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 Tus escritos: Rehacer la vida al salir. En respuesta a Picapiedra.- Armando

040. Después de marcharse
Armando :

Rehacer la vida al salir. En respuesta a Picapiedra

Armando, 2 de octubre de 2006

 

Antes de entrar en materia, quiero agradecerte queridísima Agustina tu felicitación por mi cumpleaños. Me puse más feliz que un crío con juguete nuevo por ese detalle de tu parte y sobre todo, por la idea de podernos beber algún día un par de esas buenas copas de cerveza y así charlar largo y tendido. Muchísimas gracias!

Picapiedra, al leer tu nota (29/9/06) sentí como que me hubieras leído la mente, porque llevo un par de días dándole vueltas a la idea de escribir la forma en que he ido rehaciendo mi vida. Tenía pensado hacerlo al llevar un año y medio de estar en la realidad cotidiana, pero a la vez pensaba que era como publicar el epílogo cuando aún no os he hecho participes de mi vida dentro de la Obra. No obstante quiero aprovechar la oportunidad que tu nota me da para hacerlo, aunque claro no acabada porque quedarán muchos aspectos en el tintero.

 

Mi historia se “remonta” al 2 de mayo del 2,005. La tarde de ese día, el vocal de San Miguel me comunicó que el Prelado me había concedido la dispensa, con ese anunció concluían cinco meses y medio de mucha tensión, una depresión que aumentaba cada día más y sobre todo, marcaba el inicio de una vida nueva. Con 37 años a cuestas y casi 19 de vivir como agregado, debía rehacer mi vida. Escribo casi porque el 11 de mayo de ese año hubiera cumplido los 19 años...



Ahora bien, aunque al leer los diversos testimonios me he dado cuenta lo similares que eran nuestras vidas, con sus matices claro está, pero con muchísimos aspectos parecidos; al salir esto cambia porque según sea la edad, las circunstancias personales, profesionales y familiares, así será la forma de rehacer la vida. No es lo mismo para un numerario/a, numeraria auxiliar, agregado/a o supernumerario/a, por lo cual me referiré solo a mi caso concreto sin que este sirva como dato para generalizar.

 

Las ventajas que tenía se pueden sintetizar en dos: no vivía en un centro por ser agregado y tenía trabajo fuera. No obstante no vivir en un centro, prácticamente debía hacer vida en el mismo, lo único que me faltaba era pernoctar en esas instalaciones, es por eso que al decir que me iba o me iba, lo hice cuando sabía que ninguno del grupo estaba en el centro porque realizaban el curso de retiro, al cual no fui por ser absurdo hacerlo cuando lo que quería era irme. En cuanto al trabajo, como ya he dicho lo tenía fuera, pero el proceso del “desengache” tuvo repercusiones serias en mi actividad laboral, no me costó el puesto pero si supuso cinco meses de poco rendimiento en el mismo.

 

La tarde que he comentado, al salir de la cafetería donde había quedado con el vocal respectivo, me sentí libre, pero a la vez perdido, me vine a dar cuenta que fuera del Opus  no tenía muchos amigos, los podía contar con los dedos de una mano y aún así no todos eran amigos sino compañeros de trabajo y conocidos. El otro aspecto es que en mi caso no tenía amigas, bueno solo una, pero tampoco era una amistad cien por ciento porque con tanta restricción esto no era posible, aunque se tratara solo de una amistad como tal.

 

Pero este aspecto tampoco era el problema principal por superar sino que venían otros más perentorios, debes resolver tantos asuntos que si se pretende seleccionar prioridades te quedas en el intento. Lo primero era pensar de qué iba a comer durante todo el mes, me quedaba un poco de dinero del último movimiento que hice, calderilla nada más, pero los demás gastos de todo un mes como que se te hace cuesta arriba. Esto no es lo más fuerte porque a la larga consigues dinero por ahí y sales adelante, no, no era para quitar el sueño, talvez lo más difícil era aprender a manejar mi propia libertad, el saber tomar decisiones por mi mismo, el volverme a involucrar de lleno en el trabajo al haber resuelto el punto de mi vida que me impedía desarrollarme profesionalmente, en este renglón me tocó empezar a ponerme al día, especialmente de aquellos autores cuyos libros tenían calificación 4, 5 o 6 en el index interno.

 

Asimismo tomé la decisión de no pensar en nada de lo vivido, ni juzgar a la institución de la cual había salido con un sentimiento de culpa al haber traicionado a Dios, pero en mi interior me sentía tranquilo, feliz, sereno y eso repercutió en mi salud, empecé a dormir mejor, el insomnio desapareció, el estrés dejó de afectarme, no padecí más el dolor permanente de cuello y cabeza. Inicié a redescubrir a mi familia, a mis padres pero especialmente a mi padre y a mis hermanos a quienes había tenido durante tantos años al margen de mi vida en muchos de los aspectos de la misma, a mi madre no fue tan difícil porque ella siempre estaba pendiente y tratando de interesarse de lo que hacía cuando era de la Obra, no entendía nada pero aún así lo apoyaba. En algunos momentos ella intentó prevenirme de ciertas cosas que veía que no iban bien, pero ante mi cerrazón no insistió.

