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 Tus escritos: El oratorio de san José y las reliquias de san Severino.- escriBa

070. Costumbres y Praxis
escriba :

VIVIR PARA VER! (III)

 

EL ORATORIO DE SAN JOSÉ Y LA FABULOSA HISTORIA DE SAN SEVERINO, VILLA TEVERE. SOBRE SACRILEGIOS Y OBSESIONES.

 

El oratorio de san José es de los que podríamos llamar ‘oratorios inútiles’, género muy representado en la Sede Central del opus dei. Se trata de oratorios pequeños, sin sagrario y donde nadie nunca va sino a curiosear. Su único sentido es materializar algún capricho del fundador o algún ‘ajuste de cuentas’ espiritual con el Reino de los Cielos. Por ejemplo: un buen día dijo el fundador al Sto. Cura de Ars, en plan de colegas, “si me concedes lo que te pido, te hago un oratorio” y -¡pasen y vean!- tenemos el oratorio del Sto. Cura de Ars: un escultura exenta de Carrara, sentado, sosteniendo un libro y con mirada “atenta y paternal”, altar de alabastro con incrustaciones imitando una urna funeraria antigua sostenida por cuatro patas de león de bronce dorado.

 

La obsesión por las reliquias le vino a escrivá muy pronto, en los años 40, cuando ‘convenció’ al Arzobispo de Burgos para que le diera un Lignum Crucis, además es una buena excusa para encargar fantásticas piezas de orfebrería.

 

Durante los años 50 y 60 siempre que se empezaba la labor de la obra en algún lugar los numerarios iban a pedir reliquias al obispo y así poder incrementar la colección personal del fundador, cuantas más, mejor, no importan los medios ni se escatima en gastos. José Luis Soria, numerario, (Maestro de buen humor, José Luis Soria, Madrid: Rialp, 1993) cuenta que durante algún tiempo tuvo el encargo de clasificar las reliquias que iban llegando a villa tevere. Como prueba del humor sobrenatural del fundador, que une lo humano y lo divino sin solución de continuidad, relata que en una ocasión escrivá le dijo: “examina bien lo que te he dejado porque no tengo ninguna devoción a las costillas de gato” frase de tal hondura espiritual que sobrecoge, digna de ser recogida en la agenda y llevada a la oración. Cosa que Soria hizo de inmediato...



Es evidente que “nuestro Padre, cuando tuvo que explicar en el Vaticano lo que es la Obra, sólo pudo recurrir a la comparación con los primeros cristianos porque el Opus Dei resultaba novedoso por su incomparable fidelidad al Evangelio. Con el tiempo muchos obispos regalaron a la Obra reliquias de santos de primera hora, como prueba de que comprendían perfectamente el Espíritu de Casa”.

 

El prelado echevarría se refirió hace poco a las reliquias de san Severino en una tertulia que tuvo lugar en villa tevere. Dijo: “un eclesiástico de la Congregación del Clero, que tenía muchísimo cariño a la Obra, estuvo insistiendo al Cardenal de Nápoles para que regalara a nuestro Padre las reliquias de san Severino, soldado del ejército imperial romano que murió mártir en los primeros siglos. (...) Durante mucho tiempo estuvo enterrado en una catacumba de la Urbe hasta que bajo el pontificado del Papa Gregorio XVI, sus sagrados restos se trasladaron a la ciudad del Vesubio. Con el paso del tiempo, sin embargo, la devoción al mártir se había ido extinguiendo y sus reliquias terminaron prácticamente abandonadas y arrumbadas en alguna Iglesia. Cuando las pidieron para la obra, en 1957, el Cardenal Mimmi accedió porque sabía que con el traslado a Villa Tevere san Severino iba a ser venerado en muchos sitios del mundo. (...) Cuando el Arzobispo otorgó su autorización, nuestro Fundador encargó a don José Luis y a don Giorgio que fueran en coche a recoger los sagrados restos del mártir y la authentica. El relicario consistía en una imagen de cera del mártir, cubierta con el uniforme de soldado. No se encontraban en buen estado y fue preciso restaurarlas, se arreglaron lo mejor posible y con la misma ropa que tenía, la imagen y las reliquias se pusieron en el oratorio de san José”.

 

El oratorio es rectangular, con tres pinturas de Manuel Caballero, numerario, que representan escenas de la vida familiar de san José, en un estilo renacentista bastante turbio, profusamente enmarcadas con mármoles antiguos, una de ellas hace de retablo. El altar alberga una urna de cristal enrejada donde se encuentra la escultura de cera policromada, de tamaño natural, realizada en el más minucioso y naturalista barroco napolitano del siglo XVIII.

