Hola Marietta:

Quiero comentarte lo que llamas "replica". Por mi parte, carece de importancia el tema "faldas", es más, creo que, en el escrito,  indico mi incapacidad para juzgar este tema. Valoro la manera de enfocar  el tema por parte de los directores de  la Obra, y esto sí que para mi es importante.

Lo de "tonta ella, tonto él", carece de intencionalidad sexual, y puedes comprobarlo, si lees con atención mi escrito. Es una frase que escuchaba de un amigo, recientemente fallecido, y al que quiero con todo mi corazón,  refiriéndose a los amantes de Teruel, y, en este caso, la apliqué, indicando que hubo  ingenuidad por parte de las personas implicadas, ya que un sacerdote y una numeraria, a la más mínima, han de evitar cualquier situación incómoda. Personalmente, creo que no hubo nada importante, tal vez admiración por parte de la numeraria, y Antonio no se dio cuenta del tema. Después se hizo una bola de nieve, y con la opacidad de estos temas en la Obra, se lio "la troca".

En ningún caso he dudado de la calidad humana y espiritual de Antonio, y que fue sacerdote cien por cien. Recuerdo el caso de Mossen Cinto Verdaguer que sufrió enormemente por las malas lenguas, y para mi fue una persona excepcional. Llegó a decir: "Predicadores del evangelio, dónde está vuestra caridad". Este es el camino que señalo en mi escrito,y no analizo la situación de "faldas", ya que ni la conozco, ni puedo conocerla, ni tiene para mi la menor relevancia. Nunca me meto a comentar "temas de faldas, ni de pantalones", ya que considero que sólo a las personas implicadas les importan. Mi carta se orienta a destacar la falta de caridad con la que habitualmente se resuelven estos temas en la Obra, si no se obedecen los dictados de la cúplula.

Un saludo, y mi mayor afecto hacia Antonio, quien tiene toda mi admiración y respeto. Yo  no soy nadie para juzgarle, y sí  quiero destacar su dolor y la incomprensión recibida de las personas que tenían la obligación de tratarle con la máxima caridad, generosidad y cariño.

Rocabertí