 

Así fueron transcurriendo esos primeros días fuera y aunque en casa dije que me había salido y no comentaron nada, me di cuenta que se les veía contentos y tranquilos con mi decisión. Tuve su apoyo constante en todo momento, además me ayudaron a ser llevadera la ruptura al no mencionarme a nadie de los del centro, ni tampoco a decirme que había salido un artículo sobre la Obra en el periódico local, etc. Pero en el trabajo las cosas no salían bien, eso me desespero en los primeros tres meses y claro, el fracaso –que no lo era tal- lo atribuía al castigo divino que me habían augurado al irme.

 

En el cuarto mes las cosas principiaron a cambiar. En el ínterin empecé a aprender a vivir como viven todos los mortales comunes y corrientes en este mundo nuestro. Mis amigos se dieron cuenta del cambio porque ahora no iba yo con pretensiones de colocarles una meditación cuando me comentaban sus problemas, con un aire de superioridad, como el que está sobre el bien y el mal con su aureola de santidad sobre la cabeza y su nubecita a los pies que lo eleva un palmo de la tierra que pisan los demás, sino que me acercaba a charlar como uno más. La primera sorpresa para ellos fue que en lugar de escuchar sus problemas y dar la consiguiente bronca moral, ahora era yo el que comentaba problemas, preocupaciones, alegrías y también frustraciones. Y sobre todo, que pedía consejo.

 

De igual forma empecé a conocer los cines, los teatros y demás espectáculos culturales que me habían sido vedados. Aprender a administrar mi salario, la forma de abrir una cuenta bancaria y manejar una chequera, una tarjeta de débito y una tarjeta de crédito, esto último merece un capítulo aparte por las cosas tan absurdas que hice en mis primeros intentos por mi ignorancia en esa materia. Luego vino lo de cambio de imagen, saber comprar ropa y tomar mis propias decisiones en ese aspecto sin tener que pedir el dinero a nadie para hacerlo, ni tampoco ser acompañado por alguien que censurara mis gustos. No obstante, seguí pidiendo que me acompañaran porque era difícil hacerlo por mi mismo. Lo hacía porque aunque ya estaba fuera, seguía con el mismo esquema mental.

 

Otra materia que comentaré aunque sean solo unas pinceladas son las manías que había que mitigar sino se podían superar. La obsesión por llevar un horario por ejemplo, que no es nada malo pero que puede llegar a ser hasta enfermizo si no se sabe controlarlo, dedicar a cada uno el tiempo que se merece y sabiendo que se hace porque hay amistad, porque existe aprecio y cariño y no porque detrás lleves un plan previamente diseñado para sacarle algo, ya sea dinero, que asista a un medio de formación o para moldear su vida al estilo que antes querías que siguiera. Otro campo es el vocabulario, lo difícil que es decir “mío”, ese pronombre posesivo se resiste a salir aún pasando meses fuera, referirte sin temor a mi coche, mi casa, mis libros, mi ordenador, mi móvil, etc., etc.

 

Como ves, son muchos los aspectos que entran en juego al rehacer la vida, todo en este tiempo ha sido un descubrimiento, proceso que hace emocionante cada uno de los días que Dios me permite vivir.

 

En septiembre del año pasado mis asuntos profesionales empezaron a ir mejor, me asignaron un puesto de confianza con el consiguiente aumento del sueldo, principié un proceso de ilusión por mi trabajo que desembocó en un viaje, el primero que hice estando fuera y que resultó distinto a todos los demás. Lo mejor fue que era a un lugar en el cual había estado siendo de la Obra y por ser un país de minoría católica, la posibilidad de asistir a Misa todos los días era casi imposible. La primera vez ese tema me agobió, no disfrute para nada la estancia a pesar de ser un lugar bellísimo ubicado después del círculo polar ártico, la ciudad más próxima al polo norte. Esta segunda vez fue distinto, las conferencias exitosas y los logros magníficos.

 

Mis primeras navidades fueron especiales, por primera vez podía comprar regalos para mi familia, aunque a esto le dedicaré un escrito especial para esas fechas. No tuve vacaciones pero tampoco tenía la presión de pensar qué hacer con un curso anual con el consiguiente permiso laboral para prolongar el período vacacional.

