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 Correos: Sobre el tema gula-lujuria. Para jm.- Guadalcanal

070. Costumbres y Praxis
Guadalcanal :

El Escrito de jm:  “Mi experiencia. Entrada y salida de otro gay másme ha traido a la cabeza las muchas incongruencias que observé a lo largo de mi pertenencia a la Obra y el diverso rasero con el que se trataban, dentro de la organización, estos dos llamados “pecados capitales”.

 

Tengo que decir que una de las cosas que más me sorprendió en los años que estuve dentro fue todo lo relacionado con la comida y, en especial, con la bebida. Acostumbrado a un ambiente familiar sobrio en el que el vino era algo extraordinario y las bebidas alcohólicas de alta graduación no tuvieron nunca cabida, la generosa ingesta que se hacía de todo ello en las comidas, tertulias, etc., es algo que nunca llegué a asimilar.

 

Para empezar diré que la aparición del famoso “carrito” en los centros de numerarios, los días de aperitivo -que no eran pocos- se saludaba con algo más que alborozo. Digamos que con ansia. El “carrito” suele estar bien provisto de bebidas alcohólicas, entre las que no falta la ginebra, el whisky, el martini, vino fino, etc. Algunas veces incluso vi una que otra botella de vodka. Para alternar, cocacolas y alguna cerveza, con otras bebidas. La desproporción entre la parte líquida y la sólida llamaba la atención, tanto que, por sistema, buscaba motivos para no estar a la hora del aperitivo por miedo a que me hicieran la “corrección fraterna” ante mi incapacidad para empinar el codo al ritmo que el resto de la concurrencia. Nunca he sido capaz de echarme al cuerpo algo más que cerveza sin alcohol u otras bebidas muy escasas de ese elemento. En los aperitivos del Centro de Estudio, con gente joven muy difícil de controlar sus impulsos, era curioso ver cómo subía el nivel sonoro de risas y conversaciones, a medida que iban vaciándose las botellas.

 

Los días de aperitivo, el alcohol regaba también generosamente la comida y se añadía al café en forma de coñac y anís (incluso del fuerte tipo “chinchón”). El resultado de esa mezcla a las 5 de la tarde era ya obvio y no pocos daban cabezadas por todas partes durante el obligado rezo del rosario. Ante mi asombro, más de uno iba luego a dirección a coger las llaves de algún coche para un desplazamiento, ¡en ese estado!

 

Podría seguir contando muchas cosas al respecto, pero añadiré solamente lo que vi en una breve estancia en otra ciudad, en un centro de numerarios jóvenes, cuando ya no lo era yo tanto. Un viernes, a la tertulia de la noche, el director pidió a la administración una botella de whisky con vasos e hielo. Todos, empezando por el director y el sacerdote, se sirvieron con generosidad el whisky solo, sobre los cubitos. La primera vez que lo observé, salí rápidamente a buscar una jarra y llenarla de agua para que los numerarios de la casa, con edades en torno a los 20 años, rebajaran el whisky y no cogieran una cogorza.

 

La maniobra no pasó inadvertida al sacerdote de la casa que al día siguiente le dedicó un trozo de la meditación a la “falta de sobriedad” que suponía todo aquello.

 

Unos meses más tarde volví por allí y ante mi sorpresa volvió a aparecer la botella de whisky

 

Por lo que respecta a las comidas, tengo que decir que –en líneas generales- los menús son más bien de restaurante que de “casa de familia numerosa y pobre”, en palabras de los escritos internos. Y no sólo por la calidad de los ingredientes y su buena preparación sino por la exquisita forma de ser servidos, por numerarias auxiliares muy bien entrenadas, que los días de fiesta, salían de riguroso uniforme de doncellas. Muchas veces sentía lástima por ser servido de una forma tan aristocrática, que no deseaba, pensando en cómo se sentirían esas numerarias –de familias humildes- teniendo que soportar ese teatro.

 

Me comentaron en más de una ocasión que, en vida del fundador, era frecuente improvisar menús extraordinarios –a la menor indicación de Escrivá- cuando se explayaba en tertulias: “a estos chicos que les den hoy un menú extraordinario”.

 

También recuerdo con horror el pestazo de mucha gente fumando sin parar en las tertulias hasta puros habanos, con las ventanas cerradas –“para que no se oiga afuera”-, impregnando la ropa de un olor como si se hubiese estado en un pub.

 

Al manifestar todo esto a los directores, la respuesta no pocas veces era que se trata de “compensaciones” necesarias ante el cúmulo de carencias que rodean la vida de los numerarios.

 

Cuento estos detalles para que se comprenda cómo un buen montón de sensaciones desagradables va rodeando la vida de uno hasta que se da cuenta de que por un lado va la teoría y por otro el andar de cada día y que las cosas no son ni mucho menos tan bellas como se describen en la doctrina oficial.

 

Todo esto aumentó y mucho la frustración personal que me llevó a organizar mi marcha, como ya describí en otro texto anterior.

 

Saludos a todos.

Guadalcanal

 

PD.: Me agradaría mucho tomar contacto con jm y con Giancarlo, ya que hemos recorrido itinerarios similares en la Obra y fuera de ella.




Publicado el Friday, 12 May 2006



 
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