Uno de los grandes errores de un grupo de personas que se organiza del modo que sea, incluida una prelatura, es considerar fundamental lo ocasional, y ocasional lo fundamental. Al opus le ha pasado esto. Y el problema se les va incrementando en los últimos años. Quizá porque los cargos de directores van siendo ocupados por los más fanáticos, los menos reflexivos y, en muchas ocasiones, los menos espabilados. Excepciones se encuentran, pero cuando se piensa, por ejemplo, en quiénes ocupan muchas de las delegaciones en España, es para echarse las manos a la cabeza. Muchos no serían puestos ni de encargados de una mercería. Sin embargo, se les pone a dirigir vidas y patrimonios con la autoridad de Dios. Además, para dirigir, se les propone que el modo adecuado es hacerlo sobre cotilleos indiscriminados. No es posible definir de otro modo las miles de horas que se ocupan en ventilar las intimidades de las confidencias.

Luego, para justificar su fracaso, echan pestes sobre la sociedad en general y sobre los demás en particular a la vez que aseguran que viven delicadamente la caridad. Las contradicciones que viven les estallan en las manos continuamente. Tal vez se encuentre también ahí la causa de muchas de las enfermedades psiquiátricas que se extienden entre los numerarios. Para evitarlas, algunos numerarios asumen una doble vida permanente. Varios de esos están ahora de directores de centros en Barcelona, Valencia, Madrid, etc. Eso sí, como son políticos natos, incluso son alabados, porque dicen que sí a lo que les dicen en su delegación para hacer a continuación lo que les apetece. Cuántas anécdotas para contar. Vaya hoy solo una, la de un director de una dl [delegación] que decía con total convencimiento:

-Cómo me alegro de no ser muy listo, porque los que lo son se lían.  

 Unomas