Revisando texto antiguos.- Armando
Fecha Friday, 29 June 2007
Tema 070. Costumbres y Praxis


Aprovechando estas vacaciones invernales que terminan hoy, he indagado en los archivos de los artículos que se han publicado en  OpusLibros desde su aparecimiento en el ciberespacio. Comentarlos todos sería una tarea muy ardua pero me gustaría hacerlo, igual en las vacaciones del próximo verano me anime a hacer un trabajo de sistematización, pero a lo que voy, el leer esos textos me hace ver las similitudes de nuestras vidas dentro de la Obra.

 

Un dato que deseo resaltar es el tema del cilicio, leer la forma en que muchas y muchos se enteraron de su existencia me hizo recordar mi encuentro con ese instrumento. La primera idea básica es que nunca te dicen que existe hasta que te enteras por accidente, yo pensé que solo mi caso había sido así, pero veo que a muchos nos pasó igual. Mi conocimiento del mismo fue gracias a que uno del grupo lo dejó olvidado en el baño, yo ni cuenta me di, si es cierto que entré, observé una cosa enrollada como de alambre algo ya maltrecho y anudado con unas cintas, pero no le presté atención. Cuándo salí hacia el salón para la tertulia semanal, me di cuenta que uno se puso rojo y nervioso, una vez traspasé la puerta, salió corriendo hacia el baño. Al incorporarse a la tertulia dijo lo que había pasado, todas las miradas se dirigieron hacia mi, en ese entonces “farolillo rojo” y el director reprendió a este por hablar de eso en esa forma.

 

Entonces el otro me preguntó “¿no sabes aún que debes usar un cilicio?”, yo no sabía que responder, le dije que no y vamos, me hundí en el sofá para no abrir el pico nunca más durante toda la tertulia. Pero me fui con eso en la cabeza a casa, al pensar en el nombre, pensé que se trataba de una crema ya que el cilicio me parecía era un componente químico, entonces deduje que era aplicarse esa cremita que producía escozor y eso era parte de la mortificación corporal.

 

Obviamente que al otro día me informaron de tal procedimiento, dándome el kit de mortificación para empezarlo a usar. Las primeras veces es un tormento porque más daño se hace uno al ponérselo que lo que supone llevarlo puesto. Primero porque no se aprieta con gana y entonces es una bailadera a lo Cantinflas al caminar, porque se trata de evitar que se caiga. Una vez se entra en la cuenta que debe apretarse, pues le da uno con fuerza para que ajuste bien y se nota la diferencia.

 

Pero como leía en los textos que he revisado en estos días, hay que entrenarse en la naturalidad, lo que supone saber sentarse, coger la posición adecuada para evitar más pinchazos y por otro lado que nadie lo note. En el caso de las chicas no sé, pero en el caso de  los chicos, uno debe aprender a cruzar la pierna, porque cuando se hace sin acordarse de que se lleva ese instrumento, vaya rebote que da la pierna al volver a su posición inicial. Es tan obvio como que está uno frente a los demás. Luego se aprende a subir escalones, ponerse de rodillas, correr y hasta saltar, claro que esto es con el tiempo. Lo último viene bien a aquellos que están dentro y que visitan nuestra página, tal vez así se animan a nuevos ejercicios para lograr la naturalidad tan deseada en cristianos comunes y corrientes en medio del mundo.

 

Cambiando de tema, resulta que de mi último “contacto” con gente de la Obra que narré hace dos días, se ha desatado una especie de “fiebre” por esos encuentros. El día de ayer me crucé por la calle con un supernumerario que atendí en su momento, él muy majo como siempre, me saludó pero veía en su mirada una tristeza, no sé como explicarlo. Es como que al verme pensara que yo estaba en pecado, o que él lo estaba pasando mal o todavía peor, su mirada me decía “¿por qué te fuiste y nos dejaste con el que ahora nos atiende?”.

 

Hoy por la mañana –estoy escribiendo el día jueves aunque esto aparecerá el viernes 29-nuevamente me topé con dos supernumerarios del grupo que atendí. Yo al verlos me lancé a saludarlos efusivamente, estos quedaron algo confusos ante mi actitud tan campechana, pero la verdad me alegraba verlos. Y la misma situación que el día anterior, esa mirada perdida, triste, sin brillo, era un contraste. Además esta mañana me había esmerado en mi arreglo personal porque tenía una comida al medio día, así que iba muy lozano y más feliz que unas pascuas.

 

No les di tiempo a las preguntas de rigor sobre el estado de mi alma y si aún seguía el trato con Dios y todo el interrogatorio típico de los de dentro cuando ven a un ex “hermano”. Saludé comedidamente, me interese por su salud y despedida, porque llevaba prisa y aún debía pasar a comprar el desayuno.

 

Ha sido una experiencia interesante, porque es como ver fosilizado tu pasado, como que si regresaras a tu vida anterior y contemplaras desde fuera lo que eras tú hasta hace poco tiempo, en este caso yo. Quería compartirlo con vosotros, igual no tiene importancia alguna pero uno nunca sabe.

 

Bueno, terminan unas vacaciones muy agitadas, movidillas y a ver que me depara el nuevo semestre.

 

Abrazos

 

Armando









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