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 Correos: A propósito del Opus Gay.- Giancarlo

010. Testimonios
Giancarlo :

En primer lugar quiero felicitar a los Orejas por esta página. La leo desde hace muchísimo tiempo; y lo que mueve a escribir ahora es la pregunta de L.R.S., sobre la homosexualidad, y el comentario de Guadalcanal. Pero empecemos por presentarme: soy un ex numerario gay, que pitó hace más de 40 años y se marchó después de 12 años.

            El inicio de la historia es clásica: me echaron el lazo a los 16 años, el Opus Dei era para mi algo absolutamente desconocido, y como en un plano inclinado, me fui enterando poco a poco en que me había metido. De sexualidad mi ignorancia era absoluta, teórica y práctica (de esos temas no se hablaba). Nunca había tenido ni un coqueteo ni trato con chicas. Hasta el día de hoy sigo siendo virgen en materia femenina. Por supuesto que de homosexualidad sabía mucho menos, apenas la palabra “maricón”...

   

 

           

              



            La obsesión por el tema del sexo dentro del Opus la sentí desde el primer día. Pero a mi no me causaba problemas el tema de guardar la vista  o cuidar las relaciones con las compañeras de estudio o de trabajo. Sólo una vez comenté en la charla que me atraía una chica que trabajaba conmigo. Las alarmas se activaron y se puso el remedio.

Pero lo que no dije –no por mala fe sino porque lo de la pureza estaba para mi sólo relacionado con las mujeres- es que salía con un amigo. Nos íbamos a una playa solitaria o al campo y nos tendíamos juntos, desnudos bajo el sol. Lo disfrutaba intensa y, ahora lo sé, sensualmente. Pasados los años, me doy cuenta que mi amigo esperaba más. Pero yo estaba en la inopia y ni siquiera era consciente de lo que en realidad estaba haciendo.

            Lo más grave era que atendía la labor de San Rafael. En las excursiones con los adolescentes dormíamos juntos, algunas veces en la noche nos pasábamos de toqueteos con los muchachos –estaba satisfaciendo mi sexualidad sin darme cuenta, pese a que alguna vez tuve una polución- más allá de lo prudente y lo moralmente permitido. No tenía sentimiento de culpa y la pasaba muy bien.

            Todo estalló cuando pasé a una residencia de estudiantes. Ver a tanto ejemplar masculino joven me perturbo profundamente. Lo que me terminó de desquiciar era que me enamoré. Sabía que algo estaba fuera de sitio y la palabra homosexual comenzaba a insinuarse. La luz me la trajo otro numerario a quien le llevaba su confidencia, él si tenía  claro su homosexualidad. Finalmente, dejo la Obra y hoy es un gay que lleva su vida sin dificultades. A través de lo que me contaba en la charla me sentí reflejado y empecé a entender. Nunca supo lo que me había ayudado.

            Entré en una crisis y una depresión fuerte. Lloraba desesperado sin saber que hacer o como enfrentar la situación. Bien formado como estaba acudí a mi director en demanda de ayuda. Se escandalizó con mi conducta, me dijo que nadie se volvía homosexual a mi edad (sic) y supongo que informaría, porque me cambiaron a una casa de mayores. La primera confidencia que hice con mi nuevo director, para mi desconcierto, antes que hablara me comenzó ha hacer preguntas de lo más morbosas. Ahora se que todo se informaba, supongo que el chismorreo debió ser intenso.

De allí me mandaron a un médico para que me revisara los pulmones. Supongo que no habría un siquiatra de confianza. Después apareció otro médico que era numerario, me dijo que me bajara los pantalones. Me miró los genitales y sentenció: no te preocupes son normales no tienes nada. Lo terrible es que nadie me escuchaba. Ante tanta irracionalidad, no dude en que tenía que marcharme, para tratar de enrumbar mi vida. Agarre mis maletas y me fui

            Como Guadalcanal lo primero que hice fue buscarme una novia. Pero no me aguantaron, ni yo tampoco aguanté mucho. La pobre no entendía como a los 28 años yo ignoraba lo más elemental en la materia y no sabía como comportarme. Lo siguiente que hice fue un paso fugaz por un psicólogo. Hasta que me decidí no darle largas al asunto y asumir mi condición gay. Eso fue todo otro aprendizaje. Pero  el resultado fue satisfactorio.

Vivo tranquilo y en paz asumiendo mi orientación sexual. No hay traumas. Para ello fue fundamental alejarme definitivamente de la Iglesia que me rechazaba y no permitir que me chantajeara emocionalmente, con el concepto de “pecado” y de “antinatural”. Si entras en la lógica del dogma y el fundamentalismo eclesiástico, vivirás la angustia de sentirte escindido y enfrentado contra tu propio ser. Por eso, soy un agnóstico feliz que no ha pisado un templo, salvo socialmente para las bodas, desde hace más de 30 años.

Alguna vez me he preguntado ¿cuánto de responsabilidad tuvo en toda esta historia el Opus Dei, al haber forzado a pitar, sin pleno conocimiento, a un muchacho sexual y emocionalmente inmaduro? ¿Cuántos casos similares habrán? ¿Cuanto daño se puede hacer?

 

Giancarlo




Publicado el Friday, 21 April 2006



 
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