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 Correos: Respuesta a un supernumerario feliz.- Inocencio

060. Libertad, coacción, control
Inocencio :

Querido Luis:

Antes de nada, dos cosas. La primera es que pienso que hablas de buena fe; aunque, a decir verdad, se me hace muy cuesta arriba no pensar en que eres un “topo” de los directores de la Obra, como el hecho de que seas supernumerario invita a pensar: “los supernumerarios serían los más adecuados para dar opinión en esa página, es lo más propio,” etc.

La segunda cosa es pedirte que tengas la gran bondad de pensar que la gran mayoría de los usuarios de esta página llevamos décadas viviendo en España y (creo que es parte del problema de la Obra) en nuestra amada Patria abundan los pillines y los listillos de pueblo. Así, somos maestros en la frase adecuada y a poder ser chispeante, sea o no la verdad o no toda la verdad. Además, por la descristianización de España, ahora la mentira es por desgracia moneda de uso más corriente que el euro. Quiero decir con eso que detectamos la palabrería a muchos metros de distancia. Y a partir de esa premisa podemos entendernos.

“Como he dicho, soy supernumerario y estoy feliz por mi decisión. Esta vez hablaré de irse de la Obra pues creo que o alguien no ha entendido que es eso de la vocación.”

Esto depende de como se mire. Por una parte: ¿Tu crees, mi querido Rubalcaba, que uno que se va de la Obra después de años, y oyendo infinitas charlas y prédicas, no he entendido lo que es la vocación? Admito que puede haber alguna excepción, como por ejemplo algún chico joven. También, y perdona, un supernumerario. Puedo decirte, sin faltar a la caridad, y siendo “amigo de Platón pero más amigo de la verdad,” que habiendo muchos, muchísimos supernumerarios ejemplares y hasta santos, hay también un respetable tanto por ciento de los supernumerarios que no han entendido la vocación, si es que la tienen. En eso te doy la razón. Personas que no hacen nunca apostolado, con una u otra excusa (a veces con motivos, y esos casos son muy respetables), que casi nunca hacen la charla, sino que sueltan un rollo para desahogarse (cosa muy misericordiosa por parte del que la recibe, pero no se trata de eso), con las que no se puede contar para casi nada, etc. En algunos casos, no infrecuentes, el panorama es peor. No tratan bien a la mujer, o la “machacan” ---por decirlo en plan fino--- con el dinero, etc., etc. Por otra parte, hay que decir que muy posiblemente ni el Fundador entendió la vocación, o al menos dejó que se desvirtuara.

Lo que entiende la gente “de fuera” da una pista de lo que debiera ser la vocación: les parece maravilloso dar gloria a Dios (esto es lo primero y principal) y santificarse en la vida y el trabajo ordinario de cada día. Así que los tinglados y las prisas podrían reducirse casi a cero. Una opinión muy personal es que si se viviera eso, la Obra sería diez veces mayor y vivirían en paz, lo cual, parafraseando al Fundador, “sería un milagro portentoso.” Aquí hay un problema gravísimo para la Obra. La llamada universal a la santidad es algo cierto, porque no va Dios a dejar de pedirle que sea santo a ninguna hija o hijo suyo. Pero en el sentido, valga la expresión, “práctico,” de tirar del carro para engrandecer el Reino de Jesucristo, la cosa es otro cantar.

Además, la tan cacareada llamada hecha en ese sentido por el Concilio Vaticano II, no fue hecha por influencia de don Álvaro, o al menos, no fue lo decisivo. Como relata Ralph Wiltgen, S. V. D, asistente como miembro de una oficina de prensa al Concilio, en su maravilloso libro “El Rhin desemboca el en Tíber” (que quiere decir que los alemanes y sus aliados, mejor organizados, ganaron la mano en el Concilio), eso se debió a la insistencia de los protestantes en que los simples fieles no fueran considerados miembros de segunda clase de la Iglesia.

Desde luego que un casado puede ser un gran santo, y más que un sacerdote o religioso. Ahí están tantos ejemplos, entre los que admiro especialmente a santo Tomás Moro; y eso por no hablar de los primeros cristianos. Pero en el sentido de “deja todos tus bienes y sígueme,” eso ya es otro cantar.

Como hemos quedado en hablar con verdad y sin palabrería, me atrevo a decir que es muy fácil ver los toros desde la barrera. Repito, tu puedes ser más santo que cualquiera de los agregados o numerarios; eso, como dicen en Galicia, “non ten duda.” Pero tú das una cuota y ellos todo el sueldo. Tu te casas o puedes hacerlo (lo que te garantiza, al menos a priori, un hogar sin “excesivo número de correcciones fraternas insustanciales”). Nadie te va a decir, en la práctica, que si podrías irte a Eslovaquia u ordenarte. Y, mucho más importante, nadie te va a decir que te pases la vida atendiendo una Administración. Etc., etc.

“o alguno no ha hecho correctamente su trabajo y no se ha explicado como debe (lo digo por quien corresponda comunicar al afectado su nueva situación).”

Eso, que pudiera ser, es muy secundario. Y suena, perdona, a frase de película americana. Se ve que te gusta el cine. A mi también.

