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 Tus escritos: Cuestión Fundamental, La Vocacion II.- Jazz01

090. Espiritualidad y ascética
Jazz01 :

CUESTION FUNDAMENTAL, LA VOCACIÓN, Capítulo II

 

 

            Me interesa que afrontemos, antes de entrar directamente en el aspecto Vocacional que, para evitar equívocos nos adentremos en la metodología de este trabajo.

 

         Quisiera citar como punto de partida a Alexis Carrel (de su libro Reflexiones sobre el comportamiento de la vida, Milán 1953 pp 27 ss ): “con la agotadora comodidad de la vida moderna, el conjunto de las reglas que daban consistencia a la vida se ha disgregado; la mayor parte de las fatigas que imponía el mundo cósmico han desaparecido y con ellas también ha desaparecido el esfuerzo creativo de la personalidad... La frontera entre el bien y el mal se ha borrado, la división reina por todas partes... Poca observación y mucho razonamiento llevan al error. Mucha observación y poco razonamiento llevan a la verdad “

 

         Hay que decir como me hacía notar un amigo que aquí Carrel usa el lenguaje propio de quien siempre se ha dedicado a un cierto tipo de estudio, podemos decir que científico (no olvidar que fue premio Nobel de Medicina ). Podríamos tomar, sin perjudicar lo que se ha citado, la expresión “dialéctica de una ideología“, por la expresión “razonamiento“, de hecho nuestra época, y a los hechos me remito es una época ideológica, en la que en vez de aprender de la realidad y todos sus datos, se intenta manipular la realidad para ajustarla a la coherencia de un esquema prefabricado por la inteligencia, y de este modo podríamos decir que “el  triunfo de las ideologías consagra la ruina de la civilización“ ( Id., p. 34 )

 

         La cita de Carrel nos sirve para introducir el título de la primera premisa que deseo quede clara: para una investigación seria sobre cualquier cosa se necesita realismo.

 

         No obstante juzgo necesario citar a S. Agustín que una vez más con un juego de palabras, al que nos quiso dejar acostumbrados, nos dice “yo investigo para saber algo, no para pensarlo“ ( S. Agustín, Soliloquia I, III, 8 ).

 

 Esta actitud me parece que es la opuesta  a la que el Poder (también debe entenderse, cualquiera de sus formas “la Institucional“, en el sentido de Retegui y que se puede leer y abundar en esta Web: Antonio Ruiz Retegui, “Lo Teologal y lo Institucional“), nos presenta y propone.

 

En efecto si sabemos algo, podemos decir que lo pensamos; pero S. Agustín nos dice que lo contrario no es verdad. Pensar algo es realizar una construcción intelectual, ideal e imaginaria al respecto; pero con frecuencia otorgamos demasiado privilegio a este pensar y sin darnos cuenta –o bien llegando a justificar la actitud que estoy tratando de describir-, proyectamos sobre el hecho lo que pensamos de él. Por el contrario el hombre sano, quiere saber cómo son los hechos, y sólo entonces, puede también pensarlos.

 

Creo que debido sobre todo a la Formación que fuimos asimilando durante tiempo dentro de la Institución, se nos ha hecho siempre pensar demasiado, se nos han planteado problematicas filosóficas, morales, legales –Iter Jurídico incluido-, de conducta en relación a los amigos y la familia, y siempre se nos han ofrecido las respuestas adecuadas a cada una de ellas, y cuando digo esto no me dejo ninguna fuera, de manera que todo quedaba reglado y cerrado, en base a una experiencia y a un criterio que siempre venía de fuera, venía de otro; sólo se daban a conocer para que luego fueran cumplidas. El punto álgido se encuentra en la expresión de todos conocida y por otro lado moralmente temeraria “al hijo mío que cumpla las normas le aseguro la salvación eterna“, y cómo no, todos los corolarios que de ella derivan y que para cualquiera se plantean, pero nunca incluían el hacer mención –al menos es mi experiencia y desconozco la vuestra en este sentido- al amor, a la intención última y oculta, al fin de todos esos cumplimientos (para abundar en este aspecto me remito a la Encíclica de Benedicto XVI recientemente publicada )...



