Las capas blancas.- Beto
Fecha Friday, 08 June 2007
Tema 010. Testimonios


            Desde hace algún tiempo leo con regularidad los escritos de esta página y hoy, por fin, me decidí a escribir en ella aprovechando un pequeño detalle que Nacho Fernández incluyó en “Sólo hubo dos supernumerarios internos”. Pero antes, y como corresponde, debo deciros que fui numerario desde el año 72 hasta 91, que me marché porque llegué al convencimiento de que no era mi sitio (al menos, no el sitio que me habían dicho y en el que me sintiese a gusto, que no cómodo que son cosas muy diferentes); que mi salida no fue traumática (no hubo portazos, ni malas caras), de lo que a día de hoy todavía sigo sorprendiéndome; y que desde ese momento hasta el presente cambiaron muchas cosas en mi vida y en general para mejor.

 

En estos años fuera fui “poniéndole nombre” (es decir, definiendo y asentando) a los motivos que me llevaron a cerrar un capítulo que vitalmente comprendió unos años importantes, todos los de mi más temprana juventud y primeros del ejercicio profesional. En esta tarea me ayudó el apoyo de personas que en nada tenían que ver con la Obra y que me enseñaron, sin poses magisteriales ni autosuficientes, que así como la vida es muy variada, también lo es la vida cristiana. El caso es que en estos años fui elaborando algunas ideas e intuiciones para “consumo propio” sobre los fundamentos doctrinales (a veces doctrinarios) de la Obra, sobre los aspectos concretos que viví (y que por algunos cargos internos debía asegurarme de que se vivían: vida de familia, criterios, praxis y demás), sobre el lugar que ocupaba el trabajo profesional, sobre los intereses apostólicos, y otros más de los que habrá tiempo más delante de hablar. Cuando hace algo más de un año encontré esta página, me di cuenta de que, como bien me suponía, éramos muchas las personas que, dejando a un lado las particularidades de cada una, teníamos percepciones y convicciones similares, y que las razones de nuestra marcha fueron realmente razones con fundamento teológico, eclesiológico y, no menos importante, humano. En resumen, y para terminar esta autopresentación, me alegró encontraros y ver que “a pesar de los pesares” (frase tópica) seguís empeñados en ser mejores personas cada día.

 

            Y ahora el detalle que me llamó la atención del escrito de Nacho, el de las capas blancas. Hace algunas semanas que, curiosamente, me vino a la cabeza después de leer otras contribuciones; siento no saber cuáles con exactitud, pero sí recuerdo que tenían que ver con la mentalidad laical y la contradicción de algunas de las prácticas y sobre todo con el modo de vida de los numerarios. Recordé entonces que a mediados de los años ochenta alguien, con toda probabilidad un sacerdote numerario de cierta edad, no sé si en una tertulia o en una meditación, comentó esa idea de que los numerarios usaran una capa blanca para algunos actos de la vida de familia. Nacho habla de las exposiciones del Santísimo; a mí me parece recordar que el que nos hizo el comentario se refirió a las tertulias. El detalle nos llamó la atención a los presentes; uno de ellos, bastante bromista y extrovertido, se dedicó después durante un rato a gesticular como quien se acomoda la capa sobre los hombros y luego se pasea dándole vuelo. Si no me falla la memoria, me parece que quien hizo el comentario añadió que el motivo de ese atavío era mostrar nuestra condición de milicia, algo así como las capas que con sus correspondientes distintivos, llevaban los caballeros de las órdenes militares (Alcántara, Calatrava, Montesa y Santiago, por orden alfabético). El detalle me causó cierta sorpresa en su momento y pasó a engrosar la lista del argumentario que con el paso de los años rebosaría hasta hacerme la gran pregunta, ¿qué hace un chico como yo en un lugar como éste? Ya sé que nadie pensará que me marché por este asunto, pero por si alguien lo piensa que sepa que fue porque éste y otros de mayor enjundia (por ejemplo, la resistencia de algunas personas a aceptar que yo no quería ser cura porque veía que mi lugar en el mundo era la profesión que había elegido), me empezaron a alimentar la sospecha de que en la Obra se hablaba mucho de “laicidad”, pero que la realidad iba por otros derroteros. Espero contároslos en sucesivos escritos.

 

Beto









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