“determinadas, la mayoría debe renovar su voluntad de pertenecer a ella una vez al año,”

Aquí ya, si sacas la cuestión cuantitativa, llevas las de perder. Porque es cierto que la gran mayoría de los supernumerarios no hacen la fidelidad hasta pasados muchos años, pero el resto, que son mayoría en la Obra, la hacen en unos años, prudentemente puestos, justo es reconocerlo; pero luego ya se acabó el 19 de Marzo.

El otro día me decía una supernumeraria, hablando de las numerarias de su centro: “Están muy mal. No tienen a donde ir. ¿A dónde va una mujer de 50 años cuyo currículum es haber estado toda la vida atendiendo administraciones de los centros?” No sé si me explico. ¿Y los que cobran de una obra corporativa o “personal” ---o como se llame este año--- porque se lo han dicho? ¿Y los que se ocupan en “trabajos internos” porque se lo han indicado? ¿Y los sacerdotes?

Amigo, aquí se mezclan tu buena voluntad con el desconocimiento o la “astucia hispánica,” de la que estamos ya de vuelta, como te dije. Y no vale la pena hablar de lo de los jóvenes; eso clama al Cielo. Claro que se podría hacer proselitismo con los jóvenes, pero con nobleza, no con triquiñuelas, ni aunque sean "de buena fe."

“¿a qué viene entonces eso de que la gente no puede irse o que la intentan enganchar cuando es joven e indefensa? Existen esos mecanismos dentro de la Obra para que, en el supuesto caso de que alguna persona hubiera sido “engañada” o forzada tenga una oportunidad anual de plantearse el seguir en la Obra o no. Y esto forma parte de los estatutos del Opus Dei. Creo sinceramente que no hay trampa ni cartón al respecto. Si quieres perteneces, si no quieres lo dejas. Al menos así lo vivo yo y las personas que conozco. Situaciones diferentes a esta son irregularidades que deben ser denunciadas, por el bien de los afectados e incluso de la propia institución.”

Pues ya que lo planteas así, vete pensando en denunciarlo (hay montones de casos) para no incurrir en el feo delito de la complicidad. Cuando veas que no te hacen ni caso, no por mala voluntad, sino porque no pueden modificar nada de algo “tan divino,” podrías ir planteándote tú también la salida.

“Segundo. Según cuentan algunas de las personas afectadas, parece que si una deja la Obra debe sentirse como una apestada o como dejada de la mano de Dios y tampoco estoy de acuerdo.”

Tú no estarás de acuerdo, pero podríamos sepultarte en una montaña de folios contando casos y casos. Sólo dos: Hace años, una supernumeraria: “Quiero dejar la Obra, estoy harta, pero me ha dicho la que lleva mi charla que si me voy me condeno. ¿Tú que piensas?” Le aseguré que de eso nada y que lo hablaría con un sacerdote numerario. Hombre curtido “por ahí adelante,” se limitó a decirme: “No creo.” Magistral. Una llamada telefónica y asunto resuelto. La última experiencia es de hoy: “No puedes irte porque tienes un compromiso con Dios.” Y el hombre hecho un lío, preocupado de si incurrirá en pecado mortal.

“Quien nunca se ha sentido mejor persona que las demás por pertenecer a la Obra, tampoco debe sentirse peor por dejar de serlo pues ni va con el espíritu de la Obra ni es real. Otra cosa es que por determinadas personas demasiado clasistas, que de todo hay, cierren filas y hagan un poco de mobbing, pero esto, como lo anterior, no es la norma. Conozco varias personas que han dejado la Obra y que viven sin complejos y sin rencores, con la naturalidad de haber tomado otro camino. ¿Por qué entonces esos revanchismos o ese afán de hacer un frente común?"

Aquí me lo pones fácil: eso se debe a una extraña cosa en la que algunos aún creemos, llamada libertad. Y a otra también rara, el poder ayudar a muchos que lo pueden necesitar, y de hecho lo necesitan.

"Sinceramente, creo que es duro cambiar de vida, sobre todo cuando la decisión no es bilateral, pero no por cargarse de ira la adaptación, el nuevo ritmo, va a ser mejor. Entiendo que haya gente que ha sufrido y, sí, me solidarizo totalmente con todos vosotros/as pero esos casos, aunque hayan sido varios, no son la norma.”

Te da esa impresión, porque la gente tiene categoría espiritual y no anda por ahí aireando su sufrimiento. Además, si nosotros, que hemos estado en el ojo del huracán, no tenemos excesivos datos, fíjate tú; en la inopia, vamos.

“Creo que muchas veces, se podría haber tenido más comprensión, más humanidad y más empatía por parte de las personas responsables de la Obra,”

El problema está muy arriba, en el Fundador, los Padres que le han sucedido y los pocos que realmente cortan el bacalao. De ahí para abajo poco pueden hacer, salvo seguir el buen criterio, que suele ser “lo que se ha hecho hasta ahora.” El posible misterio que pudiera haber queda solucionado por ser algo “de Dios,” que ahí ya “navegamos” todos.

“pero, por favor, no confundamos la excepción con la regla.”

Ojalá tuvieras razón.

"Un abrazo muy fuerte a todas/os las que sufrís."

Gracias, si se que se agradece un poco de bálsamo en las heridas.

Saludos cordiales, Inocencio 3 abril 2006




Publicado el Wednesday, 05 April 2006



 
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