Tantas cosas, tantísimas, saturación abundante de cosas que hacer, que se nos repetían en innumerables Medios de Formación, incluida Tertulias y Cenas, que todas iban a confluir como río caudaloso, a que perseveráramos en nuestra vocación, en nuestra fidelidad igual a felicidad. Se nos contaban incluso las dificultades para este perseverar, y se contaban también y “recetaban“ los remedios; en este sentido se nos hablaba de que la Institución tenía “toda la farmacopea“ necesaria para posibles enfermedades a tal respecto y a tal otro... todo insisto siempre normativizado, es más normalizado, incluido el cómo tratar las “deserciones“, puesto que se admitía –faltaría más-, en un exceso de “realismo“ bien controlado que existían y existieron y existirán.

                                           

Voy a hacer una digresión: nunca he desertado de nada ni de nadie y no quiero ser incluido entre desertores. En ese saco no entro porque no lo deseo. Esta palabra nunca me ha gustado, pero he de reconocer que es magnífica para ser utilizada, como arma de control, pues sus significados son muchos y aplicables a muchas cosas.

 

Nunca se nos hablaba de nuestro yo, de nuestra persona, de nuestros deseos –si no era para ordenarlos- “por el bien de nuestra alma y de la s almas“, al fin Institucional. El yo quedaba eclipsado, opacado. Se utilizaban y utilizan respuestas “hechas“ como:  “que solo Él se luzca“, “ser alfombra donde pisen blando los demás“, “ocultarse y desaparecer “, “ no tengo – tenemos - , más fin que el corporativo“, “obediens udque ad mortem, mortem autem crucis“, que por otro lado son ciertas y verdaderas, pero no cuando se usan indiscriminadamente y ante cualquier situación.

 

Vuelvo a insistir, nuestro yo, no existía, hasta tal punto de que después de los años que sean, todos tenemos una gran dificultad para determinar qué es La Institución, si no es para decir que es una Institución dentro de otra Institución, y que sus fines como su propio catecismo indica son “espirituales y apostólicos“.

                                            *   *   *

 

Me atrevo, si me permitís a contaros algo, y de paso hago mi escrito menos pesado: siempre me pareció una barbaridad, de una ampulosidad increíble el que tuviéramos un catecismo –otro al ya existente, y que había dado tantos santos-, me pareció raro y lo comenté precisamente en un Curso Anual o Convivencia delante de 6 personas en una de las clases en el que se leía un punto y luego se repetía para grabarlo en nuestra memoria. Pues bien yo esa tarde estaba que me dormía y sólo pensaba en tomarme un cafelito en un bar fantástico, en el que por cierto había siempre unas niñas guapísimas –esto también tiene que ver con la belleza de las cosas-, al lado del Colegio Mayor donde estábamos. En los días anteriores había visto como la gente joven acudía a ese sitio a echar un cigarrito y charlar y me moría de ganas, sobre todo por el sueño, pero también por el solecito calentito en la cara y los pies sobre una silla –si alguien sobre todo los que nos observan creen que ya han dado con mi “infidelidad“: ¡agua!. Lo de las niñas, que siempre son guapas todas, no fue mi problema, ¡así, que querido fisgón, sigue buscando!.

 

Pues bien al comentarlo, un cura Don B., que estaba a mi lado me dijo que decir eso era una falta de unidad muy grave y que ese catecismo lo debía leer puesto de rodillas, y como no era el caso y el cura, tan sólo era uno más que hacía su Curso Anual –me comentó que ya hablaría con el Director, pero que de momento, me marchara de la habitación. Se trataba de ejemplarizar al resto, ya que en ese momento me consideró perdido.

 

 La verdad que como me impresionó su respuesta impetuosa, le dije que entonces me iría a tomar un café y me dijo que era lo mejor, así que me sentí autorizado a tomarme mi soñado cafelito y ¡qué rico que estaba!. Lo de hablar con el Director se produjo y en fin... os lo imagináis ¡pero me tomé mi café!.

 

Me dijo el Director que así, con comentarios como ese que faltaban a la unidad, “nunca podría llegar a impartir medios de formación a nadie“, pero me conformé con la disyuntiva de que entonces me tomaría cafelitos sin que nadie me vigilara. Y deciros que lo del café es de familia, costumbre que sigo manteniendo, por cierto y a la que quedáis invitados todos.

