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 Correos: LOS GÜEVOS FRITOS CON CHORIZO.- Satur

070. Costumbres y Praxis
Satur :

Con frecuencia se pregunta en estas páginas si la opus es o no es una secta. Vivimos tiempos de una mediocridad planetaria y muchas instituciones, partidos políticos de diestras y siniestras, grandes corporaciones empresariales, bancos, cajas de ahorros , supermercados incluso, hablan de “vivir la vida según sus valores”: es un compromiso que lleva consigo un estilo, unos modos y una liturgia más o menos reglada...



Ya se sabe que la diferencia entre alguien que se compromete y alguien que colabora, es la misma que existe en un plato de güevos fritos con chorizo: en los güevos fritos con chorizo la gallina colabora y el cerdo se compromete. Pues eso: se pide compromiso “Microsoft”, o compromiso “Arthur Andersen“, o compromiso “Caixa de Pensions”: nuestro estilo, incompatible con cualquier otro. Se vive de la secta, en la secta, para la secta, por la secta, importándoles muy poco, o nada, a los que picotean en esos corrales, su conciencia, las contradicciones que deben soportar, los trágalas que aceptar tapándose la nariz, los culos que han de besar (ver afoto)…

 

 

 

y la opus no es distinta, aunque quizás un día lo fue, hace muchísimo. Y es que la secta lo que de verdad ofrece es ése nuevo invento postmoderno: la seguridad por encima de cualquier otro valor. Matrix en los documentos internos, Matrix en las tertulias con el Padre, Matrix en las frases hechas, Matrix, en fin, a condición de chantar y no dar el cante: elige la pastilla…

 

Justo antes de extraviarse definitivamente en el delirio por los callejones de Lisboa, Fernando Pessoa escribe: “Pertenezco a una generación que ha dejado de ser católica por el mismo motivo que lo fue la de sus padres: sin saber por qué”. Del mismo modo podrían decir muchos de la prelatura “pertenezco al opus dei sin saber exactamente por qué”. Porque una de las condiciones de todo buen fiel de una secta es que ignoran muchas cosas de la secta: acatan, obedecen sumisos, no preguntan (por si acaso), no se cuestionan las órdenes, los criterios… el miedo, la contemplación del abismo de su vida fuera del corral de “nuestros colegios”, “nuestros clubes”, “nuestros libros”, “nuestros Hacer Familia”, “nuestros Cursos de Orientación Familiar”, “nuestros médicos“ , “nuestras universidades”, “nuestros lugares de vacaciones”, les produce vértigo y se aferran ciegos al “esto es lo que hay”, “ellos sabrán por qué las cosas son asín, aunque no las entienda”.

 

“Ellos” son “ellos”, un grumo abstracto de directores, en una pirámide que abarca desde lo local más individual hasta el universo todo, y que tampoco se sabe muy bien cómo funciona. Nadie sabe qué criterios son los que permiten que un tipo sea secretario de un consejo local, o subdirector de un grupo de agregados, o emperador de la delegación. Se supone que son gente con “buen espíritu”, pero se intuye que cuando uno tiene de verdad “buen espíritu“, o enferma para recuperar ámbitos de libertad, o lo echan, o se va del corral. Son legión los que han sido directores y años después han ido llevados precisamente del “buen espíritu”: o vieron que aquello no casaba con esos criterios, que tendían a la doble vida, que no podían cumplir con determinados compromisos o, sencillamente, que era un cachondeo.

 

“Ellos” ahora, y en su mayoría, son gente que no ha sido nada en la vida civil. Pipiolos que se han hecho viejos a base de mantener una mentalidad infantil, ñoña, en blanco y negro. Gente que se ha visto incrustada en los aparatos de la prelatura desde muy jóvenes y ponen su esfuerzo en encauzar, diluir, sedar y limar cualquier atisbo de singularidad en la corporación con frases hechas tipo “Dios sabe más”, “encomienda que te encomiendo”, “tienes que tener más visión sobrenatural”, “deja actuar al Espíritu Santo”, “ haz deporte”… dan la sensación “ellos” de ser una casta cerrada que accede por un curioso meritoriaje interno, sectario y acomodaticio, sin aristas, y que vayas donde vayas, desde Asia a un lado, al otro Europa, Estambul, América, África o Groenlandia, siempre repiten el mismo estribillo, las mismas fórmulas y los mismos criterios. Cosa rara en quienes pretende formar a las almas una a una apelando a su responsabilidad personal.

 

Estos días de verano en todos los cursos anuales y convivencias del planeta se repetirán las mismas consignas, se contarán las mismas anécdotas, se verán las mismas películas del padre, y se aconsejarán miles de exámenes particulares clonados y pensados en despachos. Estos días de verano unos cuantos directores visitarán esos cursos anuales y recitarán las mismas ideas, con las mismas historias, y casi con los mismos gestos.

 

Con el tiempo “ellos” adquieren una cierta profesionalidad en sus funciones ramplonas, una gramática parda, una pillería, que les permite tocar los corazones, cambiar actitudes –aunque sean cambios de unos días efímeros, el humo de todo lo que crea el entusiasmo inútil-, y, encima, o a mes a mes, llegan a ser considerados auténticos milagros de la gracia.

 

Calígula nombró senador a su caballo, y en la prelatura nombran directores de esto y de aquello, desde centros hasta colegios, desde decanos hasta profesores universitarios, a seres humanos con la seriedad del mulo y las seseras con un buen código de barras. A más de uno le pita cuando pasa por la caja del Carreful.

 

Encontré uno de ellos hace unos días. Aquí, en mi tierra, se nos ha muerto un numerario de un infarto mientras paseaba en bicicleta con otro hermano suyo numerario… fulminante. Temprano levantó la muerte el vuelo… Y digo que me encontré con un director de la cosa y me lo contó “¿sabes que murió de infarto zutanín?”…”¡ no me jodas!”, le respondí sorprendido –tiene mi edad el difunto. El notas lo comentó como si dijera “¿sabes que la Once ha sacado el rasca rasca del duende?”… y añade con una sonrisa de presentador de telediario “ya está en el cielo…”

 

Y tú, pedazo de cabrón, por qué no te mueres y te vas al cielo también, que parece que tienes una escoba metida en el culo. Porque es que con eso lo arreglan todo los tíos y, encima, se quedan tan contentos: ya está en el cielo, ¡¡¡bieeeeeeeeeeeeeeennnnnnnnnnn!!!. Así son los esquemas de la secta, de esa y de cualquiera, sencillos como piedras, insípidos, inodoros, irrefutables, jamalají, jamalajá, nada por aquí, nada por allá y… ¡¡¡voilua!!!.

 

Y uno se queda con la Iglesia, pero sin partecitas, sin grupitos que me vendan seguridades de “Avón llama“, y que me ofrece lo único que debe ofrecerme la Iglesia: el conocimiento de que ya estamos salvados –porque esa es la primera misión de la Iglesia, el anunciar la salvación gracias a Jesucristo- , y el camino para alcanzar la alegría, pero sin exclusividades de buen pastor, a través de esa maravilla que es la confesión y los sacramentos.

 

La Iglesia, sin partecitas.

 

Satur




Publicado el Monday, 26 June 2006



 
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