El aire de familia o los aires que se da la familia.- Luxindex
Fecha Monday, 09 July 2007
Tema 080. Familias del Opus Dei


Vadovia, no sé si lo que buscas es El trabajo en las primeras residencias o Recuerdos de una vida generosa. El caso es que repasando estos enlaces para facilitártelos me encontré con otro (Tía Carmen y el aire de familia de los centros del Opus Dei) que me trajo recuerdos. Dice así:

 

Tía Carmen y el aire de familia de los centros del Opus Dei

 

Texto de Mons. Álvaro del Portillo sobre Tía Carmen en la entrevista al sucesor de San Josemaría publicada en Rialp. 30 de mayo de 2007

 

La Abuela y tía Carmen se ocuparon de la administración doméstica de los Centros de la Obra hasta que pudieron hacerse cargo de estos trabajos las mujeres del Opus Dei.

 

Transmitieron el calor que había caracterizado la vida doméstica de la familia Escrivá a la familia sobrenatural que el Fundador estaba formando. Nosotros íbamos aprendiendo a reconocerlo en el buen gusto de tantos pequeños detalles, en la delicadeza en el trato mutuo, en el cuidado de las cosas materiales de la casa, que implican –es lo más importante– una constante preocupación por los demás y un espíritu de servicio, hecho de vigilancia y abnegación; lo habíamos contemplado en la persona del Padre y lo veíamos confirmado en la Abuela y en tía Carmen.

 

Era natural que procurásemos atesorar todo esto, y así, con espontánea sencillez, arraigaron en nosotros costumbres y tradiciones familiares que aún se viven hoy en los Centros de la Obra: las fotografías o retratos de familia, que dan un tono más íntimo a la casa; un postre sencillo para festejar un santo; el poner con cariño y buen gusto unas flores delante de una imagen de la Virgen, o en un rincón de la casa, etc.

 

El aire de familia característico del Opus Dei se debe a su Fundador. Pero si acertó a plasmar este estilo de vida en nuestros Centros no fue sólo en virtud del carisma fundacional, sino también por la educación que había recibido en el hogar paterno. Y es justo resaltar que su madre y su hermana le secundaron de modo muy eficaz.

 

Bla, bla, bla...

 

Tengo la fortuna de haber tenido unos padres cariñosísimos entre sí y para con sus hijos. Ambos fueron supernumerarios que bienintencionadamente nos contagiaron el Opus Dei ®, pero que, prudentemente, en la educación que nos dieron también nos suministraron el antídoto. Así que, cuando abandonamos la barca (varios hermanos y yo), la gazmoña barca, ya nos tenían sacado el pasaje para el fenomenal trasatlántico que es la vida. Dicho de otro modo, siempre fueron padres antes que supernumerarios.

 

Cuento esto para que se entienda que, comparando con mi experiencia familiar, el aire de familia en el Opus Dei ® yo nunca lo sintiera (a no ser que por aire entendamos eso: aire y nada más; inconsistencia, o afectación). Más bien me sentí de permanente visita, entre otras muchas cosas más importantes, por estar rodeado de fotos espectrales que no eran sino una versión rancia de los pósteres con los que los fans adolescentes marcan sus dominios. Sí, las fotos de esos extraños me hacían sentir de visita. Y así fue.

 

Que “el aire de familia característico del Opus Dei se debe a su Fundador” no hay quien lo dude, ni tampoco que la impuesta admiración, incluso simpatía, por la Abuela y tía Carmen era ridícula, por ser la evidencia de la obligada adopción (que es uno de los pasos necesarios para hacerse holocausto) de una familia ajena. Era una especie de extraña adopción por poderes.

 

«Os quiero como todas las madres del mundo juntas» decía –cursi y embaucadoramente- el fundador. Pero los que dicen amar tanto, en realidad, no aman lo suficiente: tan sólo buscan que los amen.

 

A Álvaro Portillo, que tras la desaparición inopinada (inopinada, así lo podemos adjetivar tras fallar tanta macabra predicción sobre su propia muerte) del santo-Bala parecía su resignado viudo, le oí recordar ese pretencioso pensamiento. Ignoro si Javi (que parecía ese hermano pequeño que antiguamente hacía de carabina), que hoy ha llegado a prelado chusquero tras una brillante carrera profesional que consistió -en la era preinalámbrica- en recoger y soltar el cable del micrófono del fundador para evitar que tropezara precipitándose sobre el rendido auditorio durante sus píos números, también habrá recordado tan grosera frase en algunos de sus bolos o ladrillos.

 

Bien pensado, si Javi no hubiese sido tan profesional en su trabajo tal vez hubiésemos conocido la sublime estampa de ver a monseñor abalanzado sobre el público, a lo Peter Gabriel en sus inicios.

 

Ojalá el Padre en lugar de prohijarnos a tantos se hubiese limitado a ser el padre del slam -lanzarse al público-. En cualquier caso, hubiese sido una bonita escenificación de su confianza ciega en el grupo, en sus hijos... y la primera vez, que yo sepa, que un show congrega a cien notarios.

 

Pido perdón a quien se ofenda, pero la mejor manera de hablar de las cosas ridículas es mostrándolas como son: ridículas. Y lo del aire de familia de el Opus Dei ®, con sus empalagosos crespillos hechos de carisma, huevo y mucha borraja; sus ramos hechos con gusto y con la flor de nuestra vida; y sus serias fotografías de serie... siempre será ridículo.

 

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