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 Correos: Agradecimientos y puntualizaciones.- Ogrini

070. Costumbres y Praxis
Ogrini :

Ántrax no se fía de Ogrini. Qué le vamos a hacer.

De todas formas, muchas gracias por la sucinta y críptica explicación. Permíteme que plagie una de tus frases, eso si, cambiándole el verbo: Personalmente no conozco a esa institución más que a la CIA o al Mossad, o sea, nada.

Y después de tus comentarios, sigo sin enterarme. No obstante, gracias por la molestia, Ántrax.

 

Cambiando de tema. Ya en mi primer escrito puse de manifiesto mi admiración y mi devoción (ya veis, tanto criticar y resulta que yo también tengo predilecciones. En fin, espero que San Josemaría me disculpe) por ese megacrak conocido por Satur. Increíble. Impresionante. De nuevo, mis respetos y mis felicitaciones para él...



Pero, como dice el mismísimo Satur, no todo el monte es orgasmo. En su escrito del pasado 8 de diciembre, titulado “ROCCO NO ESTÁ MUERTO”, Satur intenta rebatir las afirmaciones de un Orejas, en el sentido de que si, por un lado, dentro de la Obra hay gente que no hace las cosas bien, por el otro, también los hay que las hacen correctamente.

 

La réplica de Satur consiste en una brillante disertación sobre el bien y el mal y la relativización de ambos conceptos por lo que se refiere a su puesta en práctica en las complejas relaciones humanas. Un relativismo que pone de manifiesto una complejidad igual, o mayor aún, que las relaciones mismas.

 

Sin lugar a dudas, lo que más sorprende es esa apología específica del exceso, en primer lugar, y, en segundo, esa descalificación hacia los pecadores “prudentes” y “sensatos”.

 

Estoy de acuerdo en la gran dificultad que supone juzgar las actitudes, comportamientos y acciones humanas. Cierto que deberíamos hacer como dice el Evangelio, es decir, no juzgar nunca a nadie, puesto que de Juez solo hay uno. Pero ese es un don escaso, más aún, no conozco a nadie que lo posea, por lo tanto es presumible que, si no inevitable, cuánto menos forme parte de ese equipamiento maravilloso y terrible que ya traemos integrado cuando venimos al mundo. En fin.

 

A lo que íbamos. Por lo que ser refiere a los excesos y a los defectos, sería bueno hacer algunas puntualizaciones al respecto.

 

Está claro que, por regla general, la diferencia entre “normalidad”y patología viene determinada, casi siempre,  por el defecto o, sobretodo, por el exceso; es decir, el mal y sus atrocidades, sean estos subjetivos u objetivos, suelen ser consecuencia de las grandes inhibiciones y de las grandes desinhibiciones: una inhibición absoluta de los agentes y potencias disuasorias y una desinhibición extrema de las potencias destructoras.

 

De todas formas, y sin necesidad de resaltar situaciones de extrema radicalidad y aplicando el defecto y el exceso a parámetros más cotidianos, podemos leer en la carta IV, 5, de Ammonás: “Son los demonios los que, a veces, nos inducen a darnos con fruición a un esfuerzo que nos sobrepasa, y consiguen que aborrezcamos antes de tiempo todo aquello que nos convendría y sería de gran provecho para nosotros.”

Y en la misma carta IV, 11, se lee: “Los hay, y son muchos los que se han esforzado durante toda la vida, que, por falta de discernimiento, lo han perdido todo.”

 

Por lo que se refiere a la cuestión del defecto (la otra cara de la misma moneda), Macario, en la carta número 6, insiste en la misma idea: “A veces les empujan a cosas de las cuales no son capaces: les hacen venir la idea de no comer, ni beber, ni dormir, y muchas otras cosas que sería largo de enumerar.”

 

Y volviendo al exceso, Poimén, en su apotegma 129, afirma con una concisión admirable: “Todo aquello que excede la medida proviene de los demonios.”