 

Me sigue pareciendo hoy que Jesús tiene más que ver con el café y nuestra felicidad, que con la letra de un catecismo, que Jesús tiene que ver más con la belleza en definitiva, que con la norma, lo jurídico;  con el buen vino y los amigos,  que con el vinagre.... ¡qué curioso ahora que lo pienso, a nuestro pobre Jesús le rociaron de vinagre cuando lo que pedía era agua fresca para tanto dolor!; Jesús, cómo eres, siempre me sorprendes en cada esquina, en todo has querido ser tan igual a nosotros.... ahora te entiendo Amigo, querías ser el buen Jesús hasta para aquel pobre que sin entender, -y tú lo sabías- te hizo tanto daño en tu cuerpo al rociarte de vinagre, qué manera más humana de estar al lado de quien te hacía sufrir y decirle que eras hombre como él, uno de nosotros, y que eras Dios; un escándalo, que salvaría la vida de ese soldado amigo nuestro.

 

Recuerdo una historia de cómo te acercaste –me decía mi amigo Rafa, mi buen amigo que pusiste a mi lado– a otro hombre, en este caso un nazi, un alto comandante. Cuentan que cuando estaba frente al pelotón de fusilamiento –era responsable no sé de cuantísimos crímenes-, pidió que no le taparan la cara. En ese momento miró la pared sobre la que apoyaba su espalda y vio una pequeña flor en una grieta, le impresionó y sintió que alguien le decía “ves la belleza, por ese pensamiento te salvarás“. No sé si será cierto, pero sí que ilustra, lo que eres.

 

                                                        *   *   *

 

Me permito enmarcar de esta manera, el asunto sobre la Vocación, ya que a mi juicio, está claro que antes de ninguna consideración sobre el asunto, que tendríamos que hablar del hecho religioso, saber cómo es, de qué se trata. Ya que es ese “hecho religioso “ el que puede dar consistencia al término Vocación.

 

         Si existe una definición cristiana de la existencia es la indicada por el término Vocación. El significado profundo de este término solo puede percibirse en el ámbito de la tradición religiosa judeo-cristiana, es decir en una tradición religiosa que se desarrolla completamente dentro del diálogo con Dios. Dios al revelarse afecta completamente a la vida del hombre y le proporciona el significado exacto de su relación con Él, con los demás y consigo mismo.

 

         Ello implica por tanto dar por descontado que Dios por así decir “entra“ en la historia de cada hombre, “entra“ por tanto en la Historia de la Humanidad completa.

 

         Si ello es así, al menos podríamos decir que así lo percibimos, sería sensato adentrarnos en por qué así lo percibimos, qué indicios tenemos, qué experiencia, pues ello nos llevaría el sentido profundo de lo que entendemos por sentido religioso, y a explicar el por qué un día entendimos que “teníamos una vocación“ o nos dijeron “que teníamos vocación“. – esta última sería la “versión Institucional “-.

 

                                               *   *   *

 

       Tenemos una dificultad los que hemos estado dentro –de la “Institución“ durante el tiempo que sea-, y es el descuido que tenemos, tal vez sin percatarnos, sobre el propio yo. Me explico.

 

Tal vez sea debido a una “Formación Institucional muy reiterativa y parcial“ en cuanto a la Voluntad, sentido del Bonum, y a la ordenación al “bien de las almas” que hemos recibido durante años dentro de la Institución. Esto queda creo, que bien explicado, dentro esta Web en el escrito “Informe de A. G. Numerario, 1.995“, en el se dice:  “Es indudable -en mi opinión- que ntr. P. cultivó preferentemente el bonum, pero manteniendo un cierto equilibrio (también tenía un buen sentido estético, aunque ciertamente el aspecto científico-filosófico era el menos cultivado en él). En la obra como institución, se sigue cultivando el bonum, pero, por desgracia, rompiendo excesivamente el equilibrio. Es decir, el "bien de las almas" predomina unilateralmente sobre la verdad o lo cultural estético. No quiero decir que no haya que hacer el bien, sino que se determina lo que es bueno o no, al margen de la realidad, de la verdad teórica, y sobre todo, práctica. Por eso, se argumenta diciendo que tal vez algo sea verdad, pero conviene ocultarlo, no interesa que todos lo conozcan, etc. En una palabra, se prefiere el interés a la verdad; la conveniencia, a la justicia.