 

La historieta del misterioso eclesiástico de la Congregación del Clero, que tenía muchísimo cariño a la obra, y del incondicional Cardenal de Nápoles, que –por cierto- no tenía ni idea de algo llamado opus dei, no se la cree ni el propio Echevarría. La historia real es bastante rocambolesca y bastante típica del talante de escrivá y de la obra. Me la contó entre carcajadas, un sacerdote numerario que tuvo que ver con la operación secuestro de san Saverino. Efectivamente en 1957 los numerarios de Nápoles se dirigen al Cardenal Mimmi, Arzobispo de la ciudad, buscando realizar un deseo de escrivá: conseguir las reliquias completas de un seglar de los primeros siglos del Cristianismo. El Cardenal les dio largas con elegancia pero los “hijos del Padre” se movieron y localizaron a san Severino en “la ciudad del Vesubio”. Cuando explicaron su propósito al sacerdote de la iglesia donde estaban las reliquias, éste puso el grito en el cielo y –con él- todos los del pueblo, que no estaban dispuestos a que unos jetas, de la noche a la mañana, se llevaran a su santo. Todos los intentos de los numerarios para convencer / engañar a los habitantes de “la ciudad del Vesubio” resultaron infructuosos y optaron por otro método algo menos ortodoxo. Un día salen de villa tevere un par de coches camino de Nápoles, cargados con un montón de estudiantes del Colegio Romano (los más fornidos), dirigidos por “don José Luis y a don Giorgio”. Llega la noche y entran en tropel en la iglesia y arrancan de la capilla “los sagrados restos del mártir y la authentica” (la imagen de cera). O sea que cometen un ¿sacrilegio en toda regla?... con nocturnidad y alevosía.  El padre lo había dicho y hay que obedecer. Así que, de la noche a la mañana –literalmente- este santo varón fue raptado con la consiguiente, lógica y legítima consternación de todos los fieles que habían venerado sus reliquias expuestas al culto público desde el siglo IV. No estoy capacitado para imaginar la cara que se le quedó al Cardenal Mimmi cuando supo de todo esto, ni la explicación que le dieron (si es que se enteró y le dijeron algo). “No se encontraban en buen estado y fue preciso restaurarlas, se arreglaron lo mejor posible...” su mal estado de conservación no se debía precisamente a que las reliquias de san Severino estuvieran “abandonadas y arrumbadas en alguna Iglesia” sino a la violencia que hubo que emplear para arrancarlas del lugar en el que se encontraban, por la noche, a escondidas y con el tiempo justo.

 

En la obra nadie conocía que este santo estuviera en villa tevere, supongo que antes era menester ser discretos porque no conviene ir diciendo por ahí que tenemos en la Sede Central del opus dei los restos de un mártir que robamos de una iglesia. Ahora, que ha pasado tiempo, ya se puede ofrecer una versión completamente falsa de la historia (como se hace siempre en la obra) porque no hay testigos que puedan resultar incómodos.

 

La historia oficial sigue así: Escrivá “a quienes se encargaban de colocarlas, les insistía con frecuencia en el cuidado con el que debía realizar aquella tarea y les urgía a sobrenaturalizarlo repitiéndoles frases como: Cum Sanctis sanctus eris! y Sancta sanctae tractanda! A petición de nuestro Padre la Santa Sede concedió la facultad de celebrar en todos los Centros del Opus Dei la Misa votiva de San Severino Mártir, el primer día del mes de noviembre en que la liturgia lo permitiese. Al comunicarlo a las Regiones, el 16 de octubre de 1958, nuestro Fundador insistió en que en todos los sitios se aprovechara esa nueva manifestación de afecto de la Sede Apostólica para reforzar más la unión con el Corazón de la Obra. A partir de entonces, lo hacemos así, procurando que nuestro pensamiento y nuestro querer se dirijan con especial intensidad a Roma: damos gracias a Dios por la maravillosa unidad de la Obra y le rogamos que la haga crecer cada día más, convencidos de que consummati in unum, teniendo un solo corazón y una sola alma, lograremos del Señor tantas cosas buenas necesarias, de modo que le sirvamos en todo el mundo y seamos eficaces y santos”.

 

Escrivá es también lo suficientemente cínico para “insistir con frecuencia en el cuidado con el que debía realizar aquella tarea”; es imposible pensar que no estuviera al corriente de la gloriosa gestión que habían llevado a cabo sus hijos. “Les urgía a sobrenaturalizarlo repitiéndoles frases como: Cum Sanctis sanctus eris! y Sancta sanctae tractanda!”. Estas consideraciones sobrenaturales que, supuestamente, hacía escrivá a los suyos cuando manipulaban reliquias no parece coincidir con lo que cuenta Soria de que cuando el fundador vio un pisapapeles en forma de cuerno, preguntó “y esto, ¿qué es?, ¿una reliquia de san Cornelio?”, ¡esto sí que es sobrenaturalizar las cosas y lucir un humor que ni san Juan Bosco! Aunque con un cierto tufillo (mejor dicho, con un tufo insoportable) a lo chabacano y a los desafortunados modales tan propios del fundador del opus dei. La historia se redondea con que “a petición de nuestro Padre la Santa Sede concedió la facultad de celebrar en todos los Centros del Opus Dei la Misa votiva de San Severino Mártir (...) esa nueva manifestación de afecto de la Sede Apostólica para reforzar más la unión con el Corazón de la Obra”.

