Elegir entre Fisac y Sabrina, qué difícil.- Luxindex
Fecha Friday, 14 September 2007
Tema 900. Sin clasificar


Amigos, retomando la página en su última actualización quería comentar varias cosas hasta la fecha en que la dejé.

 

Guillermo S. dice que nos metamos con Zapatero. ¡¿Que nos metamos con Zapatero?! Vale:

 

En Logroño, “Josemaría, después de ver unas huellas en la nieve de los pies descalzos de un religioso, intuye que Dios desea algo de él, aunque no sabe exactamente qué es. Piensa que podrá descubrirlo más fácilmente si se hace”... ¡Zapatero!...



Así nació el Soccus Dei -Zueco Divino-. “Los comienzos fueron difíciles. La primera zapatería, Montebamba, era modesta pero acogedora”, recuerda Salvador Adidas. “La decoración corrió a cargo de Carmen, hermana de nuestro fundador, que en calidad de freelance (nunca estuvo en nómina) imprimió ese aire de franquicia que nos caracteriza y que, de forma más abigarrada y chillona, nos copiaron años más tarde las cadenas de fast food. Gracias a ella, cuando entras en cualquier establecimiento del Soccus Dei, esté donde esté, es como si te encontraras en un lugar ya conocido o familiar, y eso le contagia al cliente una seguridad que facilita las ventas”.

 

Aquella labor pronto se vio reforzada por las primeras incorporaciones: el citado Salvador Adidas, José Ignacio Castellano del Yanko, Luis Gorila, Álvaro del Lotusse, Miguel Puma; y luego, Javier Caravana (Javi Cámper) y tantos otros... abrieron el camino con paso firme, gracias a la atenta mirada de nuestro fundador.

 

José Ignacio Castellano del Yanko, con ese gracejo que da tener la boca llena de pastillas, rememora: “cada vez que nos mandaba por ahí a abrir nuevas zapaterías nos decía mirándonos por encima de los aros de sus gafitas: `ni se te ocurra llamarme a cobro revertido´. Luego, como único recurso, nos entregaba una chapita, que gustábamos de llevar siempre en el ojal, donde se leía: “A sus pies” y enseguida nos recordaba que ya estábamos perdiendo el tiempo y el dinero, que había que producir”.

Luis Gorila, que recibió el encargo de sacar adelante la línea infantil, recuerda: “nuestro fundador me hizo ver que desde que el niño da sus primeros pasitos deja de ser un niño para ser un cliente. Me sugirió que regalásemos una pelotita con cada par de zapatos que vendiésemos. La pelotita la usarían los niños para jugar al fútbol, destrozarían antes los zapatos y volverían pronto a por otro par. Y es que son esos pequeños detalles, que nada cuestan, los que hacen fiel a la clientela”.

Nuestro fundador nunca pensó en contratar a las ventaneras y olisconas (o sea, a las mujeres) pero un feliz día tuvo una revelación que cambiaría el curso de las cosas. Estaba haciendo cuentas y, entre suma y suma, se le ocurrió dejar de comer crespillos y restar del debe la nómina y los seguros sociales... ¡y lo vio! Vio cómo disminuían los costes directos y gastos generales y cómo, por tanto, aumentaban los beneficios. Además, pensó: “¿quién soy yo para poner limitaciones a la inagotable capacidad de sacrificio de la mujer?”. Así fue que aceptó que entrasen en el Soccus Dei. Manolita Blahnik y Gabriela Chanel (Coco) fueron las primeras de muchas miles. “Ahora el empleo negro, los sótanos hacinados de obreros trabajando a destajo, o la inapelable movilidad laboral, están a la orden del día (globalización le llaman), pero en eso fuimos precursores, y es de justicia que se reconozca”, escribía no hace mucho Álvaro del Lotusse.

En una ocasión nuestro fundador declaró: “si los padres fuesen más generosos harían hijos con tres piernas. Los niños ganarían en posibilidades y nosotros venderíamos más zapatos”. Aquellas palabras se malinterpretaron y se desató una campaña difamatoria a cuenta de la tercera pierna. Las grandes superficies, claro está, estaban detrás pero, lamentablemente, incluso buenas personas, engañadas, de nuestro gremio de zapateros.

Hoy estamos en los cinco continentes; sumamos miles de establecimientos tras sofisticadas figuras jurídicas interpuestas; el verdadero manejo económico (para envidia de la competencia y desesperación de los inspectores de Hacienda) lo hacemos por cash flow y acabamos de inaugurar, en EE.UU, Josemariópolis (el primer mega-centro que en recorrerlo se gastan hasta tres pares de zapatos). Nike Reebok, gerente de Josemariópolis, nos habla con sincera emoción de los principios de nuestra firma en Estados Unidos de Norteamérica: “The founder was nothing but a crazy” (nuestro fundador se adelantó a su tiempo y mi postre favorito, lo digo libérrimamente, son los crespillos).

