuera eso, un apuñalarse el sexo! Se trata de un cuadro que este artista pintó al poco tiempo de irse.

 

Como se ve, aún en un centro universitario de arte, existen problemas. ¡Qué manías con el sexo! En el Opus Dei, muchas veces todo se reduce a quejarse de las putas y los maricones. No cabe duda que la prelatura necesita un gran cambio en la mayor parte de sus seguidores en lo que se refiere al arte. No se me olvida una afirmación de Luís, hoy sacerdote de la Obra, que un día me dijo: “el arte abstracto refleja la ausencia de Dios”. Y durante algún tiempo yo me lo creí. Yo ahora me pregunto: ¿Y el esclavo de Miguel Ángel? Seguramente me responderá que a la impudicia que existe en el mundo. Si contesta eso, será muy fuerte.

 

Pero si a eso le añadimos que dentro del Opus Dei no se puede leer todos los libros, aunque ellos lo nieguen, es aún más grave que puedan existir centros que se dicen universitarios de arte y cultura. En la Obra de Dios, fundada por San Josemaría, el índice de libros prohibidos se ha quedado pequeño. Que se lo digan al que esto escribe.

 

NACHO FERNÁNDEZ









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