 

El defecto y el exceso: Dr. Jekyll y Mr. Hyde, en el fondo, la misma cosa. Sin desdoblamientos, sin divisiones, como acertadamente escribió Chesterton en un ensayo sobre los personajes de Stevenson. Jekyll lo sabe todo acerca de Hyde porqué, en definitiva, es él mismo. Por lo tanto, cuidadín, con el defecto y, sobretodo, con el exceso, esa compulsividad, esa gula devoradora e insaciable, que nos empuja hacia la ciega ligereza del mal, muy a pesar de la omnisciencia del bien.

 

Cierto que cada persona es un mundo, una realidad muy compleja de definir, pero, a veces, también muy difícil de justificar. Aunque claro, en último término, y plagiando de nuevo a Satur, bien se podría decir aquello de “que cada perro se chupe su cipote”, siempre y cuando no moleste y no joda al personal, que para la cuestión de los excesos y los defectos habría que aplicar también esa contundente teoría del filósofo de la Complutense de Madrid (¡tres hurras por el filósofo!) que Satur cita en su brillante escrito titulado “EL GRAN PSIQUIATRA”.

 

Bravo por esa distinción filosófica del profesor Millán-Puelles: ¡qué precisión!, ¡qué claridad!, ¡que maravilla! Pues eso, cada loco con sus excesos y sus defectos, pero sin dar pol saco a la peña.

 

Retomando el hilo del otro escrito de Satur (“ROCCO NO ESTÁ MUERTO”), decía antes que otra de las cosas que sorprende es ese ataque a los pecadores “prudentes y sensatos.”

 

Decían los antiguos que “pecado escondido es pecado medio redimido.” No, no pretendo justificar el pecado, sea este invisible o aparatoso, camuflado o escandaloso, evidente o disfrazado de apariencia de bien. Del pecado y del mal no se libra nadie, puesto que, en mayor o menor medida, todos somos pecadores.

 

No obstante, supongo que, como todo en esta vida, habrá que hacer distinciones y gradaciones. No es lo mismo darle un empujón a alguien que pegarle cuatro tiros. No es lo mismo un lujurioso hasta el fondo del alma que se conforma con una sola mujer, que un lujurioso tipo Roco el Ciruelo (Ver escritos de Satur: “Eres un campeón. Para Piltrafa” y “PIC NARANJA, PIC CRISTAL”) que se cepilla todo lo que se mueve.

 

Sin duda, lo mejor sería aquello que decía Kevin Spacey, en la película “El pez gordo”: la lujuria debería de ser un sacramento, pero como no lo es y todos, quién más, quién menos, estamos sujetos a ella, pues mejor conformarse con una sola mujer que follarse todo lo que se te ponga por delante. Si todos los lujuriosos del mundo se conformaran con una sola mujer, sería una maravilla.

 

Claro está que en los prototipos Roco el Ciruelo no solo es la lujuria la que mueve a la acción. Cabe hablar también, y con mayúsculas, de la envidia, de la soberbia, de la gula, de la avaricia y, por supuesto, de la ira. El único pecado capital que se salta es la pereza, eso es indiscutible (qué lástima. Con este solo, con la pereza, se cargaría todos los anteriores y así los de Querétaro y del resto del mundo podrían dormir tranquilos). Pero va a ser que no, que hay cosas que reclaman diligencia y urgencia. O sea que, fíjate tu lo que les ahorras a los demás si eres un lujurioso y te conformas con una sola mujer.

 

Lo mismo cabría decir de los que “tienen por Dios a su vientre” y que son relativamente sobrios. Ya me gustaría a mi tener por Dios a mi vientre y ser relativamente sobrio, eso si que es una virtud. O el avaro que es moderado en sus gastos; bueno, de hecho el avaro que es moderado en sus gastos deja, evidentemente, de ser avaro, puesto que para un avaro ser moderado en gastos supone un exceso insufrible e impensable.

 

Por supuesto que lo ideal sería que la gente hiciéramos el bien o dejáramos de hacer el mal por convencimiento, con valentía y porqué nos sale del corazón. Pero desgraciadamente esto no suele ir así. Por lo tanto, bendito temor a las complicaciones y a los sufrimientos, benditos automatismos sociales y bendito “el que dirán”, si todo eso contribuye a evitar sufrimientos al prójimo y, por consiguiente, facilita y va en provecho de la paz social.

 

Un abrazo para Satur y para todos.

 

Ogrini




Publicado el Wednesday, 20 December 2006



 
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