Me acaban de contar esta anécdota sobre las EFAS.
Hablamos de un pueblo agrícola, con una prosperidad creciente, a finales de los 60 -principio de los 70. Era relativamente común que las órdenes religiosas pasaran por el pueblo para llevar a muchachos a estudiar a sus internados. Y tras ellos, llegaban las EFAS.
El caso es que la familia de la que hablamos decide mandar al hijo y a la hija a la EFA. El muchacho con el tiempo se haría cargo de las tierras y la hija del hostal que la madre acababa de abrir para los muchos camioneros y comerciales que paraban en el pueblo. Le habían dicho que iba a aprender gestión hostelera.
El caso es que la chica estaba cada vez más nerviosa: se tenía que levantar a las 6 de la mañana, llevar guantes para servir, ponerse cofia, ir almidonada, llamar a todo el mundo de Vd., rezar a todas horas, servir con pinzas, etc... Así que la madre, que tenía otra idea de lo que era un hostal para gente trabajadora, se mosqueó y se fue a hablar con la Señorita que dirigía el Centro.
Le preguntaba y vuelta a preguntar sobre los estudios que recibía su hija, cuál era su orientación, fines, etc... y la otra vuelta a darle largas y a dorarle la píldora.
Finalmente, la madre le preguntó:
- Vamos a ver, siendo sincera: cuando mi hija acabe estos estudios, ¿podrá dirigir este centro como lo hace Vd.?
- Pues no.
- Pues hemos acabado. Nos vamos.
Y como me lo contaron, os lo cuento.
Ramón