Unamuno, yo me acuso.- Books
Fecha Monday, 30 July 2007
Tema 010. Testimonios


Hola Unamuno:

Quería comentarte en primer lugar que leer tu carta me ha supuesto un gran esfuerzo. Supongo que tendrías prisa y por eso has ido de corrida. El tono irónico que empleas me hace pensar que estabas tenso, te faltaba tranquilidad o no eras capaz de decir las cosas claras.

No has debido leer todo lo que se publica, pues hay exmiembros que cuentan experiencias positivas, aunque decidieran irse porque tal vez les pesó más lo negativo.

No sé porqué dices que hay personas que ponen verde a los que no se pueden defender. ¿han muerto? Si están en este mundo, y según tú en la Obra no hay impedimentos ni limitaciones para leer o escribir lo que a uno le dé la gana, ¿Porqué no lo hacen? Te reto que le sugieras al director de tu centro que un día en la tertulia de los numerarios hablen de la web, a ver qué te contesta. Conozco a algunos que para entrar en la página se tienen que ir a casa de un familiar o de un amigo, y claro está son los que saben que existe este sitio.

Hace unas semanas estuve con una persona, numeraria ella. Me llamó porque lo estaba pasando mal. Lleva casi cuarenta años en el Opus Dei. No quería que nadie nos viera, y nos fuimos a comer a un pueblo a 50 Km. de la ciudad en la que vivimos. Se moría de miedo. En el restaurante miraba para todos lados, intranquilo. !Qué triste! Menos mal que se animó un poco con la cervercita y se distrajo.

Me alegra que estés a gusto en la Obra. Creo que es bastante satisfactorio estar en el lugar en que uno cree que es donde  debe estar. De todos modos, no sé si estás de acuerdo con todo lo que ves, escuchas y vives.

Te hablo pensando en que eres un supernumerario y te cuento unas cuantas "anécdotas"

Estuve durante unos años atendiendo grupos de supernumerias. No podía soportar estar semanalmente rellenando fichas con datos personales. Pregunta tu encargado o celador. Me sentía fatal dando consejos sobre el matrimonio, yo, que no me había comido una rosca. Meterme en sus cosas, en su vida, en su casa.

Cuando llegaban las fechas de las convivencias, me obligaban a perseguirlas. Había algunas que no podían hacerla. Insistíamos una y otra vez. Yo cuando lo decidia, dejada de llamarlas por teléfono, arriesgándome a una seria llamada de atención. No comprendía que las directoras no confiaran en los motivos que ellas daban para no asistir.

En una ocasión, teníamos retiro en un centro. La encargada me llevó a una salita y me dijo: "Busca a fulanita, y que escriba la carta. Ha llegado una nota de la delegación y tenemos que hablar con las más preparadas para que piten, hay gracia especial". Y se fue. Yo me quedé ciega, muda y sorda. Cuando reaccioné, obedientemente me fui a buscar a la víctima. Nos fuimos a una habitación. No sé lo que le dije. Ni si quiera era amiga mía. La suya estaba de curso anual, y yo había estado con ella dos o tres veces. Le puse las cuartillas y la pluma por delante, pues la encargada me dijo que lo hiciera así. Ella empezó a escribir. Le temblaban las manos. Yo me mordía las uñas. Cuando iba por la segunda línea, soltó la pluma, abrió la puerta y se fue. Me quedé tiesa. Había entrado en el juego del "compelle entrare". Estaba judando con la vida de una persona. Ojalá me la enconatrara para poder pedirle perdón.

Ya ves cuántas cosas hice mal. También dejé de hacer otras muchas, es decir omití el deber de caridad. Desoí a gente que me necesitaba, por acudir a un círculo vacío o a una reunión sin ssentido. No corregía a la directora entregada de un centro que con la mayor frescura me comentó: !Yo, la administración nunca, qué orror trabajar los domingos! !Eso para otras!. Era la misma que predicaba maravillas sobre vida de entrega. Tampoco corregí a las sibaritas, prepotentes y sabias, que hacían mucha corrección fraterna pero nunca fregaron un plato ni cogiero una escoba. Eran marquesas, en familias numerosas y pobres. Debí convocar a huelga al personal que soporó durante años las meditaciones de un cura que una y otra vez sacaba las fichas manidas, y volvía a repetir lo mismo, aunque las numerarias ya no usaran velo. Una plaza en el sorteo de la lotería de Navidad, le hubiera hecho feliz y a nosotras también.

Prediqué sobre pobreza, sin creer en lo que decía. Hablé de caridad, una caridad inventada. Hice la "enmedatio", por quedar bien, porque me horrorizaba ponerme de rodillas delante de 14 mujeres. !Patético!Pero yo tenía que hacer todo ésto, porque tenía vocación, y tenía que ser fiel. Y no plantearme nada, porque el tema de vocación "no se toca", hasta que lo toqué y !GRACIAS A DIOS ME FUI!,  por mi bien, y supongo que por el de las demás.

Esto es una muestra de lo que hice mal, ya tienes un ejemplo, pero un día decidí hacer las cosas bien, meter la pata por mi cuenta y obedecerme a mí !Y qué feliz soy!

Saludos, Books.









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