Respuesta a Alef sobre D. Alfredo García.- Edu
Fecha Friday, 25 May 2007
Tema 010. Testimonios


Pregunta Alef  (23 de mayo) qué fue de D. Alfredo García, sacerdote numerario. Nacho Fernández hizo una reseña muy aclaratoria [en una nota a continuación del correo de Alef se habla de él] pues le conocía personalmente. Yo también.

 

D. Alfredo, como tantos sacerdotes mayores con años de experiencia pastoral era una persona BUENA. Fue un enamorado de Jesucristo que sufrió mucho dentro de la Obra de la que fue su Director Espiritual en España. También organizó la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra. ¡Casi nada! En su predicación siempre utilizaba el Evangelio y muy pocas veces los escritos de Escrivá (soy testigo de que cuando vivía en mi centro se le “indicó” que utilizara con más frecuencia los libros del fundador). Resultaba incómodo para el establishment y se le marginaba con  frecuencia. En su librería había publicaciones de teólogos – digamos – progresistas y avanzados. A mí llegaron a decirme que no utilizara los libros que tenía en su habitación sin consultarlo antes. Era un firme creyente del proceso renovador del Concilio Vaticano II y un gran latinista hasta el punto de que en varias ocasiones fue requerido por la Santa Sede para traducir textos al latín. Dentro de la Obra se decía con orgullo (pero no puedo asegurar que sea cierto) que algunos discursos del Papa en su primer viaje a España los escribió D. Alfredo. Fue él también – esto sí – quien junto a D. Jesús Urteaga, compuso la mayoría de las “Canciones de Casa”. Tocaba el piano y era un apasionado de Bach, Chopin y Montsalvatge. Hizo esfuerzos por apreciar la música de los Beatles aunque no llegó a conseguirlo.

 

Trabajó durante muchos años en la Conferencia Episcopal española y actuaba como secretario del entonces obispo de Segovia Mons. Palenzuela. Los directores del Opus no querían que se relacionase con gente ajena a la Obra. A mí me hicieron una corrección fraterna y – además – el director del centro me llamó luego la atención, por haberle acompañado un día a ver a Mons. Palenzuela a Segovia. Tenía prohibido salir de Madrid sin permiso expreso del director. Dentro de la Obra se le arrinconó por heterodoxo, como heterodoxo fue Jesucristo, vilipendiado y criticado por sus contemporáneos por ser amigo de publicanos, pecadores y prostitutas. D. Alfredo anteponía siempre la persona a la doctrina (como Jesús, de nuevo) y con ese espíritu bueno, comprensivo y santo, sufrió mucho los últimos años de su vida. Hablar con él era una delicia por la profundidad de su discurso y la humildad de su persona.

 

Sufrió tanto que hacia el año 1986 se escapó del centro donde vivía y se fue a atender una parroquia de una aldea en su Asturias natal. Allí vivió como un cura de pueblo unos 10 años haciendo el bien. Pero había sufrido tanto que acabó perdiendo la cabeza poco a poco. Desde la Comisión se hicieron gestiones para que volviera al redil y un buen día apareció en la sede de la Conferencia Episcopal con señales evidentes de demencia. Los últimos años de su vida los pasó de nuevo en un centro de la Obra con la cabeza totalmente ida pero donde – en honor a la verdad – se le cuidó con esmero hasta que un cáncer fulminante terminó con su vida. Está enterrado en el cementerio madrileño de la Almudena junto a otro santo (y mártir): D. Antonio Ruiz-Retegui.

 

Edu









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