A raiz del llamamiento del Papa a los obispos a lucha “ideológica”, este domingo, el Pais publicaba un artículo (“una cruzada oscurantista”) cuyo comienzo resumía, también, “ideológicamente”, el campo del conflicto:

“La modernidad que conocemos, la modernidad occidental que lleva a la democracia, se basa en la idea de la “autonomía del hombre”. Autos nomos, el hombre que es ley (nomos) para sí mismo (autos). El hombre es soberano, establece su propia ley, en vez de recibirla desde lo Alto y desde lo Otro, de un Dios trascendente. El hombre es libre precisamente por no estar ya obligado a obedecer normas que le vienen impuestas desde el exterior (eteros nomos, heteronomía), aunque en realidad por poderes terrenos que dicha voluntad divina pretende encarnar (Papas y/o Reyes). La premisa de la modernidad es la autonomía, su promesa es la soberanía del autogobierno”...

Leyendo este párrafo me vino a la memoria el escrito de Gervasio de 30 marzo "La cadena del proseltismo", ese que dice que “tienen su propia intelectualidad. Uno de sus más significativos intelectuales era Carlos Cardona Pescador (q.e.p.d.), que fue director espiritual de la Obra. De él dependía la llamada “censura interna”); sí el párrafo citado me hizo releer el título del segundo libro del filósofo que Gervasio había olvidado.

 El libro de Cardona se llamaba “metafísica de la opción intelectual”; lo había gestado en los años 64-66 y, ampliado, fue publicado por Rialp en 1973.

Entiendo que la obra de Cardona refleja tanto el programa como función ideológico-intelectual de su cargo como de la institución Opus Dei, durante un periodo, que intuyo, duró más de 20 años (en las décadas de los 60 y 70).

Y que bien mirado es un incidente más, dentro de la misma historia, de esa “lucha ideológica” antes mencionada. De una “lucha” cuya historia cada contendiente le pone su inicio y su final y cuyo resumen, para Carlos Cardona es: “de ahí que el antropocentrismo humanista del Renacimiento haya concluido su larga aventura en el más desolador ateísmo”.

Todas las tesis de Cardona  son, básicamente, un “refrito” de la obra de Cornelio Fabro, quien ya en su “introducción al ateísmo moderno” había dictaminado que Descartes es “virtualmente ateo”, Kant intrinsecamente “e consapevolmente ateo”, el sistema de Hegel “teismo en superficie y ateismo en profundidad”, ateos, de una manera u otra Locke, Malebranche, Leibniz, Schelling etc.

En definitiva, toda la “modernidad” filosófica y toda la “modernidad religiosa”, es decir desde Lutero hasta los teologos progresistas del siglo XX, lleva inoculado el virus del ateismo.

Frente a toda la "modernidad", el  baluarte filosófico-teológico había sido el tomismo. Y en efecto, durante finales del siglo XIX hasta 1970 se produjo un “boom” neoescolastico, con más de 15.000 títulos  publicados.

Muchos recordaran los nombres editados por Rialp, por los estudios internos o recomendados: Sertinllanges, I.M.Bochenski, Eulogio Palacios, Millan Puelles, J. Pieper, el curso de Roger Vernaux, E. Gilson, Garrigou-Lagrange, Maritain etc...

Lo cierto es que, por época, afinidad u oportunidad,  la intelectualidad militante de la Obra tomó como modelo y heroe, el  tomismo militante y acerado de Cornelio Fabro.

Y así, la Obra,  conscientemente, en la década de los 60 y 70 pretendía ser una respuesta positiva del integrismo frente al reto de la modernidad.

Pienso que varias citas del libro permitiran “cuadrar” o “cerrar” el posicionamiento “ideológico” de la Obra, al menos, el que ha tenido durante muchos años en varios niveles (manera de plantear, teológico, espiritual, filosófico y cultural):

1.-  Como perito fervoroso en dicotomías mal formuladas (algo como muy propio en el ambiente de la Obra, siempre en la línea de fondo de “conmigo o contra mí”) Cardona establece que la raiz de todos los males es la “opción” de la mente/corazón humana ante las dos “posibilidades radicales: metafísica del ser o inmanentismo”.

2.- “Si nos oponemos a lo recibido es porque nos adherimos a lo que de nosotros procede: y cuanto más incondicionada es esa adhesión, tanto más lo es también la oposición a lo contrario, por la que rehusamos someter nuestro entendimiento”

Y cita a Santo Tomas, en una versión latina que no hace falta traducir porque muchos han escuchado una versión castellana similar delante : “infidelitas secundum quod est peccatum, oritur ex superbia, ex qua contingit quod homo intellectum ssum non vult subiicere regulis fidei et sano intelellectui Patrum”

3.-  “Esta conversion requiere un clima cultural adecuado: nuestra sociabilidad afecta también, y de qué modo, a nuestras convicciones. ¿Hemos reparado suficientemente en que llevamos casi cuatro siglos de creciente presión ambiental al servicio del inmanentismo? El  inmanentismo parece algo accidental en la diversidad de sistemas y de aplicaciones, pero ahí está, golpenado insistentemente en nuestra inteligencia, llevandonos casi sin advertirlo a planteamientos intelectuales de reversión sobre el yo. ¡Cuantos términos en la conversación corriente –incluso de escaso nivel intelectual- denotan esa traslación a categorías inmanenteistas!, Basta pensar en la inflación de la palabra conciencia”

Quizás Gervasio, entienda porque antes de citar a Cardona habla de los Amish como colectividad no contaminada.  La pretensión ideológica de la Obra consistía no solo en atacar la raiz de la modernidad sinó también crear las condiciones culturales (universidades, centros etc) para cultivar  su “opuesto”, la metafisica del ser y sus aplicaciones en un contexto defensivo y minoritario.

Pienso honradamente que la crítica al inmanentismo es básicamente correcta; pienso que intelectual y filosoficamente el dilema que plantean no es correcto y, desde luego, la “solución”, como algo único, que proponen es errónea. Probablemente porque han "ideologizado" problemas reales.

Y bajo cualquier ideologización siempre laten cuestiones de poder o de voluntad de poder, desde luego mucho más peligrosos entre los heteronomos que entre los autónomos. 

El poder y atractivo de los movimientos liberales es que representan reacciones autónomas frente a actitudes heteronomas. Nada que sofoque la libertad humana (ese no “dejarle espacio”) puede durar o ser considerado verdaderamente humano.

Muy cordialmente,

Salvador