Yo viví 3 años con D. Antonio Ruiz Retegui.- Edu
Fecha Sunday, 29 February 2004
Tema 010. Testimonios


Yo viví 3 años con D. Antonio Ruiz Retegui. Muchos de los escritos que se están publicando en la web yo ya los había leído antes. Confirmo que son de él.

También afirmo que nunca en mi vida he tenido la sensación de compartir techo con un santo como en aquellos finales de los 90. Su presencia, tan preocupante para los directores, era deseada por muchos. Su mirada, su voz, su talante intelectual, su preocupación por el débil, su capacidad de amar y su humildad, son características que guardo en la memoria como oro en paño.

Lástima que para comenzar un proceso de canonización haga falta tanto dinero, porque D. Antonio Ruiz Retegui era un santo que merece estar en los altares. Sería el primero en firmar una carta que apoyara dicho proceso. Era la misma esencia del cristianismo hecha realidad viviente. Su modelo era Cristo y ¡qué bien lo encarnaba! Sabía enseñar, querer, comprender, perdonar, amar, ¡exigir! y lo hacía desde una humildad (también intelectual a pesar de su descomunal valía) que llamaba poderosamente la atención. De sus enfermedades y dolencias siempre me enteré por terceros. Nunca se quejaba. Su mensaje -mensaje evangélico- era claro y ortodoxo, pero lejos del fundamentalismo que impera en el Opus Dei. La Obra ha acabado por encarnar a los escribas y fariseos de antaño que se pasaban la vida escandalizándose de los que hacían el bien, condenando a pecadores (y posibles pecadores), guardando unos criterios que ellos mismos habían creado (que no Dios) y pasando de largo ante los heridos del camino para no llegar tarde y poder ocupar los primeros sitios en el templo.

Las desavenencias que tuvo Ruiz Retegui con los jerarcas de la Obra las llevó con ejemplar humildad y nunca fueron enfrentamientos agrios; tampoco eran diálogos porque casi nadie estaba a su altura humana, sobrenatural, intelectual y teológica. Pongo a Dios como testigo de que sólo buscaba el bien de las almas, de la Iglesia y de la Obra. Yo no sabía que hubiera escrito una carta de dimisión, pero no me extraña nada. Ya no podía más. Pero esa no fue la actitud de un "traidor" como dicen en la Obra, sino la de un santo que, como San José al querer marcharse en secreto para que la gente no pensara mal de la Virgen, él tampoco quería hacer daño a la Obra; se lo estaba haciendo ella misma.

No hacen falta pronunciamientos multitudinarios en la Plaza de San Pedro para saber que D. Antonio está en el cielo. Tan sólo lamento no haber sabido ayudarle por aquel entonces, que tan mal lo estaba pasando. Esa es mi gran pena: no haber consolado a un santo, siquiera con una palabra amable, en momentos de necesidad. Que Dios me perdone.

Recibe, SS, un abrazo muy fuerte

Edu.







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