EL CAMAFEO DE AGATA

Satur, 20-marzo-2006

Asombrosas las descripciones detalladísimas y precisas que escriBa hace de los oratorios del Padre y del Consejo General. Leyéndole uno se queda alelado. Yo estuve en varias ocasiones en los dos y, la verdad, no pillé ni la mitad de la mitad de lo que él con tanta minuciosidad relata. Yo en aquellos días estaba tan emocionado de poder estar allí que sólo pensaba en caer de rodillas y rezar por las intenciones del Padre: sentía el privilegio de estar en el Corazón de la Obra. No veía ni platas macizas, ni amatistas, ni marfil, ni malaquitas, ni lapislázuli, ni pórfidos, ni ónices, ni paneles de oro, ni rosas de Francia, ni platinos, ni granitos rojos de Assuan (supongo que Assuan no será un tío, no sé, el primer numerario egipcio), ni mármol Rosso Collemandina, ni mármol amarillo de Numidia, ni caobas, ni capté las 4800 piedras preciosas de la Colomba, que sí vi… nada, no me enteré de nada. Por entonces uno estaba agilipollado. Y ahora me entero de cosas que no sabía ni que existiesen, como eso del "camafeo de ágata", que suena a suite de puticlús top ten de provincias.

• ¿ Le reservamos el Camafeo de Ágata. mesié?

• Venga, pues sí, que un día es un día...

Parece que Escriba ha sido el orfebre, el albañil, el joyero, el escultor, el ebanista, el tejedor, el engastador, el alicatador y, vamos, que se ha tirado en esos oratorios media vida.

Conste que me creo lo que escribe… pero uno no puede menos que alucinar con tantos detalles: ni ojo humano vio, ni oído oyó, lo que esconden esos oratorios. Si lo llego a saber – visité el del Padre con dos más del univ aprovechando que la puerta (canchella, que dicen los enterados) de la galería de la Campana que va directamente a él estaba, curiosamente, abierta… digo que si lo llego a saber, afano un lapislázuli, o me llevo a ágata con camafeo y todo. Total, seguro que no hubiesen caído en la cuenta. O mango una rosa de plata pa ponénmela en el ojal de mi blasier con botones dorados.

Tengo curiosidad por saber de dónde ha sacado los datos el amigo escriBa. Creo que en alguna Crónica se detallaban, pero dudo mucho que con esa precisión.

Se dirá que para Dios todo es poco, y que toda esa pasión por darle lo mejor es señal de finura, de amor generoso… todo ese derroche recuerda al de la pecadora arrepentida: mi cuerpo está embalsamado para la sepultura: Jesús, dicen, así lo entendió, y esa fue su respuesta a los que criticaban el pasote de pelas que gastó la señora en fragancia de nardo. Puede ser, aunque habría que saber exactamente qué piensa Jesús de esos oratorios, de la opus y no de la opus, de tanta vanidad en casullas, escudos, sillerías y tonterías que aquí y allá jalonan las instituciones, Papas incluídos, obispos, fundadores y fundadoras. Mucha tontería y mucha pompa. Pocos se salvan de la vanidad más o menos paleta, provinciana, de nuevo rico, al descubrir que "son alguien", "que han llegado a la cima", "que el sueño se ha hecho realidad".

Porque Jesús también dijo unas cuantas cosas muy claras sobre el tema del dinero, y los ricos, y los pobres, y se intuye que a lo mejor no compararía el aroma de nardo con una Custodia Gran Lujo Resort. A lo mejor dice eso de "¿quién pensáis que ha dado más dinero el forrado ése que ha dejado una ágata con camafeo y todo, o el pringao de Panete que ha dado un euro?". Y todos," joder, pues el del camafeo y la ágata". Pues de no: el del camafeo y la ágata es un chulito, y un creído, y un listo. Y Panete es un campeón. Tontolculo, pero campeón.

En fin, yo no soy ministro laico, como otros, y no me atrevo a hacer alta teología, así que paro aquí no sea que me pase de frenada.

El dinero es lo que tiene, que vuelve a la gente muy tonta. Y no soy de los que dicen "el dinero me da asco", o "no necesito vuestro dinero, cochinos capitalistas". Pobablemente, si yo fuese millonario, sería el más tonto de los hombres: me haría retratar para ponerme en el salón de mi casa, tendría coches con complementos hight level, me separaría de la Piedra e iría con una chica veinte años menor que yo –aún sabiendo que cada vez que pasease con ella sonaran los clarines-, me compraría zapatos de doscientas mil, camisas de diseño, a medida, con mis iniciales en el bolsillico, regalaría joyas fantásticas, mi fragancia sería extasiante, fumaría puros y nada de lo humano me sería ajeno: mi patria sería la libertad.

