Querida Agustina,

 

Parece que gentes del opus han sido los principales redactores de las ponencias del Congreso. Aparentemente, el pacto político es que el papa acepta decir unas palabras a favor del proceso de paz de Zapatero a cambio de mantener la versión integrista y militante del mensaje sobre la familia. En la discusión radiofónica que tuve ayer sobre el tema, me referí a ese mensaje ambiguo, incluso esquizofrénico,  sobre la familia del opus de los primeros tiempos.

 

Yo recuerdo, y así lo refleja el Cuadernos 7 sobre la vocación (La vocación de los hijos (I) y (II)),  que había una cierta hostilidad contra las familias que no “entendían” la vocación al opus de sus hijos. Y se hablaba de la familia de sangre,  de “palo”, en un cierto  tono despreciativo. Había que tener cuidado con la “familiosis” y ser independiente, es decir hacer caso solo al director.  Luego vinieron los tiempos de la hinchazón de supernumerarios y de  llenarse la boca con elogios a la familia. Esa evolución no la conocen los nuevos socios.

 

El Congreso se ha desinflado bastante por el  terrible accidente del metro. “¿Donde estaba Dios?", se preguntaba el obispo de la diócesis. Ha habido un debate un tanto bronco sobre las circunstancias del Congreso, el derroche, la parafernalia. Algo menos sobre sus intenciones, el deseo eclesiástico de volver a la confesionalidad del Estado.  Os adjunto los artículos al respecto que me han publicado estos días “El País y “El Siglo”.

 

A ver si el domingo mi playa de Gandia se deshace del turismo católico ocasional, hasta aquí han llegado los fieles en busca de cobijo temporal, y vuelve la buena vida.

 

Un abrazo,

Alberto Moncada