Los he visto nuevamente.- Armando
Fecha Wednesday, 27 June 2007
Tema 040. Después de marcharse


Por esas situaciones en las que te coloca la vida, que no son grandes sino que constituyen pequeños hitos en el diario vivir, me tocó pasar en una calle lateral a la iglesia en la cual se celebró la Misa por el día del fundador del Opus. Pude haber dado un gran rodeo para evitar el paso por ese sitio, pero no estaba por la labor de cambiar mi caminata, mi paseo vespertino, solo por no topármelos.

 

En fin que los pude ver en toda su magnificencia, no sé si me vieron a mi y si lo hicieron pues a mi me da igual. El espectáculo era digno de verse por los conocedores del tema. Un grupo de cuatro numerarios jóvenes apostados en la puerta, dando el folletito para seguir la Misa a todos los que ingresaban al recinto sagrado, seguro que eran adscritos porque esa era la tarea que se les asigna y además, porque no conocía a ninguno. Al mismo tiempo, varias chicas en cuadrillas traspasando el umbral con el temor reflejado en todo su ser por el peligro de rozar la mano de quien le daba el folleto. Atrás un grupo de chavales, los más encajados de alguno de los clubs, que sonrientes se aprestaban a su presentación en la sociedad Opus, porque hay que reconocer que el evento también tiene esas connotaciones, es como una puesta al día de quienes son y quienes han dejado de ser.

 

Al contemplar a esos jóvenes pensé en lo que estarían viviendo. Por un lado el aire de superioridad que caracteriza a los fieles de la Prelatura, arrogancia que también viví entregado totalmente a la causa, esa risa nada normal que refleja muchas cosas que se esconden tras una apariencia de felicidad. Pero por otra parte, me hizo pensar en lo que estarían viviendo ya en esos primeros meses o años de vocación y lo que vendría luego. En mi interior dirigí una oración a Dios, le dije porque no le pedí, que ojalá esos chicos abrieran pronto los ojos cuando aún están a tiempo.

 

Pero como tampoco era mi intención permanecer de vigía en tal sitio, al momento de marcar el semáforo el paso para seguir con mi paseo, enfilé por aquellas calles bañadas por los últimos rayos de un sol invernal que invitaba a disfrutarlo. El sentir el viento del sur que soplaba suavemente y que me daba al rostro, me hacía apreciar la libertad de la cual gozo ahora. Junto con la melancolía que tal escena me produjo al recordar mis años dentro y lo que se cocinaba en fechas como esta, me inundó una alegría inmensa al saber que ya estaba libre de aquellas ataduras que lejos de acercarme a Dios, me separaban de Él en forma irremediable.

 

En el trayecto me vino a la memoria el escrito de Oráculo sobre Dn. Antonio Petit [La historia inmoral del Opus Dei] y me hizo reflexionar sobre cuántos en situación similar estaban dentro de la Iglesia que había dejado atrás. Bajo una apariencia de normalidad muchas almas padecían la acusación sin derecho a una defensa legítima. Cuántos ya estaban señalados sin haber abierto la boca y el asistir a esa Misa constituía un motivo más de humillación, porque los que le encomendaban, se preguntaban si ese “hermano” reaccionaría y cambiaría su actitud. Jamás nadie le había preguntado si tales acusaciones eran ciertas o no, sencillamente todos a obedecer y a encomendar, de paso, a alejarse un poco por si aquel mal “del alma” era contagioso.

 

Pero gracias a Dios, en forma egoísta llegué a pensar que yo ya estaba liberado de tales situaciones, porque así como las padeció Dn. Antonio Petit, así las padecí yo y las padecimos muchos. De igual forma, las hicimos padecer a otros tantos, porque la situación dentro es de víctimas, claro que si, pero en algunos casos como el mío, también de victimarios. Es decir, estuve en las dos situaciones y de ambas no privilegio a ninguna, porque luego te queda un mal sabor del alma que cuesta superar.

 

Entonces redoblé ahora si mi petición para que esos chavales abrieran pronto los ojos, porque aún están a tiempo, el daño no es tan grave, aunque igual si. Pensaba precisamente que si a esa edad me hubiera ido, ahora tal vez tendría resuelta esa etapa que aún no ha sido superada y es la de los afectos. El viernes por la noche hablé por teléfono con una ex numeraria amiga mía que vive en otra ciudad, por supuesto salió este tema y la decía que no es fácil, queda aún el temor de dar el corazón, de encauzar por la vía adecuada, normal y natural los afectos. Que cuando he estado con alguna que me demuestra un afecto especial, tiendo a huir o a portarme como un infante, como el inexperto que soy que no sabe manejar la situación. Por eso creo que si los que aún son jóvenes, logran  deshacerse de esas ataduras del Opus, tienen más posibilidad de salir adelante.

 

No creo que la causa en ese terreno esté perdida, pero si que debo tener mucha paciencia para poder superarla y colocarme por fin en el grado de madurez propio de mi edad, solo así sé que podré ya plantearme el unir mi vida a otra persona para un proyecto común. No obstante, el tema no me agobia, ya no es motivo de depresiones y melancolías tontas, sino que lo coloco en su justa dimensión y aún estoy en ello.

 

Lo importante es ver hacia delante y si por azares del destino nos toca toparnos con nuestro pasado al caminar por la calle, lo contemplamos como lo que es, lo ya vivido, se da gracias por estar liberado y con una sonrisa auténtica, que nace del gusto por la libertad, vivir la vida con plenitud.

 

Feliz inicio de verano para los que tenéis la suerte de tenerla ya en vuestros pagos.

 

Armando









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