Treinta años no es nada.- Folies
Fecha Wednesday, 15 August 2007
Tema 010. Testimonios


Treinta años no es nada

Folies, agosto de 2007

 

Cuando eran veinte sonaba mejor, pero el tiempo pasa.

Hay un veinte, un veinte de mayo. Ese día conocí la Obra. No tenía ni la Gracia de Dios, ni buen humor. Con 17 años recién cumplidos no encontraba respuesta al montón de preguntas que me interrogaban sin yo quererlo y ya se sabe que en la adolescencia las preguntas no suelen tener respuestas (al menos en mi caso).

Sábado por la mañana, insistí en que una de las numerarias que venían cada fin de semana a mi ciudad desde el Centro de Estudios, visitara mi Instituto; la tarde anterior habíamos estado en una representación para padres y demás en un colegio privado de monjas y yo reivindicaba lo público, a cambio iría a una Meditación.

Y fui y estuve y escuché y había respuestas a las preguntas. Todo tenía solución, teníamos a Dios por aliado, cómplice, amigo. Además contábamos con la ayuda de todos los que habían sido eran y serán. La Comunión de los Santos es de lo mejor que se ha inventado, aún echo mano de ella día si, día también...



No fui empapándome del Espíritu de la Obra, me lo bebí de un trago y quedé como cuando bebes de una botella muy llena, con una boca muy ancha (la de la botella), tu tienes mucha sed y el agua te moja la cara, el cuello, la ropa y te refrescas como nunca antes lo habías hecho.

¿Exagerada? Ni pizca. A lo mejor no sé explicarlo, pero no exagero. La Obra tiene (o tenía) una entrada muy buena y sobretodo tenía y tiene muy buena entrada (si se explica bien y a uno le dejan un poco de fe) el asunto de la religión; ese Dios cercano, amigo, colaborador y cómplice.

Me empapé y recé, conocí al Señor (me lo presentaron en la Obra) y se estaba muy bien allí (¡cuantas tiendas haría aún!) cerca del Sagrario.

Rezaba, me confesaba, contaba mis cosas a aquella numeraria estupenda, que no es lo primero, pero si lo segundo.

Ninguna mentira, ni media verdad, me dejaba conocer y aquello me parecía todo un reto, un proyecto de vida, lo mejor que me podía haber pasado.

Las 9:30, me llaman a cenar.

Sigo otro rato, creo que puedo explicarme mejor, pero ¡cuidado! También peor, seguro.

Salud

Folies

 

Ayer tuve que irme a cenar y hoy casi no recuerdo por donde iba.

¡Si! Aquel sábado 20 de mayo. Estuvo bien y empezó una nueva vida, agarrada al ideal fui encontrándome con el Señor (se estaba bien allí, junto al Sagrario. ¿Cuantas tiendas seria capaz de hacer aun ahora!).

Junio, julio y agosto. Estamos a 10 y ya me estaba planteando si había algún inconveniente para entregarme del todo. Me iba confesando, iba rezando, hablaba muy sinceramente con aquella numeraria (que era y es estupenda, aunque no numeraria).

Había cogido el tirón, sería capaz de todo. No engañaba a nadie, ni a mi misma.

Escribí la carta al Padre (ahora San JoséMaría -supongo que debemos mantener la mayúscula de la Virgen, si no, no cuadra ¡eh!) el 25 de agosto (estando de monitora en una convivencia del 20 al 30), nerviosa pero muy contenta: formaba parte de un proyecto universal y eterno del cual era cofundadora.

Que grande es ser adolescente, puedes con todo.

Y pasaron los meses, los seis y yo seguía siendo muy sincera, para los éxitos y para los fracasos, para las luchas y las dejaciones ¡como me gustaba -gusta- leer!

¡Ay! LEER. Este verbo no acababa de...: Unamuno (hay por ahí un supernumerario que osa utilizar este pseudónimo (será por el ¡Adentro! recogido en El Silencio Creador. No por San Manuel Bueno, mártir o por la duda permanente, ni por la búsqueda constante. Él parece que todo lo tiene claro y no busca: lo ha encontrado. ¿A qué viene Unamuno?).

