Anima Carmen Charo a participar en las próximas tertulias con el Prelado de la Obra en Valencia, e intentar formular alguna pregunta.

            Según ella misma dice, es un intento imposible, porque, como advierte acertadamente Marcus Tank, cuando en esta institución se presume de algo, hay que pensar inmediatamente que lo que en realidad sucede es justamente lo contrario.

            Desde los tiempos del Fundador (pues los sucesores no han hecho más que continuar lo que aquél hacía), todo está absolutamente controlado: las preguntas y los que van a formularlas. Y respecto a las respuestas, los montadores de las películas que se hacen de esas reuniones quitan lo que la superioridad les indique, y hasta se permiten rehacer lo que parezca oportuno a los Directores.

            Por eso, al repetirse cansinamente el mismo guión, estas películas han pasado a ser una de las principales penitencias de los miembros de la Prelatura. Todo está dentro de lo previsible. Y la puesta en escena es repetitiva. Con lo que todo resulta tan aburrido como las colaboraciones que mandan desde las Regiones para ser publicadas en Noticias o, supongo, en Crónica.

Y, si a eso se suma que el estilo del Fundador, que en su momento podía parecer entretenido a los convencidos, hoy resulta bastante obsoleto; que don Álvaro era de una pesadez insoportable; y que el Prelado actual es una mala copia del estilo de Escrivá, pero treinta años después…, es fácil imaginarse las pestes que pueden echar por lo bajini l@s Numerari@s en la noche del sábado anterior al retiro, y l@s demás fieles de la Prelatura cuando van a sus respectivas Convivencias anuales y les proyectan estos documentales.

                                                           Trinity