 

         Este aspecto, que padecemos, y al que es difícil sustraerse, nos lleva a comenzar nuestros análisis con un sesgo importante que al la larga nos lleva a conclusiones muy erróneas sobre qué somos, qué hacemos, qué debemos hacer. Diríamos que nos hace descuidarnos como hombres y mujeres.

 

Indudablemente esto se ve “ayudado“ y por tanto acrecienta los efectos, por la tan particular “Formación Interna“ en aspectos tales como: la Obediencia, Sentido de la Filiación, Autonomía Personal, Dirección Espiritual con el sacerdote / Charla Personal, Pobreza, Criterios Internos....

 

No abundaré sobre ello ya que en esta Web ha sido objeto de escritos muy bien realizados tanto  de personas que han conocido bien de cerca y desde puestos Institucionales altos estos asuntos, como de personas de distintos niveles organizativos (Consejos Locales, Celadores, Clubs Juveniles, Centros de Universitarios, Labores Personales, Obras Corporativas... ); y las descripciones de hechos y las conclusiones siempre son coincidentes.

 

Como os decía antes de esta digresión, todo esto lo que perjudica es nuestro yo, nuestra manera de ser hombres y mujeres.

 

 Podríamos decir por tanto que para el camino del hombre el mayor obstáculo es el descuido del yo –“yo“ entendido como persona, descuido de nuestra persona-.

 

         En lo contrario, por tanto, de este descuido, es decir, en el interés por el propio yo, consiste el primer paso para caminar de un modo verdaderamente humano.

 

         Cada uno de nosotros, si reflexiona, puede advertir cuáles son los factores más habituales que contribuyen a formar en él, en su inteligencia, en su imaginación y su sentimiento, una imagen de sí mismo como hombre, como mujer

 

Tales factores representan el sentido que tenemos de nosotros mismos y de los demás, porque los otros se nos asemejan y nos dan la medida de los elementos que consideramos esenciales de lo humano.

 

         Pero llegar a encontrar lo que constituye la imagen del hombre, no es un punto más de cualquier argumentación, es el punto al que convergen todas las energías de nuestra sensibilidad, de nuestra afectividad y de nuestra inteligencia, en espera se su pleno alcance.

 

         Me apresuro a decir que para el hombre real el Señor lo es todo, y para nosotros que tenemos la experiencia “vivida dentro“, también lo fue –al menos para todos los que “estuvimos dentro“-, que lo siga siendo ahora, tampoco importa ahora de momento; miraremos al final de nuestra reflexión en este trabajo y obtendremos ideas claras al respecto –aunque me apresuro de nuevo  a decir, para dejar clara mi experiencia,  que para mí sigue siendo todo-.

 

                                               *   *   *

 

         La Biblia introduce al hombre en la Historia de la Creación de la siguiente manera: “Después dijo Dios: ‘Hagamos al hombre a imagen y semejanza nuestra’” ( Gn 1,26). La narración bíblica nos hace afrontar directamente esta característica de nuestra naturaleza: que lleva inscrita en ella a Dios como destino suyo.

 

         Por tanto, si el destino intrínseco de nuestra naturaleza es el Señor, entonces el Señor lo es todo.

 

La Biblia nos vuelve a mostrar este aspecto, aunque de manera fugaz en la secuencia de la expresión: “Oyeron luego el ruido de los pasos de Yahvé Dios que se paseaba por el jardín a la hora de la brisa...” (Gn 3,8). Digamos que el autor bíblico quiere dar una idea de la familiaridad esencial de Dios con el hombre, de la costumbre de la presencia divina que caracterizaba al hombre.

 

         Que el Señor es todo, no es por un esfuerzo de nuestro sentimiento, porque “sintamos“ que es todo, no por un esfuerzo de nuestra  voluntad, porque “decidamos“ – y me permitís insistir aquí en la Formación Institucional en la Voluntad-, no por una actitud moralizante, porque “deba“ –me permito de nuevo insistir en es Formación Institucional en el Deber y en lo “Bueno para las almas“-; sino que es todo por Naturaleza.