Sí, ya sé, lo mezclo todo. Todo está mezclado. La vida es un continuo cruce de caminos, avenidas, escaleras, ascensores, calles, plazas y tantos vericuetos (palabra ¡eh!) que es difícil seguir un hilo conductor en una narración, sin ser del oficio y escribiendo "on line". Que todos tenemos mucho que hacer.

No está mal, ya he pedido la Admisión como Asociada Numeraria del Opus Dei (he puesto cada palabra clave en mayúscula porque al mes me retornaron la carta para corregir estos ERRORES y no quisiera que me volviera a pasar lo mismo (como al Padre: no hay dicha sin pena -lo digo por lo de la herida el día de la Primera Comunión y lo de la señora que se coló y su madre fue la segunda Comunión que dio-) y no quisiera que pensaseis que no reconozco la diferencia qualitativa, pero duele.

Hasta otra, las 2:15 me llaman para comer.

Salud

Folies

Treinta, treinta y tres o tres. Folies

A ver si a lo tonto no doy los datos bien y ¡zas! Pillada.

No son treinta, creo que son alguno más: si en el 75 tenia 16 años y estamos en el 2007; 1975 más treinta: 2005, voy a por los treinta y tres. ¡Ahora!

Como os iba diciendo no hacía la Admisión, a veces era yo, otras ellas; no forzaron nada (se lo reconoceremos, solemos hablar en plural porque las cosas que pasan y se dicen y se deciden se hacen de forma colegiada y un órgano colegiado está formado por varias personas que actúan como una (persona), pero son varias, de ahí el plural cuando nos referimos a ellas (tercera del plural) y el singular cuando nos referimos al órgano colegiado (consejo local lo tercera del singular).

Si lo pienso sé en qué año estoy, pero a qué pensar. Se acabaron las obras del centro y llegaron un 2 de octubre –domingo- por la mañana. La sección de mujeres del Opus Dei ya tenia casa en esta ciudad: directora, subdirectora, secretaria, dos más o tres y tres adscritas (numerarias que aún no habían hecho el Centro de Estudios). De las más, dos acababan de hacerlo.

En aquel momento, nadie de las chicas que vivía en el centro trabajaba fuera de Casa (una lo hacia en la Administración del propio Centro y otra en el Centro de los chicos).

No había escuela de Fomento, ni nada que se le pareciera y por lo tanto a por la labor.

Las tres adscritas iban al instituto, al mío y yo ya había empezado a trabajar, después de acabar sexto y COU, por las tardes iba a la Facultad estaba haciendo primero.

Estuve en dos cursos anuales: el del verano de sexto a COU y el de COU a primero. Fueron en centros de Fomento o símil. Mucha gente (no exagero 40-50 o incluso más) todas muy jóvenes, como yo y de todas maneras y formas; pero las más como, muy puestas (el hilo de la narración se pierde aquí y sigue unas cincuenta líneas más abajo).

Nunca he sido callada así que yo iba comentando en las tertulias lo que me llamaba la atención: un cuadro en el que la Virgen da una rosa al Padre (lo había visto en Noticias) pues resultó ser que no, que no existía.

Callé, lo encontré y se lo enseñé a la Directora (no recuerdo qué me dijo, seguramente algo referido a la juventud de las presentes y al desafán milagrero. Pues vale. Pero duele.

Ahora no se habla de otra cosa (exagero) que de la rosa de madera estofada (¡como describimos!). Pero han pasado treinta y las aspirantes del siglo XXI no son como las de finales del XX.

Alberto Moncada habla de la hija de un señor relevante en la economía de Cataluña, era el señor Fontes y una de las tres adscritas era Sonia, una de sus hijas. Yo no conocí a ninguna otra pero si se parecen a su hermana o su hermana se parecía a ellas (si son más de una) son fantásticas. Con Sonia pasamos alguna que otra tarde sentadas en la escalera, fue solo un curso pero nos aprovechó, a mí mucho. A lo mejor perdíamos el tiempo pero ganábamos la eternidad (estoy segura), pasaba por allí lo humano y lo divino. Era muy pensadora y a la vez muy de acción y yo también lo intentaba.

