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 Correos: Aquel viaje a Torreciudad.- Black

010. Testimonios
black :

Hace unos años era yo un joven adscrito que, sin ser un cinco estrellas, conseguía vivir más o menos bien. De la promoción éramos varios, 6 o 7, pocos quedan. Fueron años en los que disfruté como un indio, luces y sombras, y aunque algunas corrientes dicen que me perdí los mejores años de mi vida, yo no los cambio. Apostólicamente resultaba cómodo, pues tenía mis dos o tres amigos hinchables que me sacaban de cualquier apuro. Me duraron hasta el centro de estudios. Gracias a uno de ellos me pude ir al Univ. Y gracias a Dios ninguno pitó. Normalmente cuando te querías ir a algún “planón” precisabas de un amigo y de una meta apostólica. En esos años de adolescencia hormonal tan planón era ir a hacer el cabra por los montes como ir a Torreciudad. En una de esas me dicen; oye que te vas a Torreciudad, vas a acompañar a Rhodospirillum, un chaval de San Rafael. Yo encantado. No sé de qué San Rafael sería pues no lo había visto en mi vida. Yo hacía de acompañante feliz, explanada pa’rriba, rosario pa’bajo, mira que azul es el agua del pantano, qué grande es el mar y qué pequeño nuestro corazón, y fíjate lo que tuvieron que hacer para llegar andando hasta aquí los Abuelos, ducados que me fumo, y más explanada, y allí al fondo se ve la nieve, Ford Transit blanca llena de “ellas” y mira para otro lado, Ford Transit azul llena testosterona murciana (por la matrícula: MU) y sigue caminando, escribes un “tronquito” en libro de firmas de la ermita, y cotilleas alguno previo: “gracias por salvar a mi tía abuela de la terrible enfermedad, y gracias también por hacerme ver la vocación detrás de aquellas jornadas de dolor”, lo que no ponía era la segunda parte –años más tarde- “que ahora dice el director que no, que lo deje, que te equivocaste, no tenía vocación, me cachis la mar…, si hay suerte y me consigues un buen psiquiatra haré otra romería”. Y nuestro Rhodo seguía por allí sin saber muy bien de  qué iba todo aquello. De repente se me acerca el director por detrás, chaqueta por los hombros, me agarra el codo con el índice y el pulgar, como sólo un pata negra podía hacerlo y me suelta: “ahora tienes una hora de tiempo libre, véte con Rhodo y le propones que pite de numerario, cuéntale la parábola del joven rico”. Como si fuese ayer. Pe, pe, pero si creo que no se entera de mucho… Tranquilo que yo encomiendo. Ni que fuese la abuela de Satur a la que operaron de cataratas. Aquello me violentó y la felicidad se tornó desgarro esofágico. Ten visión sobrenatural. Era yo el instrumento elegido por Dios para hacerle ver a Rhodo los planes divinos previstos desde de la eternidad. Al final se lo propuse, quedamos en bueno pues tu te lo piensas y ya me dices, y él en que si voy te llamo. Ese día lo pasé mal. Calabazas. No volví a ver a Rhodo en mi vida. Esto es apostolado de amistad y confidencia. No es la norma actuar así, pero a veces se hace.

 

Releo el escrito y me surgen algunas preguntas en plan Terpsícore –toda la razón en tu último escrito-:

 

-¿Por qué, en esa época, el 95% de los centros, al menos los españoles, tenían una Ford Transit azul, roja o blanca, aunque el color es lo de menos? ¿Cuál era la trama?

-¿Cómo terminó la abuela de Satur?

-¿Qué fue de todas aquellas expresiones para-prelaturianas: “planón”, “peliculón”, “tronco (consideración espiritual a destiempo)”, “encomienda”, “amarra la gestión”, “tienes un momento?”, “qué ambiente más turbio”,…?  Alguien escribió sobre esto hace ya mucho tiempo, creo es un tema que da para mucho.

 

Y por último: ¿persiste todavía el fumeteo postpuberal en los centros? Yo comencé a los 8 días de pitar. ¿Sigue siendo así? Lo digo porque mis vecinas “las monjas” tienen niñas de no más de 16 añitos fumando en la puerta del clubito y da mala impresión. ¿Es minoría o se sigue manteniendo la costumbre? ¿también era así en la sección femenina?

Hasta la próxima.

 

Black




Publicado el Monday, 26 June 2006



 
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