 

         Y el hecho de que el Señor sea todo por naturaleza no ha surgido tampoco como fruto del conocimiento, no es el resultado de una reflexión filosófica. Que el Señor es el Señor porque nos constituye, y determina por consiguiente la vida, es algo que se ha hecho evidente en el marco de la intervención suya en la historia, por medio de su desvelamiento histórico. Dios ha desvelado al hombre el rostro de su destino desvelándose Él mismo –como al soldado que le roció de vinagre, como al Comandante nazi, a los que aludía antes, como a nosotros-, nos ha dado a conocer el nombre del destino humano mediante su presencia, -como a madre Teresa, lo cual se cuenta bien en la película que recientemente se ha estrenado-, en este caso hay que estar atentos E.B.E, Joseantonio, Kaiser, Cmcs, Roberto_2, y otros, a cómo en principio emprende un camino, luego parece que su sensibilidad y la presencia de un Misterio Bueno en las cosas la lleva por otro lado, y no es  un problema de vocaciones enfrentadas, de elecciones distintas.

 

Él es el destino del hombre, nuestro destino, el “unum“ capaz de hacer humana la vida del hombre. Lo cual significa, queridos amigos míos, que tenemos por delante nuestra una larga tarea de redimensionamiento de nuestro orgullo –tal vez sea por la “caída original“, que por el contrario, -y puede ser por las propias sobre nuestro destino personal o por las ideas que hemos “institucionalizado“,- y que constituyen nuestra fisonomía, tratan siempre de afirmarnos a nosotros mismos como totalidad autónoma.

 

         Dios para definirse a sí mismo de forma concreta, se ha manifestado como Dueño de la Historia. La Biblia nos da una vez más las referencia primordiales de esta manifestación, sobre todo cuando nos transmite el suceso de la Vocación de Abraham:

 

                                      “Yavhé dijo a Abraham: “ Vete de tu tierra

                                         y de tu patria,

                                         y de la casa de tu padre,

                                     a la tierra que yo e mostraré.....( Gn 12,1-4 )

 

         Me permitís por favor, que aunque veo clara la alusión, para tantos y tantas os podría traducir con todo mi respeto, tanto al Texto Sagrado, como a vosotros y también a mí;   de la siguiente manera:

 

                                     Vete de casa,

                                     Y de tu centro, y de tu ciudad,

                                     Y de tu país, y de tu tierra,

                                     A la tierra, y a la casa que Yo te mostraré....

 

         Salta a la vista que el proyecto más realista sobre la vida de Abraham no era el suyo propio, ni siquiera el que “otros  decían que era“, sino el de Otro. Y esto si se acepta en su manifestación inicial, se debe verificar después con el tiempo (La madre Teresa lo verificó )

 

         Así Abraham experimentará la familiaridad –de nuevo haceros ver que el término familiaridad engloba a toda la persona-, de ahí que Dios con nosotros, es familia, afecto, sensibilidad y sentido de las cosas, belleza, términos todos que tienen que ver con la persona, con la predilección –vocación de las personas-.

 

         Otra referencia importante está en la figura de Moisés. En la vida de Moisés se plantea el siguiente hecho fundamental para el hombre: Dios, del que todo deriva, permanecería en la vaguedad y no llegaría a determinar la vida, si el mismo no hubiese entrado en ella como su Hacedor, un Hacedor determinante que le da significado, densidad y valor. ( Cap 3 y 4 Éxodo )

 

         Moisés, imagino que desde que escuchó la Voz que salía de la zarza ardiendo, en aquella intimidad grandiosa, dramática, misteriosa, quedó dominado por ella. Si alguien se le hubiese acercado y le hubiese preguntado a Moisés ¿ ú quién eres, qué eres?, solamente podemos imaginar su respuesta, que seguro habría descartado cualquier definición que afirmase que su consistencia se la debía a sí mismo, había dicho tal vez “estoy en las manos de Dios“, o “soy esta presencia“....

