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 Tus escritos: No juzguemos temerariamente. Para Jorge Mazzoncini.- Daniel M.

140. Sobre esta web
Daniel M. :

Nos escribe Jorge Mazzoncini, como otros miembros de la Obra –o simpatizantes-, emitiendonos su juicio condenatorio sobre quienes escriben y publican en esta web. Firma con su nombre –supongo que como crítica a que se utilicen nicks o apodos en las cartas a esta web-.
Como su opinión, tan simplificadora, sin matiz alguno, y tan condenatoria de todas las críticas hacia la Obra, es compartida por tantos de sus “colegas” y “buenos cristianos”; se hace necesario aclarar –tanto a él como a ellos- varios conceptos esenciales.
PRIMERO.- Cuando se expone una opinión –como la de Jorge y otros- algunos esperamos que tengan la “buena educación” de leer la respuesta que se les pueda dar. Deseo que Jorge Mazzoncini no sea como tantos, que se han especializado en tirar la piedra… y corren a escabullirse pues nunca replican a quienes les contestan.
SEGUNDO.- Nos dice que hablar mal de otros es de “mala educación” y que “Dios juzgará”. De acuerdo, pero depende de lo que se considere como hablar mal. Supongo que Jorge lee alguna vez los Evangelios. Bien, pues entonces, cuando Juan el Bautista llama a los fariseos “raza de víboras”… ¿Qué está haciendo? Y ¿cuando Jesús les llama “hipócritas”? ¿Y San Juan al decir de Judas que era “ladrón”?… ¿o Pablo en una de sus cartas al llamar “sepulcro blanqueado” al que se le oponía a su predicación? ¿O Pedro a los cristianos que le mintieron sobre el precio del terreno que habían vendido y luego murieron, al decirles que “habéis mentido al Espíritu Santo”?
Todas estas frases –y otras similares- aparecen en el Nuevo Testamento. ¿Se pueden considerar de “mala educación”? Según el criterio de Jorge Mazzoncini –tan generalizador- deberían serlo. Pues fíjense quienes son las personas que las pronuncian. Jesucristo –verdadero Dios y verdadero hombre-, Juan el Bautista –el mayor nacido de mujer-, el apóstol Juan –el que estuvo al lado de Jesús en la Cruz-, el apóstol Pedro –la Piedra sobre la que Jesús estableció su Iglesia-, el apóstol Pablo…
Está claro y es obvio que ellos no pueden “hablar mal”. ¿Por qué? Porque están diciendo la verdad de esas personas, de los fariseos, de los escribas, de Judas, en circunstancias en que lo correcto era decir la verdad sobre estos. Por tanto, lo que importa es decir la verdad y nunca está mal decirla.
TERCERO.- Es cierto que conforme el Catecismo –y el compendio del catecismo- hay ciertos límites a contar la verdad, como son el honor y la fama ajena. Aquí se podría aceptar cierto reproche a las críticas a la Obra, siempre que este reproche se compensara con el justo equilibro que surge de respetar también el honor y la vida de un buen número de ex-miembros del Opus Dei que salieron de la institución por problemas de salud, algunos con años de tratamiento médico. Trastornos y enfermedades que fueron originados directamente por el estilo de vida –normas, costumbres, tensión y exigencia-  propio de la Obra.  Algo que estas personas nunca esperaron que les pudiera pasar al entrar en dicha institución eclesial. Lo que, por cierto, la Obra que si sabe ampliamente de esta realidad, se cuida siempre de ocultar en todos sus libros y páginas web.
No es lo único que se oculta, un caso, ¿sabías que lo del cilicio se empezó a saber fuera de la Obra sólo con la torpe –y anticristiana- película del Código Da Vinci? Es lamentable  que una falsedad como esa película obligara a sacar a la luz una práctica propia de ciertas ordenes religiosas y que una institución –que se dice laical- exige a sus miembros célibes –celibato que sólo las ordenes consagradas exigen a sus miembros, pero que la Obra también exige a parte de sus laicos-.
La Obra no es que sea discreta es que oculta información –pero no sólo a la Iglesia, sino a sus propios miembros- Yo, que fui supernumerario durante casi 15 años, tardé años en descubrir la práctica del cilicio en los numerarios. Y ya no te digo cuando descubrí el estilo de vida de las numerarias auxiliares… Me lo dijo un numerario poco antes de que  yo saliera de la institución.
CUARTO.-  Así que informar sobre la Obra, dar a conocer su realidad oculta, es un derecho moral y legítimo de todo cristiano. Al igual que en toda vida humana hay pecados, actos que son criticables, también las instituciones “santas” tienen sus fallos, sus errores. Pedro pecó al negar tres veces a Jesús, Judas lo entregó y se suicidó, Pablo fue un asesino antes de convertirse en apostol. Y Pedro, y Pablo llegaron a ser santos. Todas estas verdades aparecen en los Evangelios. Más recientemente, Juan Pablo II pidió perdón por las culpas de los cristianos de todas las épocas.
También la Obra debería reconocer –o descubrir- si tanto secretismo, si tanta falta de información sobre lo que es vocación y “su” vocación… conviene o no a los cristianos y a los miembros de su institución. A mi me hubiese gustado conocer ciertas realidades antes de entrar y así poder discernir con claridad si era o no mi camino. Hubiese dicho no desde el principio, ya que soy laico y no consagrado. Para mí la Obra es una pseudo-orden consagrada encubierta. Me habría ahorrado sufrimiento absurdo e innecesario de no haber entrado y no hubiera perjudicado mi propia vida espiritual.
El derecho a la verdad, es un derecho que nadie ni ninguna institución puede negar a cualquier persona ni en nombre de Dios ni en nombre de la Ley (salvando los oportunos límites morales y las correspondientes reservas legales). Así que te ruego distingas lo que es “hablar mal”, es decir, difamar, mentir sobre alguien; de lo que es comunicar información veraz. Te pido esa sensatez a la que aludes, sobre todo para que parezca que no caigas en emitir juicios temerarios sobre otros cristianos (octavo mandamiento de la Ley de Dios). Pero sospecho que no contestarás mi correo.
Daniel M.



Publicado el Wednesday, 07 March 2007



 
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