Esto hoy en día, pero, como nos cuenta  Javi Cámper (producer manager), “Yo no lo viví, pero sé que al principio les espetaban por la calle:`¡remendones!´. Y era verdad: los primeros aprovechaban que estaban alquitranando una calle para recauchutar suelas. Pero llegó el tiempo de subir, como auguró nuestro fundador (`¡Ya llegará la hora de subir!´), y hoy podemos satisfacer lo que a un pie se le antoje: botos, botas, botines, zapatitos de salón, desenfadadas chanclas... todo. Y todo con el mejor acabado, con cierres micrométricos, lengüetas ajustables, spoiler móvil, canting externo e interno según la talla de la pantorrilla... y lo último, el primer zapato con forma de crespillo. Hoy, gracias al Soccus Dei, cualquiera puede ir cómodo: bailarinas, camioneras, catedráticos, sexadores de pollos, más catedráticos...”.

 

Bla, bla, bla.

 

Guillermo, ahora sí me dirijo a ti, porque el estúpido texto anterior no es para gente de tu edad, como tampoco lo es el Opus Dei ®: guarda tu correo y vuelve a leerlo dentro de unos veinte años. Aunque deseo que sea mucho antes, entonces entenderás que al leerte sintamos inquietud por ti porque percibirás el tono de tu propia carta, que hoy tan franco te resulta, truculento.

 

Pero bueno, en realidad quería escribiros por otras cosas. Dejando a un lado los escritos sobre las experiencias personales en el Opus Dei ® (que algunos tachan de subjetivos –como si eso fuese algo malo- pero que para mí son los más importantes); sorteando artículos canónicos plagados de abreviaturas y latinajos que nos refieren a otros artículos canónicos plagados de abreviaturas y latinajos (y vuelta a empezar); obviando amenazas opusianas (a mí el término opusiano me gusta, me recuerda a marciano. Marciano, hoy en día, es como un extraterrestre venido a menos: cuánta vida esperábamos en nuestra niñez de Marte y hoy, en cambio, nos contentaríamos con que el discutidísimo rastro de clorofila constatara que hace unos cuantos millones de años hubo algo de agüíta allí -algo así pasa con el Opus Dei ®: cuántas cosas esperábamos de él y hoy nos contentaríamos con un indicio de que hubo algo de vida allí-)... Dejando a un lado todo eso, quería agradecerle a Pepe (Labuardilla) por facilitarnos poder escuchar a Miguel Fisac en un género nuevo y sobrecogedor: la entrevista póstuma en vida.

 

Miguel Fisac tenía una cualidad reservada a los grandes de verdad: no saber que lo son. Hablaba, se comportaba, proyectaba, ¡y construía!, para la posteridad, pero sin saberlo. O sin querer saberlo, que es mejor. Si escribió poesía y pintó fue, quizá, para fracasar en algo.

 

Menos la mentira patentó de todo. Perdió involuntariamente mucho de su precioso tiempo aclarando su relación, tan larga como estéril, con el Opus Dei ®, la Obra (léase con minúsculas), pero le sobró para dejarnos (lamentablemente hay que restar La Pagoda) su magistral obra (léase con mayúsculas).

 

Buscó lo aparentemente imposible: aligerar el hormigón ¡y otras muchas cosas!, y lo consiguió; desistió de lo aparentemente posible: hacerse santo en el Opus Dei ®, y acertó largándose.

 

Por otra parte, también quería agradecerle a BMD su simpático y ameno escrito, pero, ¡joder, BMD, admítelo!: la pintura es un auténtico pastiche (si es que un pastiche puede ser auténtico).

 

Los personajes parecen aburridos andróginos sacados del mismísimo gimnasio celestial, drogados con algo hasta dejarlos lacios, y disfrazados con túnicas (a través de los pliegues de las mismas yo diría que transfloran los rígidos pantalones acampanados y los cuellos imposibles de las camisas a la moda de entonces... no sé, igual es por los peinados).

 

La composición quiere ser epatante: todos los órdenes celestiales reunidos; filacteria lapidaria (Ignem veni...); rompimiento de gloria para mostrar el Sagrado Músculo... ¡Cuánta trasnochada pompa!

 

Nunca vi un remedo del Greco más descarado: Torreciudad, aquí, se parece tanto a la Toledo que pintó el Griego que todos los personajes acaban mirando hacia lo que el caballero de la mano en el pecho buscaba, en su pecho, con la mano.

 

El caso es que, bien pensado, la obra que Federico Laorga copió al Greco, de tan falsa que es, podría tener una autenticidad inesperada si la vemos como un trasunto de la otra Obra: ¡cuánta trasnochada pompa!

 

Y mientras os escribo estas tonterías el Opus Dei ® sigue hoy, implacable, amargando existencias. Pero, os confesaré algo ahora que no nos leen, yo creo que merece la pena pasar por ese trago porque luego te sientes ¡tan feliz, tan libre, tan agustito! Bueno, siempre y cuando, claro está, que uno consiga tragarse el trago.

 

Ah, que se me olvidaba, coincido con la mansa Sabrina: “Soy una supernumeraria normal...” dice. Es verdad, es una supernumeraria normal, representa bien a la media.

Luxindex







Este artículo proviene de Opuslibros
http://www.opuslibros.org/nuevaweb

La dirección de esta noticia es:
http://www.opuslibros.org/nuevaweb/modules.php?name=News&file=article&sid=10644