Opuslibros - Cosas buenas y cosas malas.- Gregory P.

Gregory_P :

Cosas buenas y cosas malas

Desde hace tiempo, algunos correos de la página, de personas allegadas a la Obra, nos reprochan a muchos que escribimos que sólo vemos las cosas malas. Que no nos acordamos de las cosas buenas.

He de reconocer que los diez años que pasé en la obra tienen su parte positiva. Muy positiva. Conocí a gente estupenda, muchos de los cuales son amigos míos en la actualidad. Pero todos lo dejaron. La única persona que veo que aún permanece me escribe cartas de vez en cuando, sin remite, creyendo que tengo ciencia infusa, y que le podré contestar a la dirección que no me envía.

Por otro lado, tengo que agradecerle a la obra muchas cosas. Entre otras, haberme curado de la timidez. Después de haber tenido que invitar a tanta gente a medios de formación, de hablarles de pitar, de que se confiesen, de haber pedido dinero para hacer el CARS, con quince y dieciséis años, etc, tengo vergüenza a muy pocas cosas. Y eso, en el mundo de hoy, es importante. No lo digo con ironía: lo creo de verdad.

También es cierto que en la obra que yo conocí sólo me hablaron de cosas espirituales. Nunca se habló de política, ni de economía, ni de ideologías y, aunque en mi centro había gente implicada en estos asuntos, nunca me vi coartado en mis iniciativas: siempre me dijeron eran cosa mía. Experiencias como las que cuentan otros participantes a mí no me pasaron, aunque creo que pudieron suceder, fanáticos en todos los campos hay en todos los lugares.

Por otro lado, quiero destacar la calidad humana de los sacerdotes que he conocido. Empezando por don R. A., por don M. V., por don J. J. S. de T., por don Q. M. , por don E. C., por don F. R. , por don J. M. Me olvido de algunos. Podría hablar horas de las cosas que he aprendido de ellos, no solo en las meditaciones, sino también en conversaciones de pasillo, en conferencias, en confesiones, en gestos. En la actualidad tengo mucho aprecio al estado sacerdotal, y debo reconocer que sólo conozco curas de la obra, y que he tenido suerte con los sacerdotes que he conocido después.

Pero quiero que se me entienda. No quiero con ello decir que esos curas no tengan defectos. Es más, siempre he dicho que si iniciaran el proceso de beatificación de uno de los sacerdotes que he nombrado, tendría la obligación moral de ir como testigo, tanto a favor como en contra. Pero quien esté libre de pecado, que tire la primera piedra. Y yo no lo estoy, como para hablar mal de nadie, sin que sea necesario o de justicia.

Con lo que nunca estuve de acuerdo, y así lo he expuesto en ocasiones, es con la excesiva preponderancia que se dio a las costumbres del Fundador, en perjuicio de la libertad de los miembros. Creo que la gran equivocación ha sido exigir a miles de personas, de diversos países y razas, que vivan el cristianismo del mismo modo como la vivió un cura aragonés nacido en 1902. A exigir a miles de personas a borrar el contenido de sus conciencias, para imponer los criterios de esta persona. Criterios que a él le hicieron santo, pero que no necesariamente son convenientes para el resto de los cristianos.

Una cosa es un guión. Unas prácticas. Un consejo. Pero es que los miembros de la obra tienen que cumplir siempre los criterios que dejó escritos el Fundador. Y hay criterios para todo. Es algo que no pasa en ningún sitio.

Siempre pensé que no se podía imponer a todo el mundo las mismas normas, porque las circunstancias de una persona podían cambiar con respecto a otra, al cambiar de país, al pasar el tiempo.

Por otro lado, había, y creo que siguen existiendo, costumbres demenciales. Por ejemplo, la de exigir a las numerarias que duerman encima de una tabla. ¿A qué viene eso en pleno siglo XXI? ¿Y por qué las numerarias auxiliares no? ¿Y por qué los varones no? Eran criterios personales del fundador, que nunca se han explicado. Se cumplen porque así lo dijo, y sanseacabó.

El Opus Dei ha convertido a José María Escrivá en un mito. Y no lo es. Es una persona que se equivocó muchas veces. Y no pasa nada por reconocerlo. Se equivocó San Pedro, cuando negó tres veces a Jesús, cuando se negó a que el Señor le lavara los pies, cuando le recriminó a Jesús que se quisiera entregar para que lo crucificaran. Y los evangelios lo dicen, nos recuerdan todos esos errores, a pesar de que cuando se escribieron los evangelios, San Pedro era el Papa.

El Opus Dei debería aprender del evangelio, y hacer patentes los defectos de su Fundador. Y no corregirlos de tapadillo.

Gregory P.

Publicado el Tuesday, 17 February 2004