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 Correos: Traducción des Mazeray.- Ana Azanza

075. Afectividad, amistad, sexualidad
Ana Azanza :

Me he permitido traducir estas páginas de este libro que apareció el año pasado, en el que también se cita la web opuslibros.org. Quiero comentar al texto algunas cosas:

 

1. es un buen ejemplo de lo difícil que lo tiene la gente que sin ser opus se enamora de un supernumerario, el consejo universal que una vez más comprobamos: mejor déjalo.

 

2.  Si un hombre se muere por las mujeres y “ese Dios que nunca decepciona” como él sabe predicar a los demás no le motiva para el celibato ¿por qué sigue vistiendo una sotana? Da la casualidad de que conocí a este cura al que en el libro llaman con el pseudónimo de “abbé Jean”, es el famoso abbé Pallais al que menciono en mi autobiografía como “predicador estimado” en el opus en mis años de centro de estudios. Lo que ignoraba y he descubierto gracias a los autores des Mazery es que las confesiones de las posibles “pitables” con este cura tomaran semejante cariz. Una vergüenza, en suma.

 

3. ¿A qué viene llamar mixto al matrimonio de un opusiano con alguien que no lo es? ¿quiénes se han creído que son?

 

Del libro de Bénédicte et Patrice des Mazéry, L’Opus Dei. Enquête sur une Église au coeur de l’Église, Ed. Flammarion 2005, col. J’ai lu, pp. 44-50.

 

(traducción Ana Azanza) 

Verónica de 39 años no ha olvidado su experiencia con el Opus Dei. Hace diez años que ocurrió pero en su cabeza todo está intacto. Nos recibe en su casa de París….”¡Esta historia es increíble! Hoy me río pero fue duro, yo estaba locamente enamorada de ese chico!”...



A ese “chico” como ella lo llama, vamos a llamarlo Bertrand C. Se lo presentó su cuñado en 1994. Verónica tiene en ese momento 29 años y trabaja en la SCNF (ferrocarriles franceses) al tiempo que estudia derecho. El muchacho es tan guapo que Verónica ni se lo cree. Recuerda con una carcajada: “Pensé que debía de haber algún vicio oculto…” y añade: “No sabía la razón que llevaba”.

Se ven durante un mes más o menos, después Bertrand la invita a comer… y le pide que se case con él. “Me pareció un poco rápido pero bueno…”

De nuevo Verónica se ríe recordando la pregunta del chico: “¿te gustan los niños?” y sobre todo lo siguiente que le dijo después de que ella dijera que sí: “Dí una cifra entre diez y veinte.”

Bertrand le aconseja que tome contacto con cierto cura del opus dei en París, al que vamos a llamar aquí el cura Jean (abbé Pallais en realidad).

 

“Me cité con el cura y el día fijado me voy al número 36 de la rue des Ecoles donde nada indicaba que se tratara de un centro perteneciente al opus dei” cuenta Verónica. Ahí empiezan las primeras sorpresas. Una chica la conduce hasta una especie de oratorio donde tiene que esperar a que una lucecita se encienda para entrar. “Pensé: ¿pero qué es esto?” Después de que saliera de allí una muchacha con lágrimas en los ojos, Verónica se acerca. “Era un cuchitril con un reclinatorio, en realidad un confesionario. Me presento, explico que tenía cita y entonces, el cura me tutea de entrada: “¿tú eres la amiguita de Bertrand?” y en seguida me regaña: “Has aceptado que te lleve a comer, no está bien. ¿Sabes lo que eso significa? Una mujer no debe aceptar una invitación a comer.” Al parecer el cura está muy enterado de mi vida. Sus preguntas son cada vez más indiscretas: me pregunta si soy virgen, si Bertrand me ha tocado… Me pregunta por mi gusto por la lectura, le digo que sí que me gusta. Cuando salgo del confesonario, sale él también. Es un hombre muy guapo, nicaragüense, y me da una lista de libros de las ediciones Le Laurier (editorial opus dei), entre los que me aconseja La femme sacerdotale.”

Como mujer de buen sentido, Verónica piensa que “algo no funciona en esta historia”. Se pone en contacto con la UNADFI (unión nacional de asociaciones en defensa de las familias y el individuo), de allí la envían a un tal padre Trouslard, canónigo en Soissons y experto en sectas. “El canónigo me advirtió que Bertrand no se casaría jamás  conmigo si yo no me hago del opus dei”.

 

A pesar de los consejos de la UNADFI que le sugieren que se olvide, Verónica herida en lo vivo y además terriblemente enamorada, decide ir hasta el final. “Quería formarme mi propia opinión”, explica.

La chica no desespera. Sigue viendo al cura del opus, va a clases de catecismo como él se lo ha aconsejado con una tal Clara, que fue durante muchos años directora de la escuela Dosnon.

Entre tanto Bertrand se desdice. Ya no quiere casarse con Verónica, le propone que sean “buenos amigos”. Refiriéndose a los matrimonios entre miembros del opus y no miembros, el cura (abbé Pallais) aprovecha para decirle a la chica que “los matrimonios mixtos no son buenos”. También le habla de un movimiento “anti abortista”, la “Trève de Dieu”, “le parecían gente estupenda y me propuso  conocer a su fundadora Claire Fontana”. “Los hombres te decepcionarán, Dios nunca”, es otra frase acostumbrada del cura…

Bertrand por su parte, pide tres veces a Verónica que se case con él y tres veces se echa para atrás. Verónica, ya no aguanta más, sin dejar de estar enfadada, decide romper con este individuo que la hace sufrir tanto. “Quemada” por el opus, pide a una de sus colegas y amiga, Sophie, que tome el relevo haciéndose pasar por una chica recién llegada a París e interesada por el movimiento. (….)