 

         En cambio para nosotros la imagen del hombre, de un hombre o de una mujer, constituida por la presencia de Otro, por la Compañía de Otro, es como un cuento de hadas. Cuando uno se levanta por la mañana, cuando se presentan las dificultades y desilusiones o las ansiedades, la imagen de Otro que acompaña y Custodia, es como una fábula. Le negamos a Dios su incidencia y el simple “pensar en la filiación divina como “receta institucional“ nos parece, que no vence, y es cierto no vence porque son recetas, porque es un esfuerzo, titánico por otra parte, para al fin y al cabo, caer en una gran pretensión, a saber el pensar que acercándonos a Dios nos irá mejor.

 

Esto, digo es una gran pretensión, pero lo “institucionalizado“ sugiere este camino: jaculatorias, ofrecimientos de obras, partes del rosario, santo y seña... y esto no sirve, más bien no sirve si se explica así, como se explica; puesto que tenemos una enorme incapacidad como hombres –como Moisés– para acercarnos a la Divinidad. Es por esto que el camino que salva realmente, es el camino de una Presencia que nos sale al encuentro, que nos propone un camino; de un Dios que sale a nuestro encuentro, como a Moisés, como a Abraham. De un  Dios que nos propone y no se impone: la presencia y Compañía de Dios es una fábula o es la verdad e la vida.

 

Hay una última referencia bíblica que me gustaría señalar, se trata de la historia de todo un pueblo. Dios se reveló en esta Historia como “Compañía“ que determina incluso el sentido del camino (de la Vocación ).

 

Allí fue realmente el Señor de la vida, de una vida que se encamina hacia un fin, y por ello es historia.

 

“Escucha Israel: Yavhé es nuestro Dios sólo Yavhé. Amarás a Yavhé tu Dios con tu corazón y con toda tu alma y con toda  fuerza. Queden grabadas en tu corazón estas palabras que yo te mando hoy. Se las repetirás a tus hijos, se las dirás tanto si estás en casa como si vas de viaje, cuando te acuestes y cuando te levantes; las atarás a tu mano como una señal, como un recordatorio ante tus ojos; las escribirás en las jambas de tu casa y en tus puertas“ ( Dt 6, 4-9 )

 

Os hablo, de este término  “Compañía“, porque es vital. Podemos traducir compañía, por un pueblo, el que sea, por una comunidad, la que sea, por una familia, la que sea.

 

Es claro que la idea de pueblo, es buena para Dios. Se elige un pueblo. Por qué entonces tantos “criterios institucionales”,  sobre la autonomía personal, sobre la libertad individual, sobre la salvación propia. Indudablemente que la salvación es personal e intransferible, que la autonomía personal es principal, ya que atañe a la libertad, pero desgajar todo esto de una Compañía, y de un pueblo que por excelencia es su Iglesia es destructivo y nocivo.

 

Recuerdo el sucedido que Jacinto Choza refiere en esta Web,  contando su conversación con L. Polo “entonces te has pasado con Juan Pablo II y no estás con nosotros“. Me impresionó Jacinto de tal manera esto, que no lo olvidaré nunca. Jacinto Choza tiene bien explicado, en esta Web, aunque podría dar más detalles, de cómo se fracturó su idea de la Institución, respecto a lo que escuchaba dentro y lo que veía fuera. Y ¡ojo! que el término fuera no describe las “tinieblas exteriores”, ni el lugar del “llanto y rechinar de dientes“ sino a su Iglesia, a la Iglesia de Juan Pablo II, a la Iglesia de un tal teólogo al que “no se puede leer” –desconozco el número exacto en el índice para sus libros que dice llamarse a modo de don nadie como  Ratzinger, hoy más conocido como Benedicto XVI, o de otros don nadies, hoy actuales cardenales, algunos vivos y otros ya difuntos.

 

Por otro lado el término Pueblo, implica a personas, implica las relaciones entre las mismas, la profundización en dichas relaciones comunes, implica por tanto un lugar, el afecto, la sensibilidad para con todos, de dónde entonces los “criterios institucionales“ sobre: amistades particulares, trato especial con mujeres –además en tono despectivo- , de dónde además la falta de referencias en esos criterios a la idea de Pueblo de Dios que tanto el Concilio Vaticano II apoyó.