 

En la obra, el engaño se ha utilizado y se utiliza también en esto y se ha recurrido al delito cuando ha sido necesario. Nos cuenta Pilar Urbano, numeraria,: “Los sobrinos de san Pío X le irán regalando, porque saben que las estima, diversas prendas de la indumentaria del santo y de su mobiliario doméstico. Entre ellas, un sobrio reclinatorio que Escrivá usará para rezar arrodillado sobre él, y un solideo de moaré bianco sporco. Cuando recibió el solideo, el 6 de enero de 1971, antes de buscarle un adecuado emplazamiento, lo besó y se lo colocó, dejándolo unos instantes sobre su cabeza:

            -Me da devoción ponérmelo... y le pido a san Pío X que me dé fortaleza: la fortaleza de roca, que me hace falta”.

 

Da vergüenza la manera en que se manipula sin pudor la realidad de los hechos. Tras el Concilio Vaticano II brotó en la cabeza del fundador –como si de un hongo se tratara- una irresistible e incontenible devoción a san Pío X, tal vez porque se dio cuenta de que la “Iglesia se dirige al abismo”. ¿Qué pasó entonces?, pues que los eficaces “hijos del Padre” comenzaron a maquinar el modo de conseguir reliquias. Los restos de este santo Papa se encuentran en la Basílica de San Pedro del Vaticano, la cosa estaba difícil. Pero siempre se puede recurrir a desvalijar a dos ancianos que guardaban en casa –como un tesoro- muchos objetos de san Pío X. Los dos ancianos vieron como –también de la noche a la mañana- unos nuevos ‘amigos’ les invitaban y les regalaban hasta conseguir expoliar las cosas más valiosas que tenían. El solideo que arrancaba de escrivá verdaderos exabruptos de piedad (¿de vanidad?) y el reclinatorio de madera, que está en el oratorio privado de escrivá a la izquierda del sitial. Otras muchas cosas, como la cama metálica que José Sarto (el futuro Pío X) utilizó mientras fue Obispo de Mantua y que se encuentra ahora en el dormitorio del padre (que –por cierto- tiene las paredes forradas de seda) en la Casa del Fiume, la casa del padre, en Cavabianca. “La cama es mala y barata, se ve que cuando la encargó no tenía muchos cuartos”, así se refería el fundador a su nueva reliquia, con una devoción fruto de su insuperable veneración por san Pío X. Se llevaron todo lo que pudieron sacar: la ropa que José Sarto empleó a lo largo de su vida, hasta el faldón de su bautismo y obras de arte como varias pinturas antiguas y valiosas de la Virgen Bambina, devoción (esta sí, autentica) muy del gusto de san Pío X.

 

Otro ejemplo de esta dinámica de conseguirlo todo sin escrúpulos sería el modo en que obtuvieron reliquias de santo Tomás Moro. Ya conté que en el oratorio de escrivá hay cinco arquetas sobre el altar, contienen reliquias de los cinco intercesores oficiales de la obra: Nicolás de Bari, Tomás Moro, Pío X, Catalina de Siena y el Cura de Ars. Sería interesante saber el modo en que consiguieron la reliquia ex indumentis que corresponde a san Nicolás de Bari, un santo tan lejano en el tiempo y del que tan poco sabemos, y como mintieron para conseguir las demás. En los años 60, cuando escrivá encargó esas cinco riquísimas arquetas para su oratorio todavía no tenía las reliquias, a sus hijos ingleses les azuzaba para que consiguieran algo de Tomás Moro. “Hasta que me la consigáis voy a poner dentro del cofrecillo, que tengo encima del altar, un saquito de tierra donde ponga: mis hijos ingleses todavía no me han conseguido la reliquia”. De este modo tan paternal presionaba escrivá a los numerarios ingleses que, dicho sea de paso, estaban asfixiados por mil problemas en un país donde la labor nunca ha ido bien. A otros ancianos ingleses les salieron un montón de nuevos ‘amigos’ hasta que les desvalijaron todo lo que tenían de Moro.

 

Escrivá es un personaje sorprendente, también en su "devoción" a los santos, ¿no?

 

UN ABRAZO!!!

 

escriBa

 

 He utilizado para hacer este escrito:

 

La Crónica de diciembre de 2004, donde se narra la versión oficial del modo en que obtuvieron las reliquias de san Severino y que recoge la tertulia de echavarria del 21-XI-2004 en villa tevere.

 

El libro Maestro de buen humor, José Luis Soria, Madrid: Rialp, 1993. Y El hombre de Villa Tevere, Pilar Urbano, Barcelona: Plaza y Janés, 1996.

 

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Publicado el Friday, 31 March 2006



 
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