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 Correos: ¡Pobre charla fraterna!.- Karel

070. Costumbres y Praxis
karel :

No consigo que me escandalicen los informes sobre numerarios. No sé muy bien por qué, pero por más escritos que leo y más vueltas que le doy, no logro que el asunto me incomode.

Creo que las razones son:

a) Desde que pité fui plenamente consciente de que renunciaba a mi intimidad en la medida en que debía ser sincero hasta las trancas. Ahí nadie me engañó.

b) Aunque no supe de esos informes hasta que me tocó leer uno -me habían encomendado llevar la charla fraterna del afectado- siempre tuve la sensación de que la gente que llevaba mi confidencia estaba en antecedentes sobre mí y eso me ahorraba rollos bastante largos cada vez que cambiaba la persona a la que tenía que abrir mi corazón (esto no obsta a que, en esa primera charla, yo me preparase una síntesis de mi vida). De hecho, el tema funcionaba de la siguiente forma: tú contabas una cosa y el tipo asentía, como si comprendiese o como si conociese ya a grandes rasgos ese asunto. Y así la cosa se hacía más llevadera, más breve.

c) Y, sobre todo y principalmente, siempre he tenido la convicción profunda de que la información, en las personas que llevan charlas, genera un gran sentido de responsabilidad: que la peña no se lo toma a la ligera, vaya, y que recibir esos datos no hace sino que traten de ayudarte mejor.

Ésa fue mi experiencia siempre: no como persona que recibía información sobre otros -nunca estuve en un consejo local y apenas si llevé la charla de dos personas-, sino como alguien sobre quien se informaba (supongo).

Eso sí, creo que he leído en el web -pero no logro encontrar la referencia donde se trata en profundidad y no como mera afirmación o recordario- que ésa no es la manera de llevar la dirección espiritual en la Iglesia. Si así fuera, agradecería que alguien me recordase el link o detallase la cuestión. En tal caso, sí tendría serias reservas.

Por otra parte, no me parece que el gran fallo esté en el flujo de intimidad que se produce a través de esos informes, sino en la manera de llevar las charlas fraternas, por diversos motivos:

a) Falta de preparación del director. Sobre todo en los cursos anuales me tocó hacer la charla con tipos más jóvenes que yo, con menos experiencia de la vida profesional -la vida ahí fuera, quiero decir-, pero, eso sí, llenos de buena voluntad. Esta gente se veía, simplemente, desbordada. Recuerdo que a uno le conté que tenía amigas: chicas del trabajo que me abrían su corazón, con las que hablaba sin tapujos, también para defender la Obra y explicar la vocación de numerario. "No sé, pregúntale al cura si se pueden tener amigas", me respondió. No puedo sino hablar bien del esfuerzo que hizo por ayudarme, si bien con poco éxito..

b) ¡Venga ese recetario! En la Obra teníamos esquemas preconcebidos para llenar armarios y armarios. "He tenido problemas con la pureza"; respuesta invariable: "¿Estás haciendo deporte?". Eso por no hablar del que me puso como examen particular, recién pitado, decir cada día 1.000 jaculatorias a la Virgen. Tal vez haya alguien capaz de hacerlo, pero seguro que nadie es capaz de contarlas. ¿Y el que me dijo que "un numerario, por la calle, o va hablando de Dios o va hablando con Dios"? Joder, yo por la calle hacía todo tipo de cosas: repasar exámenes, pergeñar proyectos profesionales, fijarme en las fachadas, rememorar goles y otras jugadas -mías, claro- del partido que inexplicablemente no salían en Estudio Estadio...

c) Lo primero, ser cumplidor. En la charla se mide sobre todo lo trasladable a una hoja Excel: si has cumplido todas las normas, cuántos amigos has traído a la meditación, cuantos planes apostólicos has hecho (para ganarse la amistad, puaj!), a cuántos has hablado de confesión, cuántas horas de estudio has sacado esta semana, cuántas correciones fraternas has hecho, si te has confesado el día que te tocaba, si has llegado puntualmente a la oración de la mañana... Todo eso estaría muy bien si no fuese porque casi nunca se habla de cuán cerca estás de Dios; de si Dios está contento de ti o no; de cuánto has ayudado realmente a los demás (aunque esos demás no fuesen un objetivo apostólico). De esta forma, las personas desordenadas por naturaleza se dedican a arrastrar un reato de incumplimientos que genera, con el tiempo, una frustración no pequeña. Y eso es porque la ascética de la Obra, aunque se niegue una y otra vez en los cursos de retiro, fomenta el voluntarismo y éste aboca a la desesperación. En definitiva, el punto de vista de la dirección espiritual no es qué está haciendo en tu alma la gracia de Dios, sino qué estás haciendo tú por Dios. Se pierde la individualidad para centrarse en cuán cerca o cuán lejos estás del numerario ideal, cumplidor.

d) Si quieres arroz, Catalina. Una práctica relativamente común que he descubierto al hablar con ex-numerarios consistía en que cuando una persona manifestaba dudas de vocación le daban un encargo interno, es decir, le hacían subdirector, le encomendaban unas cuantas charlas fraternas de otros numerarios, etc. No ocurrió en mi caso, gracias a Dios, pero así entendí por qué me tocó hacer la charla con unos cuantos tipos que no mucho más tarde dejaron la vocación. La tensión a la que estaban sometidas estas personas se notaba al abrirles tu alma y en los consejos que te daban: son los que más tiraban del recetario. Tampoco dudo de la buena intención y el empeño que todos ellos pusieron por ayudarme, aunque comprendo que no estaban en las mejores condiciones...

No sé qué mas puedo aportar. No sé si esto aporta algo.

Saludos,

Karel

Nota de la web.  Sobre el link que no encuentras, pudiera ser el del canonista Antonio Esquivias -entonces sacerdote numerario del Opus Dei-, que escribió en 1998 al Opus Dei titulado "Dirección Espiritual" y que envío a Opuslibros en junio de 2005.




Publicado el Wednesday, 14 June 2006



 
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