Leí con cierta preocupación lo que contaba Alberto Moncada.

Una de las cosas más difíciles es olvidar. Olvidar no en el sentido de perdonar sino de superar la pesadilla. Pienso que en parte eso es lo que hacemos cuando nos reunimos entre amigos que hemos pasado por esa pesadilla absoluta y poco a poco la vamos superando y hasta satirizando, lo cual es muy saludable.

Haber pertenecido a la Obra me da vergüenza personal (aunque no vergüenza social, porque no tengo problemas en decir que pasé varios años en esa fraudulenta institución).

Es lógico que provoque obsesiones y sensaciones de vacío interior. Pero esto se va superando a medida que uno se reincorpora a la sociedad y desarrolla nuevos deseos, amistades, etc. Es difícil, no lo niego.

Creo que lo que hace daño no es enfrentar a la pesadilla sino reprimirla, o también, obsesionarse con ella (cuando se vuelve insuperable). Pienso que es fundamental convivir con el pasado [de uno en la Obra], no negarlo, acostumbrarse a verlo como parte de la propia vida. De lo contrario es muy difícil viajar por esta vida con una parte de nuestra alma afuera de la ventanilla del coche todo el tiempo.

Saludos,

E.B.E.