De ella heredé (cuando se fue, yo sentada en su cama ¡que dura! y ella quitando peso de la maleta) un disco de Smetana (“La novia vendida” y “Mi patria”), al cabo de los años supe de su muerte y añadí al disco un recuerdo escrito: “libre al fin, has elegido y estás en boca de “todas”. ¡Dios te ampare… rezan por ti!” A Sonia que siempre fue una reina. Octubre 1988.

Antes, estando ella en tercero o cuarto de Filosofía Pura (UB), estuvimos cenando en Barcelona, había dejado la Obra y salía con un director de cine muy moderno pero con pocos recursos: hablamos, pensamos y reímos un rato. Me dijo que acudía a su familia si necesitaba dinero y no me consta que las chicas de la Obra la persiguieran, ni acosaran. Si sé que Ana García Verde la iba a ver –años después- de vez en cuando, ninguna de las dos gastaba buen ánimo por aquel entonces y pese a la diferencia de edad la gente que se quiere y respeta, ¡pues eso!.

Yo no paso esta oportunidad sin hablar de Ana, una numeraria de las de pro que murió hace dos o tres veranos, ya muy cansada, en su casa (quiero decir su casa, la de su familia, la de sus padres y de su tía Mercedes, en esa Castilla austera donde en las tiendas de electrodomésticos había dos o tres planchas, un frigorífico, la tele y dos lavadoras, poco más).

No sé el año, pero estuve con ella allí, en esa misma casa el fin de semana en que Don Juan (el padre de Juan Carlos I) hacia dejación de todos sus derechos sobre la Corona a su hijo (para que si lo recordáis, sepáis que yo iba con ella en un Ford Fiesta con la radio en marcha). Ella pintó mucho: los niños que nos recuerdan que al entrar en Torreciudad debemos llevar una ropa adecuada. Hizo muchísimas cosas más; como fotografiar a Don Álvaro cuando en no sé qué año estuvo en Viaró (casi todos y todas bajo un sol de injusticia, Él no, Ana sí y subida en una escalera, fue emotivo). La despidieron en Bonaigua, un sacerdote (que sólo sabia de su devoción a la Virgen de …) y cienes y cienes de numerarias, muchas ni conocerla. Dos o tres saludadas me agradecieron el detalle. Bobas, no entendían nada.

Ana me había enseñado que muchas veces una se siente más peana que santo (quién era el santo o santa), que la capacidad de asombro no debe perderse nunca jamás y si no se tiene se adquiere, que la curiosidad es buena (mira por dónde) y que no es intrínsecamente malo que toda la gente de la Obra no te caiga bien. Nunca fue mi directora, ni lo anterior dicho en los círculos. Hablábamos ¡Novedad, donde las haya!.

Cual es la razón de explicar todo esto, pues mirad, es que me lo pide el cuerpo (o me da la gana, ya conocéis lo sobrenatural de la razón).

Sigo lo que dejé unas cincuenta líneas más arriba.

Salí de mi segundo curso anual con los pies por delante (estaba muy inquieta y la cabeza me estaba doliendo bastante desde hacia días, el penúltimo me levante un poco peor; se lo comenté a alguien después de desayunar y me fui a la cama con una aspirina intentando lo imposible), otra adscrita se iba a su casa y estaba haciendo la maleta, le comenté que me encontraba muy mal y una hora más tarde, me desperté en el ascensor de una clínica.

Mis padres me vinieron a recoger al día siguiente (jamás entendieron nada y no sé cómo fueron tan respetuosos con las decisiones de su hija, no sé si yo haría lo mismo). A partir de ahí los dolores de cabeza eran frecuentes y pensamos, rezamos, vimos que lo mejor era reconducir el asunto, como la vocación es única: hacia el matrimonio.

