Vidas cruzadas (y III).- Satur
Fecha Friday, 25 May 2007
Tema 100. Aspectos sociológicos


VIDAS CRUZADAS (y III)

Satur, 25 de mayo de 2007

 

 

El impacto del cese del comité directivo fue como el fogonazo de magnesio que quedará impresionado en las retinas de generaciones y generaciones de profesores y alumnos. Nadie podía pensar qué había sucedido, qué habrían hecho, para que fueran fulminados de esa manera. Parecía que se repetía la escena neotestamentaria de Ananías y su mujer delante de San Pedro, esa que en dos líneas se van los dos a la mierda sin contemplaciones.

 

Y, lo que era peor, no se les echaba del colegio: se les cesaba, pero seguían como profesores de a pie . Eso era una humillación en toda regla. Y un regocijo y alegría festiva para el resto que se frotaban las manos sólo de poderles mirar cara a cara y decirles “a ver, a ver, ¿cómo era eso del sobrecito de las mil pesetillas, pedazo de cabrón?”…



Se resistieron como gato panza arriba. Escribieron a Comisión, fueron a Comisión, escribieron al Padre, fueron a la delegación, movieron todas sus influencias, amenazaron con todo tipo de querellas, apelaron a las más altas instancias… y, nada, a la puta aula. ¡Pues bueno era el tal Santiago!

 

Santiago que, por cierto, además de la raya en medio poseía un bigote de color rubio que destacaba sobre su negro natural (¿bote?, ¿nicotina?, ¿sorbetes?...) era un hombre que pensó que Fomento necesitaba de auténticos profesionales que supieran gestionar los colegios. Y para Santiago los colegios eran empresas, así que… quién mejor que los empresarios para dirigir un colegio. Dicho y hecho: buscó entre los padres de los colegios empresarios de prestigio que dirigieran los centros según criterios de empresa, y no poetas y licenciados en pedagogía que no tienen ni puta idea de qué es eso de un balance y que habían llevado a la bancarrota a la Institución.

 

Se empeñó en ello y al cabo de un año tenía decenas de colegios en manos de empresarios locales, en general padres prolíficos además de supernumerarios entregados a la causa. El problema era que, la verdad, cuando un empresario triunfa en su empresa es muy difícil que la abandone por un colegio, por muy grande y bonito que sea, así que los fichajes, en general, eran de medio pelo - acorde al sueldo que ofrece Fomento a sus directores - y, todo hay que decirlo, no sabían donde se metían. Un colegio no es una empresa.

 

En el colegio que nos ocupa el director que se buscó era, efectivamente, un peso pesado, y un fichaje de primera. Trabajaba en Madrid, pero su mujer – los dos ya eran mayores – vivía en nuestra ciudad y por razones familiares decidió asentarse y estar cerca de los suyos. Se puede decir que perdió mucho a cambio de nada. Demasiado buena persona, demasiado buen profesional, demasiado honrado para la panda de navajeros, vagos, malagente, tristes aves de corral, cobardes, envidiosos y mediocres de distinto signo que allí se iba a encontrar.

 

El que lo vio, lo sabe.

 

Doy gracias Dios de no haber estado allí para ver el final profesional de aquella grandísima persona.

 

Pero sí vi, y desde el palco, lo que a continuación se cuenta.

 

Habíamos dejado a Miquel y a Ramón – director y secretario del comité directivo – cesados y con cara de “pero cómo é que ma pasao esto a mi”. Pero la cosa se complicó más. Resulta que Ramón, mira tú por donde, aunque a todos los efectos ejercía de secretario del comité directivo, y durante seis años, no había sido nombrado de manera oficial por Fomento. Digamos que Miquel le ascendió, pero no lo comunicó a las oficinas centrales, de tal modo que, aunque de facto lo era, y así se le reconocía autoridad en el colegio, de iure no lo era.

 

Cuando Fomento te nombra directivo te lo hace saber mediante comunicación escrita. En el caso de Ramón no era así. Y de eso se hace valer Don Santiago and friends para comunicarle a Ramón que pasa a ser profesor de 2º de primaria y que a efectos de contrato y sueldo que se olvide de su antiguo puesto porque no hay nada. Y si no te gusta, pues vete.

 

¿Quién entra a formar parte del nuevo comité directivo?, ¿hein?... ¡bingo!: nuestro amigo Joan. Joan es el nuevo subdirector.

 

Misterio grande saber cómo aparece el licenciado Joan en la nueva terna. Pero allí está. Mientras tanto, Jordi, que ve que pintan bastos, cambia rápido de chaqueta, se quita los tatuajes de Bloom, se pinta nuevos tatuajes, se aleja de Ramón – está enloquecido con el cese y amenaza con querellarse con Fomento, con Santiago, con la Prelatura y con todo el que se le ponga por delante -, y se arrima zalamero al nuevo director y a Joan, palmea a profesores y alumnos, y dice que no le extraña nada el cese de Miguel, que había ido demasiado lejos…

 

Ramón, en una espiral de obsesión por su causa y sintiéndose muy solo, decide llevar a magistratura a Fomento. Está seguro que serán muchos los que declararán que, efectivamente, él ejerció durante seis años de secretario del comité directivo, por lo tanto sus derechos como directivo serán respetados y su antigüedad en sueldo admitida- Mientras tanto, seguía en el colegio de profesor de un curso de primaria.