 

Si la Institución no es más “que una partecica de la Iglesia“, de dónde el intento de no entablar diálogo con otros Movimientos, de dónde el no participar en la Convocatoria que realizó Juan Pablo II a todos los Movimientos hace unos años; de dónde  el  “criterio“ que yo personalmente escuché de no dejar entrar en los Centros a personas de los Jesuitas o de los Legionarios e Cristo, y de asegurarse de no dar datos a estas mismas personas sobre aspectos de funcionamientos internos, siendo  personas del mismo Pueblo de Dios. Acaso consideran que Dios se equivocaba en el Deuteronomio cuando hablaba como he citado, y por tanto los “Guardianes de las Esencias Patrias“ deben reinterpretar todo.

 

No, Dios es el que era, y lo seguirá siendo. Nosotros como hombres deseamos un sentido de todo, deseamos conocer la verdad, deseamos conocer los factores de las cosas. Tenemos un hambre de infinito, que tal vez se despierta más vivo cuando nos van bien las cosas, que cuando nos van mal, ya que cuando nos van mal todavía podemos esperar algo, otra cosa, que cumpla nuestro deseo; en cambio cuando todo nos va bien, por qué ese sentimiento de no cumplimiento. Por qué cuando seguíamos todos los “criterios y normas institucionales“ el deseo se presentaba más vivo, escocía más en nuestra entrañas.

 

Como me contaba una amiga, después de muchos años de esfuerzo consigue organizar una magnífica exposición, en Barcelona. Éxito rotundo. Éxito de ventas, de crítica, de entrevistas a los medios, de repercusión mediática, ..... y al término –después de 3 días-, toda la noche llorando, me llama a las tantas de la madrugada, me cuenta que está sin dormir y llorando.: “me falta algo, no sé....., me falta algo, esto no es lo que yo quería, esto no es mi felicidad....”. No sé cómo, pero le dije a esas horas de la madrugada: ahora empiezas a vivir; esa pregunta es el comienzo; tu yo te reclama.

 

Y es que como os decía lo más importante es el yo. El mayor obstáculo para nuestro camino como hombres es el descuido del yo. En lo contrario de este descuido, es decir en el interés por el propio yo, consiste el primer paso para caminar de un modo verdaderamente humano. Los factores que componen el sujeto humano no se aprenden con “criterios“, no se captan  en abstracto, no son algo preconcebido, porque se “nos comunican a través de una praxis por unos directores que ya lo saben y cumplen“ y se les obedece por tanto sin más, por el “bien de nuestra alma y el bien de las almas“. No amigos. El yo entra en acción cuando el sujeto está comprometido con la realidad.

 

Mi sujeto está en el centro, en la raíz de todos mis actos (la libertad ). La acción es la dinámica mediante la que yo entro en relación con cualquier persona o cosa (como ahora cuando os escribo, como los encuentros en esta Web). Si descuido mi yo, es imposible que sean mías las relaciones con la vida (con vosotros, con los amigos, con mi familia, con la Iglesia...), es imposible que la misma vida sea mía (y ésta se me ha dado para mí, me ha sido dada por Alguien, que entró en la Historia, y esto es un hecho que hay que acusar.).

 

No hay nada más fascinante como el descubrimiento de las dimensiones reales que tiene nuestro yo.

 

Y nada tan conmovedor como que Dios se haya hecho hombre, para prestarnos la ayuda definitiva (no los criterios), para acompañarnos con discreción, ternura y poder, para que busquemos nuestro propio rostro.

 

Y ello implica el tiempo, y lugares por los que vamos pasando. Pasando acusando datos, haciéndonos más conscientes más hombres Esta es nuestra llamada  (Vocación ), a ir al origen, al “unum“. Y tenemos la suerte, que ese “unum“ se nos ha revelado, se nos ha hecho hombre, nos ha sucedido, igual que los primeros apóstoles, igualito. Nos ha sucedido ya.

 

Él es el destino del hombre, nuestro destino, el “unum“ capaz de hacer humana la vida del hombre.

 

Otro día os contaré algo más que creo interesante.

 

Con inmenso cariño a todos,

Jazz01 

 

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Publicado el Wednesday, 08 February 2006



 
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