Al final Verónica y Sophie acuerdan que han terminado con su inmersión en el opus dei. Pero antes de esto, viendo que las confesiones con el abbé se volvían escabrosas, se le ocurrió que las iba a grabar en secreto. “Me llamaba cariñito y me decía que le gustaban mis hombros”, dice Verónica para justificarse. Accede incluso a prestarnos sus grabaciones. “Juzguen por sí mismos”, nos dice.

 

Confesiones particulares

 

Con impaciencia por escuchar las grabaciones, enchufamos el magnetófono. Verónica nos ha prestado tres casetes grabadas entre noviembre 1994 y febrero 1995, hacía un año que conocía al cura del opus. Ponemos el aparato en marcha, se oye un sonido estridente, luego pasos, el roce de unas ropas (la sotana evidentemente), una tosecilla y de pronto una voz dulzona, como un cuchicheo. El tono es meloso y suelto, las palabras a veces vulgares. Vamos a descubrir una confesión bien curiosa. Aquí van varios trozos que hablan por sí solos.

-Verónica: padre, usted me conoce desde hace un año.

-El cura: Sí mujercita simpática, pero es como si te conociera desde siempre, como si te hubiera visto crecer desde que tenías leche en los labios. Ni tu papá ni tu mamá te conocen también como yo.

-Verónica: ¿se acuerda usted de la primera vez que vine a verle?

-El cura: Sí cariñito. Desde la primera vez que te ví te desnudé completamente. Me gustó esta chica que me abrió su corazón con una sencillez conmovedora.

-Verónica: ¿Piensa usted que yo tengo una vocación real o no? yo no lo sé.

-El cura: No sólo tienes una vocación real sino que Dios te llama (…) la llamada conlleva ciertas cosas que no están totalmente de acuerdo con tu sensibilidad pero que con la fe, aceptarás progresivamente.

-Verónica: ¿Qué cosas son esas?

-El cura: el hecho de desvelarse a sí mismo, de hablar de la propia intimidad de manera muy humilde y sobrenatural… El hecho de que no te das cuenta de que la vocación a la cual el Señor te llama es una vocación a una santidad que exige un abandono total en sus manos y una confianza infantil, que incluso las cosas que no comprendes o que no deseas hacer, las tienes que hacer por amor a Jesús, porque El te lo pide.

-Verónica: yo necesito comprender, si no comprendo doy marcha atrás.

-El cura: hay cosas que no se pueden comprender más que cuando se han hecho. No se puede comprender la humildad más que cuando se ha sido humillado. No se puede comprender la vocación al Opus Dei más que cuando se ha empezado a vivirla. Porque de la teoría a la práctica hay una gran distancia. Lo que Jesús quiere es que abras esos pequeños labios que tienes y que bebas los vientos de amor por Jesús. (…)Todavía no estás preparada para atarte a Jesús pero yo te voy a preparar, ¿de acuerdo? Voy a preparar el cuerpecillo y el alma de esta mujer, ¿vale?

-Verónica: le va a costar…

-El cura: no cariñito, va a ser rápido porque tú vas a seguirme, ¿de acuerdo? Voy a tomar por la cintura a esta niña. Amarás a Jesús con locura.

-Verónica: pero usted sabe que cada vez que pongo los pies en el opus es muy doloroso porque me acuerdo de Bertrand…

-El cura: Sí cariñito, pero es como una penitencia para ti, como una purificación. Es doloroso pero necesario porque las mujeres y esposas de mañana tienen que ser vigorosas, porque los tiempos serán duros y difíciles y tú tienes que ser una mujer a prueba de bomba.

-Verónica: usted me ha dicho que las supernumerarias y las numerarias tienen la misma vocación.

-El cura: cuando vengas al opus dei, tendrás que amar a Dios como yo (…) No amamos a los demás para nosotros mismos sino para Dios. Si yo te quisiera por ti misma las cosas irían mal, rápidamente caeríamos en el erotismo. Porque eres una mujer, estás muy bien hecha y eres encantadora.

-Verónica (con una risa nerviosa): la rejilla está entre los dos.

-El cura: pero yo hago saltar la rejilla, no es un problema. O te puedo coger a la salida. No, no te quiero para mí, cariñito, te quiero para Dios.

-Verónica: no estoy disponible.

-El cura: por eso te preparo. Intenta conocer la obra, intenta dejarte moldear por la gracia de Dios, sé humilde y reza, y sin darte cuenta, en un determinado momento vas a cambiar y vas a decir, ya está, ya no soy la misma, siento que Dios me ha transformado. En ese momento, estarás disponible.

 

¿Confesiones o conversaciones privadas? La relación entre este cura y un (futuro) miembro potencial parece como poco estrecha. En efecto, no duda en intentar seducirla para provocar “una crisis de vocación”… Verónica lo confirma afirmando. “Tenía la impresión de que el cura me proponía una vida que yo no había elegido”.




Publicado el Wednesday, 10 May 2006



 
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