 

Llegó el deseado juicio. Yo no presencié los hechos, pero sí el resultado. Horas después de la vista fui a visitar a Joan a su flamante despacho de subdirector - ¡cómo les gusta cambiar decoraciones y disposiciones curiosas a muchos directivos!- y me lo encuentro abatido, casi lloroso, hundido. Acababa de declarar en el juicio representando a Fomento como directivo y su mala conciencia le delataba. Sabía que había traicionado una amistad de años… pero como le dijo santo Tomás Moro a su traidor amigo en otro juicio, siglos antes,… “¡si es por Escocia!”. Y así me lo contó.

 

Le preguntó el juez –  que no sé si era jueza – refiriéndose a Ramón, “¿conoce usted a Ramón Tal y Tal”. Y Joan contestó “ no”.

 

Ramón, su abogado, el mismo juez, le miraron incrédulos. “¿Que no conoce usted a Ramón Tal y Tal?”. – insistió.

 

“No. No le conozco. Quiero decir que no le conozco como Ramón Tal y Tal secretario del comité directivo. Le conozco como profesor del colegio… pero como Secretario, no, no le conozco. Para mi siempre ha sido un profesor más…”

 

Creo que nunca más rezarían el rosario juntos estos dos… Espejo de justicia… ¡¡¡RUEGA POR NOSOTROS!!!

 

A la salida del juicio se tuvo que tragar muchos, pero muchos sapos. Pero, ¿qué?, él allí ni siquiera era Joan Tal y Tal, era un directivo representando a su empresa.

 

La bolsa con las treinta monedas de plata ya está pintada desde entonces en sus retratos, aunque quisiera ocultarla.

 

La vida siguió para cada uno de ellos.

 

Miguel dejó el colegio, previo acuerdo económico, a inicios del siguiente curso. Hay que decir que fue un señor hasta el final. Supo retirarse con dignidad, a pesar de su soledad y del abandono de sus mejores amigos (¿amigos?). Sigue siendo supernumerario, que yo sepi.

 

Jordi sigue jugando al básquet y moviendo muñeca. En cada cambio ha sabido dar el salto a última hora, se ha limpiado tatuajes para dibujarse otros nuevos, y ha dejado unos cuantos cadáveres en la cuneta. Sigue siendo supernumerario.

 

Ramón sigue en el colegio. Le ha ido un poco mejor desde aquel día del juicio. No mucho mejor. Durante un tiempo, en su despacho, tenía un tríptico: en un lado había una alfa, en otro una omega, y en medio una foto de Santiago. Era un modo de esperar su venganza: estaba convencido de que volvería algún día al comité directivo. Sigue siendo supernumerario.

 

Santiago salió por la puerta de atrás, como tantos en Fomento. Le echó la culpa a las directoras de los colegios, y así lo escribió en una carta  de despedida que envió a todos los directores de todos los colegios de Fomento. Si alguien le ve, es mejor no recordarle esos años. Creo que ha vuelto a peinarse con raya en medio.

 

Joan , después de dos años de subdirector, fue nombrado director en otro colegio. Allí mejoró su condición, afinó la puntería, esmeró estrategias y supo “arribar” hasta lo más alto en Fomento. El gran recepcionista ha llegado muy lejos y muy alto, también dejando unos cuantos cadáveres en el camino – unos cuantos muchos-, saltando de aquí para allá, acertando siempre en el último momento… pero qué importa eso cuando sólo se tiene un propósito en la vida y como el conejo de Duracel, dura y dura y dura... Sigue siendo supernumerario.

 

Le sigue delatando un pequeño detalle que no ha sabido corregir. Es bruxista. Normalmente el bruxismo se da durante el sueño, pero a éste le da a todas horas. Los bruxistas, cuando se ponen nerviosos, o algo no sale como ellos desean, o se contrarían si  las cosas no acaban de tirar, de manera incontrolada, frotan las mandíbulas unas con otras produciendo un ruido seco, sordo y muy potente. Como si se arrastrase un mueble por el suelo sin encerar.

 

Esto, el que lo sabe, lo usa a su favor. Se dedica a ponerle nervioso, a llevarle la contraria, por el gozo de escuchar el croccotocroccroc de un tío que te mira en silencio, sonriendo y aparentemente sereno… y por dentro se está cagando en tós tus muertos.

 

El bruxista piensa que no se oye el crocrotocroc que producen sus mandíbulas, pero sí se escucha sí: más de uno encoge los hombros y achina los ojos pensando que se le cae el techo encima.

 

Vivimos en tiempos donde los mediocres se aúpan y escalan clavando sus garfios a cambio de un poquito de poder, de un mucho de vanidad y de océanos de estupidez , eso sí, con la seriedad de los mulos. Están en la política, en el periodismo, en la universidad, en la banca, en la educación… a diario somos testigos de biografías vacías y huecas que han llegado miserablemente a puestos que dan miedo. No hay nada.

 

Como canta el gallo en la versión de Wal Disney en Robin Hood: “ciudades hay, que pasan tiempos bien, y pasan tiempos mal… pero nunca hay tiempos bien, jamás en Nottingham

 

Satur

(fin de la serie)

 

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