El Opus Dei te inculca...- Lali Riera
Fecha Monday, 30 July 2007
Tema 010. Testimonios


El Opus Dei te inculca desde que conoces a alguno de ellos, la vida y milagros del fundador, y el resto de tu vida seguirás oyendo y leyendo su vida. Es como si fuera el único santo de la Iglesia, desde luego el mejor. Para él van todas las súplicas y oraciones, la admiración.

 

No existe para ellos otro santo, sólo algún libro de alguno. A los demás no se les da valor ni se les conoce. ¿Hay algo más bonito que leer e impregnarse de la vida de todos los santos? ¿Hay algo mejor que aprender de ellos? Que de todos se puede aprender.

 

El Opus Dei pertenece a la Iglesia que es Una, Santa, Católica y Apostólica y si tienen fe ¿por qué no creen en los demás santos? A todos les hacen de menos, les quitan méritos. Cuantos más santos conoces mejor. El Opus Dei hace de su fundador no un santo sino un líder.

 

Hay personas del Opus Dei que, lejos de ser uno más como pide la humildad, se creen con derechos a honra, a honores con derecho a información extra, seguir con control y tener a sus pies a los demás por haber sido director durante un tiempo o toda su vida, da igual.

 

En el Opus Dei hay costumbre de poner flores en sus múltiples celebraciones, cantidades de flores que depende de cómo se celebre, si las fiestas son grandes o medianas se gasta una vergonzosa cantidad de dinero. Las flores las ponen sin agua para que se consuman delante del Señor. Creo que la Virgen les diría: “Consúmete tú y no la flor”.

 

Los numerarios no saben tratar a los niños, ponerles notas sí, pero jugar, quererlos no, porque de ordinario se van de su casa jóvenes y tratan poco a sus hermanos. Desde el principio hacen del Opus Dei su familia y ahí vuelcan sus fuerzas, cariño y demás. Olvidas a tus familiares e incluso notas que estás en otra órbita y que en 10 minutos has acabado la visita. Apenas los conoces porque no los tratas. Hay algo que te repiten: “Al Opus Dei no vienes a querer ni a que te quieran”, eso lo he comprobado yo, que ni me han permitido querer ni me han querido.

 

Cuando sales al mundo real no se sabe estar con la gente, con los niños; no entiendes el verdadero cariño ni a sentirte madre o con corazón de madre. Después tratas a los niños y los disfrutas, aprendes de ellos, juegas, los quieres y te quieren, palpas el alma de los niños y te quedas boquiabierta de lo que te has perdido durante tanto tiempo por el dichoso cúmulo de normas. Dios quiere que la ternura sea para los demás y a través de ellos llegas a Dios.

 

Cuántas veces te corrigen porque manifiestas tus sentimientos y lloras. Te dicen: procura que no te vean, que no se den cuenta, olvídate de ti y atiende a tus obligaciones. ¡Hala! ¡Hala! No le des más vueltas, ponte a trabajar, sonríe, disimula, no des mal ejemplo, no puedes presentarte así. Es decir, qué más da tus sufrimientos, ¡qué más da la persona! Cosas de la imaginación. Tú sal, debes ser fuerte y cumple con tu deber, te necesitan. Una palmadita y al ruedo. Si no te pones en su piel, si no la comprendes, por  no ser no eres ni humana y mucho menos divina.

 

Es más, te han enseñado a quejarte sólo al de turno, nadie más debe saber de tu salud, de tu estado de ánimo y problemas. Los demás no deben saber, no te conocen, no saben de ti y por tanto se vive en una perpetua compostura y nunca con auténtico cariño. Te comunicas con palabras estereotipadas igual que las conversaciones, no te permiten hablar de tus preocupaciones. En el fondo no se conocen, es algo impersonal y superficial. ¡Familia! Entiendo que vaya tanta gente al psiquiatra.

 

Lali Riera









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