 

Pero aún no había resuelto un asunto que pensé superado, el hablar lo vivido para depurar mi memoria y la historia de mi vida. Este año no empezó nada bien y otra vez el pensar que todo salía mal por mi traición a Dios, por haber vuelto la mirada atrás una vez puestas las manos sobre el arado, eso me torturaba pero no me atrevía a decirlo. Consideré que tenía que confesarme con un sacerdote totalmente distinto a uno de la Obra, por lo cual opté por viajar a un Santuario al que siempre me gustó peregrinar cuando era crío y que lo había dejado por ser del opus. Un par de horas en coche y al confesarme el sacerdote no entendía nada de lo que le decía, no comprendía ese complejo de culpa; con santa paciencia fue animándome a ser positivo al ver mi vida, a dejarme de sentir culpable por algo que Dios no me estaba acusando, a seguir adelante y me dijo también que si Dios no había condenado a nadie cuando vivió entre nosotros, entonces ninguno tenía el derecho de arrogarse esa tarea por mucho que dijera que estaba inspirado por Dios. Aunque quería no salí convencido del todo.

 

Los meses siguieron, como había sucedido la primera vez, las cosas en el trabajo empezaron a cambiar a mi favor, llegó un momento en que no podía aceptar más consultorías, ni publicaciones o artículos para escribir, menos aún impartir más asignaturas por la cantidad de solicitudes que me hacían. Las cosas estaban cambiando y ahora sí en serio. Pero seguía callando, hasta que apareció por casualidad la web de opuslibros. No lo comentaré más porque ya lo he contado en escritos anteriores. Solo añado que esa fue mi tabla de salvación.

 

¿Qué me depara el futuro?, no lo sé, lo que si sé es que ahora me siento bien conmigo mismo, me he perdonado, me estoy conociendo, estoy aprendiendo a quererme, a valorarme, veo lo vivido con perspectiva histórica, algo pasado que ha dejado lecciones. No desdeño de lo pasado, sé que por algo sucedió y que de lo vivido debo extraer experiencias que me permitan llevar una vida plena en el futuro, el cual está ante mí cada día que empieza. Ante ese futuro próximo me lanzo a vivirlo con plenitud, sin estereotipos, sin criterios, sin indicaciones, sino con madurez y a la vez, con flexibilidad.

 

Fui de la Obra, sí, lo di todo en cuanto y tanto pensé que era lo que Dios pedía. Pero ahora estoy fuera y por tanto dejo ese hecho en el lugar que le corresponde, en el pasado. Me he salido para seguir mi vida por mi mismo, ellos seguirán con la suya que me da igual como la lleven, talvez en esto sigo siendo egoísta, pero ¿para qué torturarme en el por qué las cosas son de una forma y no de otra?, no quiero seguir  anclado en una vida pasada que ya no puedo cambiar. Considero necesario el saber como son las cosas y qué había ignorado por tantos años, pero es para no repetir la experiencia y prevenir al que me pregunte al respecto.

 

Sé que en este proceso de rehacer mi vida llegará el momento de cuestionar en forma seria y objetiva como muchos lo hacen acá muy acertadamente, la forma en que proceden en la Obra, pero mientras ese momento llega, quiero disfrutar de esta sensación de felicidad, de libertad, de apertura de mente, de poder apreciar y sentir, así sentir las sensaciones que producen en mi una puesta de sol, un paisaje, el curso de las nubes al cruzar el firmamento, cada instante que la naturaleza nos depara que es un espectáculo gratuito que día a día pone ante nuestros ojos. Talvez porque durante 19 años se me prohibió sentir y utilizar ese verbo al hablar, es por lo cual ahora lo explotó en cada uno de los detalles.

 

Estoy montando una casa, cuento con una independencia absoluta y como a todo mortal que esté en la aventura de equipar y llevar un domicilio, me toca cada fin de mes enfrentar un buen talonario de facturas que debo pagar puntualmente. Pero eso constituye también, como todo, una novedad. Queda pendiente el aspecto sentimental, el encauzar mi vida amorosa y compartirla para amar con toda la intensidad de la que soy capaz. Pero todo llegará en su momento, de eso estoy seguro.

 

Y para concluir te diré que gracias a que he ido aprendiendo todo lo que  he mencionado antes, pero sobre todo a la posibilidad que tuve de conocer opuslibros lo cual considero providencial, es que he podido perdonarme del todo, el saber dónde estaba y por tanto decir que ya no soy de la Obra cuando alguien me lo ha preguntado. Lo afirmo sin bajar la cabeza, sin sentir vergüenza, sino con la confianza que permite la amistad cuando es real. Lo he dicho y de cada uno de los que he hecho partícipes de mi decisión, he recibido mucho apoyo, respeto pero sobre todo, los siento más amigos, más amigas y que la barrera que se erigía entre ellos y yo ha desaparecido.

 

Un abrazo

 

Armando




Publicado el Monday, 02 October 2006



 
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