Mientras (creo que un año antes) el Padre había muerto estando yo en una campaña rural, fue un día muy raro y muy triste. Recuerdo lo de “Javi, no me encuentro bien” y el sentimiento de que el Padre se había ido al cielo (todos iremos tarde o temprano, porque aunque exista el infierno, también está el purgatorio, sale más económico, es más sostenible -por lo del combustible y los humos- y MISERICORDIA es más grande y largo que Justicia). Decía que el Padre se había ido al cielo… con mi infidelidad (qué lecturas, qué cuerpo de muerte, qué amistades, qué amistades particulares –escogía con quién irme a casa y con quién hacer la oración o la lectura y siempre escogía a quien me caía mejor y a quien creía que yo le caía mejor, mis mortificaciones iban por otro lado y las de las demás ya las escogerían ellas).

Como supernumeraria estuve en una convivencia de verano (ya no sé si era un curso anual o que), me gustó.

Sólo recuerdo como raro, raro; que de un día al otro (con el cambio de Patrón, de San Miguel a San Gabriel) de, Oración: media hora por la mañana, media hora por la tarde, pasé a 15 minutos y 15 más por la tarde.

Tres años y sin Admisión, la cosa no funcionaba (ni pa adelante, ni pa atrás, ni creo que fuera un borrico de noria, me mareo). No seguía el Camino, ni hacia Surco (aún no había).

Creo que fue en septiembre o por ahí. Visto y vivido lo propio, le dije a mi directora, la Directora, que no me sentía libre, ella (que era joven y sabia lo de las puertas bien abiertas para salir y lo de que en la Obra somos libérrimos y ¡horror! se lo creía y aún se lo cree ¡palabra!), va y inicia lo que se tuviera que iniciar para recuperar la libertad que yo pensaba perdida.

Y me parece que en febrero, así como quien no dice nada, un día me suelta que ya no soy de la Obra, yo pensaba que se habían olvidado; pero NO.

Aguanté con dignidad, pero algo se me derrumbó por dentro y por fuera (lo sabe el cuarto de la limpieza del Centro, sentada donde se llenan los cubos de agua, me despedí de la Obra como Asociada Supernumeraria (tranquilos sé que no lo era, pero sí, aunque no hubiera hecho la Admisión). De leguleyos está el mundo lleno pero todos sabemos lo que hay.

Seguí yendo por el Centro, pero todo era un poco raro. Se fue la Directora, mi directora (buena gente, ya la conoceréis).

Yo no perdí el tiempo, en verano me fui a un curso de Inglés a Inglaterra y allí conocí a un chico normal (en Londres, en Picadilly Circus, que vivía cerca de mi ciudad y con un hermano mayor íntimo amigo del hermano menor de mi padre (ambos recomendados por las sendas mujeres de los hermanos: Por lo bien que te quiero … ¡no te lo dejes perder! Me dijo mi tía antes de irme y yo, pues, por una vez hice caso).

El otro día en la tele (las series de Cuatro) alguien comentó que a lo largo de la vida uno va eligiendo y que llega un momento en que –si es el caso- se da cuenta de que ha elegido correctamente.

Creo que esto es lo que me está pasando, después de muchos años de sentimiento de fracaso en lo vital, lo trascendental, de añorar lo que pudo haber sido y no fue, aunque os parezca infantil, pueril, ridículo, poco maduro y muchas otras cosas de corte similar. Estoy casi segura que alguien por ahí ha sentido o está sintiendo lo mismo y se ve infantil, pueril, ridículo y poco maduro.

Bien pues las series de la Cuatro (Polanco, Prisa, Cadena Ser y ¡horror! El País) me han enseñado que elegí correctamente a ese chico (serio, callado y esquivo, de ciencias; que no sabes cuando habla en serio y cuando en broma) que sin saberlo me está facilitando el que os pueda estar hundiendo a aburrimiento, porque está de vacaciones y cambia de actividad.

Son las 9, hoy creo que ayudaré a hacer la cena.

Salud

Folies





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