El dinero en sí mismo no es ni sucio ni limpio: es un signo y un instrumento. Y es necesario. Y porque es necesario no se le puede despreciar. Lo que a menudo es despreciable no es el dinero sino las pasiones que suscita, los medios que se emplean para obtenerlo o el mal uso que se hace de él. Dicen que detrás de mucho multimillonario insigne y respetado hay un bribón que hizo fortuna con unos primeros millones algo confusos…l uego todo es coser y cantar. Y el dinero desata la vanidad, el orgullo, el afán de poder que todos llevamos dentro y que se manifiesta de mil modos…pero se manifiesta.

Charlie Chaplin, que estaba forrado hasta las trancas, decía que contrariamente a lo que se creía de él como campeón de la justicia y la libertad nunca se había interesado más que por las mujeres y el dinero. Para atenuar el cinismo de la confesión, añadía que su gusto por el dinero se explicaba por la extrema pobreza en que vivió en su juventud y por las humillaciones que había sufrido por ello. Lo mismo se decía de Picasso, de Wagner, y de tantos otros que explicaban su amor al dinero como un fenómeno de compensación en advenedizos, como un desquite sobre el pasado. Exageramos mucho la importancia de bienes que nos han faltado durante mucho tiempo, o que nos faltan actualmente.

Detrás de San Josemaría hay un niño humillado y despreciado por la fortuna. En una sociedad paleta, pequeña y provinciana como la de Barbastro se puede imaginar qué significaría para ese chaval sentirse pobre. En sociedades donde el dinero es el rey el pobre con frecuencia es despreciado. Él mismo tiende a despreciarse, a aislarse, a encerrarse en un bucle de humillación que sólo el que lo ha pasado sabe de qué hablo. Si se quiere conocer de verdad a los hombres hay que situarse en el grado más bajo de la escala social… y eso le sucedió a San Chema de una manera que nunca olvidó.

Después la fortuna le sonrió y toda esa pasión oculta se desarrolló de una manera extraordinaria y muy natural. No podía no hacerlo. Y así, sin caer en la cuenta de tanta tontería, se desquitó y buscó ese reconocimiento que tanto le había hecho sufrir: marquesados, doctorados honoris causa, guiños y gestos de aristócrata, aires absurdos de nuevo rico que se manifestaban en maneras de hablar, de decorar, de diseñar.

Josemaría no siempre fue así… el dinero le hizo así. Se hizo rico, y se sabía rico, y al contrario que en sus días de pobreza y humillación, donde descubrió la verdad de muchas cosas y actitudes, se sintió buscado, rodeado, adulado y respetado. El interés, el temor, la vanidad le atraían amigos y él mostraba sus dominios con esa alegría algo burda con la que los nuevos ricos te enseñan su chalet, su cochazo o su casa de tantos millones. Pero ese privilegio, y él lo sabía, tenía un duro precio: la duda que pesa sobre la autenticidad de esos testimonios de aprobación o de afecto: ¡cualquiera le decía que esos angelitos era una horterada, o que el sogiorno era un potorro, o que el oratorio era como un carrusel!... y más de uno – hablo de arquitectos y de gente que sí entendía – callaba y sufría en silencio, como con las hemorroides.

Y por eso, por esa duda de saber si de verdad era querido, constantemenete requería que le dijeran que sí, que se le quería, que era sincero el afecto. Y lo requería de un modo algo histérico e histriónico. No se cortaba un pelo y afirmaba a todas horas "os quiero más que vuestras madres", "os necesito", a veces entre lágrimas, y los testigos de esos encuentros, desconcertados, sólo podían responder que sí, que ellos también le querían… son miles las anécdotas en este sentido.

No sé, a mi la figura de San Josemaría me da algo parecido a la pena, a la lástima y la piedad. Es un poco como mi vecino, el que tiene los enanitos en la entrada, el jardín con lucecitas ocultas en setas de escayola, el que sale los domingos feliz con su chándal y una gotica de pis en el pantalón a limpiar su coche ( ¿porqué no hacen de una vez los pantalones de chándal con bragueta de cremallera? ), el que cada fin de semana invita a una tribu de amiguetes a enseñar su casa y oyes que dice " ¿sabes cuánto me ha costado el billar?"… al tío se le ve tan orgulloso, tan radiante, tan hinchado. A su mujer la ves tan dichosa, tan completa, que uno, que es bastante pringaillo, no puede menos que sentir algo que no se llama pena, ni lástima, ni piedad… pero que se le parece mucho.

Mi vecino

Satur