Queridos ex-miembros del Opus Dei:

 

Hoy inician una nueva etapa en sus vidas. Podría decirles que es la etapa de la libertad, la etapa de la autodeterminación, la etapa en que serán nuevamente ustedes, cada uno de ustedes, quienes tomen la rienda de su vida,  de sus relaciones con los demás y con Dios.

 

Recuerdo aquel día en que yo salí. Lo primero fue que me encontré caminando por la calle, un bello día soleado, con una invasión interior de alegría, y con una idea resonando de continuo en mi mente: ¿qué haré ahora con tanta libertad?

 

Quizá de inicio da miedo. Y quizá, dependiendo de cada una de sus biografías y acontecimientos vividos al interior de la Obra, tendrán que pasar aún algunos momentos amargos, de RECONSTRUCCIÓN -como bien dice una amiga de la web-,  de DUELO.  Incluso algunos de nosotros, al salir, tuvimos que lidiar con gente del Opus Dei en nuestras pesadillas...

 

Pero después de un breve tiempo (breve tiempo siempre será necesario para recuperarse de ciertas distorciones mentales, sociales y afectivas que ocasiona a algunos el paso por la Obra  --simplemente porque nos sacó del mundo y nos limitó el contacto con la familia, amistades y el otro sexo--) en el que uno acomoda los sucesos de su pasado, se abren maravillosos caminos por recorrer para el resto de la vida.

 

Recuerdo que una amiga supernumeraria muy sensata (con el paso del tiempo una reencuentra a sus verdaderos amigos de la Obra --que sí los hay, aunque rompan las reglas vs. las amistades particulares--) me dijo una vez, repitiendo la idea interna de que "Dios no se deja ganar en generosidad", que Dios se volcaría con la gente que con tanta buena fe le entregó su vida unos años en el Opus Dei. 

 

Hoy, efectivamente gracias a Dios, puedo decir que mi amiga tenía toda la razón: no hay felicidad más grande que la autenticidad de vida.  Seguir la conciencia en lo que Dios nos pide --y que sin duda muchos se salieron hoy de la Obra porque Dios, en conciencia, así se los manifestó-, es el único medio para ponerse en condiciones para llevar una vida feliz.

 

Hoy se han subido a ese barco (nada que ver con porta-aviones condenados a la infelicidad si se desvían del camino por supuestas y falsas infidelidades --), ese barco que hoy zarpa hacia su verdadero destino. Felicidades amigos, que Dios los colme de Amor, alegría y bendiciones (incluido el perdón y el olvido del sufrimiento que padecieron) para que reconstruyan su vida en compañía de personas que realmente los amen.

 

Mar