Son curiosas las recomendaciones (Vid. Oráculo, lunes 27 de marzo de 2006) que hace la prelatura sobre el trato que los miembros han de tener con quienes se fueron. Allí se dice que, entre otros criterios, no resulta tampoco oportuno que, después de abandonar su camino, comiencen a colaborar con personas de la Obra en trabajos profesionales de los que obtengan un beneficio material.

Hace tiempo que dejé aquellas tierras de penumbra, pero en cambio no he dejado de acudir a la consulta de mi dentista –es numerario-, ni de pagar a mi proveedor informático –también es numerario-, cuando me envían sus facturas. Los dos son buenos profesionales y la calidad de sus servicios y precio están en relación con el mercado. No encuentro motivos para cambiar de doctor e informático. Supongo que estos dos se saltarán ese criterio a la torera –son buenas personas- porque todavía no me han pedido que no les llame más. La pela es la pela.

Mis suegros son supernumerarios y tampoco tuvieron inconveniente en que les prestara una abultada cantidad de euros para salir de un mal paso.

Y para terminar, colaboro con otro super, extraordinario amigo y mejor profesional, en su sociedad. Trabajamos como burros para sacar nuestras firmas adelante. Lo curioso es que nuestra colaboración comenzó una vez que la prelatura me pusiera a mi en la calle. Le pasaré el entrecomillado de arriba para que obre en consecuencia. Como siempre me dirá que me deje de pamplinas, e insistirá en que tiene unos directores que son unos meapilas, el perfecto remedo de una sociedad clerical llamada a desaparecer. Supongo que él, con el tiempo, tomará las de Villadiego, pues es imposible vivir en una institución tan contradictoria y farisea.

Cuándo se dará cuenta la prelatura de que no tiene sentido legislar o aconsejar en contra del sentido común, y menos en contra de la práctica cierta de bastantes de sus miembros. La primera conclusión de ese criterio es que los redactores no han pisado la calle desde hace demasiados años, y la segunda y siguientes la dejo para otro momento

Un amigo