Antrax para Satur

Parece que un fantasma recorre las páginas de Opuslibros: el fantasma de la política. Y a mí me parece completamente natural, dado que el propio Estagirita, con lo comedido que era, aplica al ser humano eso del Zoon politikon, bicho político, y perdonen por la ausencia de acentos, pero es que en griego mi ordenador se resiste a ellos: El bien es ciertamente deseable cuando interesa a un solo individuo; pero se reviste de un carácter más bello y más divino cuando interesa a un pueblo y a un Estado entero. (Etica a Nicómaco  I, 2)

Por otra parte, el Opus Dei, asunto general de la web, ha sido y es un fenómeno político de notables peso y trascendencia; particularmente en aquellos países en los que ha logrado suficiente implantación, por ejemplo, en España, cuna del invento...

No obstante, el clima de desdeñoso rechazo a la política en el seno de la institución ha sido moneda de frecuente curso, exceptuados, claro está, los diversos cultos a próceres figuras de la casa elevadas a las más altas cumbres del poder por el Dictador Franco.

En cambio, los currinches de a pie que se dedicaban a meter el dedo en el ojo del régimen, con notable inocuidad y candor  por cierto, eran mayormente tomados a coña y, ocasionalmente, severamente reprendidos por el mando, si el mando que tocaba era de la línea montaraz.

En conjunto se solía respirar un cierto “angelismo” o “turrieburnismo”, por aquello de que un ente tan sublime como la cosa se hallaba más allá del bien y del mal, con perdón del difunto Nietzsche. Total, que éramos más apolíticos que el propio Generalísimo, que ya es decir.

Y paso a meterme un poco con el buen Satur, aún a riesgo de que sus numerosos fans la emprendan conmigo a candilazos. Cierto que una opción legítima en democracia es la abstención en los procesos electorales, pero preciso es saber que tal opción, con la actual ley electoral en la mano, beneficia a los ganadores. ¿Lo sabía vuesamerced? Si la respuesta es afirmativa, nada que objetar. Corolario: un ciudadano siempre está participando en política, le guste, o no le guste.

Sigo incordiando un pelín: ¿por qué no hemos de admitir que los políticos mezclen con sus ideales más o menos claros un componente de intereses, que pueden ser legítimos o ilegítimos, eso depende?

Una pasadita por Machiavelo, o, incluso por Churchill, se lo ruego.

En ese capítulo los nacionalistas del Opus no juegan mucho más limpio, ni más sucio, que una importante mayoría de la llamada “clase política”.

Personalmente me niego a descalificar a la política en su conjunto por el indiscutible contenido de impurezas que manifiesta. Aquí el célebre relativismo, tan denostado por las autoridades eclesiásticas, con Pontífice a la cabeza… ¡Como si ellos no hubieran aplicado principios relativistas cada vez que ha sido de su conveniencia!

De momento, no parece que el séptimo coro de ángeles vaya a fundar un partido impoluto, apto para ser votado y hasta jaleado por unos ciudadanos de espíritu purísimo. Entre tanto, tirarse fuera del carro, parece aquello del soldadito: “que se fastidie el capitán, que no como rancho”.

Y sigo discrepando de las opiniones satúricas, con el afecto y simpatía que debo a su sustentador: creo que los partidos políticos, sean catalanes, españoles, argentinos o pardesianos no se dedican a “promover directamente el aborto y la eutanasia”.

Sencillamente otorgan a César lo suyo y a Dios lo que le corresponda, ya que impedir que una chica fortuitamente preñada interrumpa su embarazo sin ir a dar con los huesos en la cárcel, no quita para que, si ha incurrido en pecado, la divina justicia tome cartas en el asunto.  Nadie va a obligar a las señoras y señoritas a que acudan a abortar en masa por imperativo legal, como parece sugerir la doctrina católica al uso.

Respecto a la hipotética despenalización de la eutanasia, no se trata de que vayan a ser instalados hornos crematorios para calcinar en ellos a todos los ancianetes de la comarca. Por el contrario, sería cosa de que a uno, por propia y deliberada decisión, le permitieran saludar cortesmente y despedirse, antes que pasar la cueva y hacérsela pasar a deudos y amigos en un proceso de deterioro físico o psíquico cruel e interminable. Personalmente, me apuntaría de buen grado, cuando me tocase.

Por lo que respecta a la cuestión nacionalista, confieso que no deja de producirme cierta hilaridad el desesperado clamor por tantas denominaciones de origen en pleno proceso de globalización. Primero, porque el antañón concepto de nación (española, catalana, corsa, liliputiense… ¿qué más da?) no parece que se ajuste en ninguna parte a los actuales revoltillos étnico – culturales que nos adornan. En segundo lugar, me parece que no ataca a ninguno de los problemas gravísimos que padece la humanidad en su conjunto y cada “patria” en particular, así que no entendería a qué viene semejante bronca, si no conociera el cúmulo de intereses de toda índole que suele decorar cualquier sacralización de un palabro. Pero bueno, allá cada cual.

¿Qué si los banqueros del Opus hacen bien o mal en meterse a nacionalistas? Pues ni más ni menos que si eligen esa opción los jugadores del Club Atlético Osasuna. Lo importante sería que sus bancos (y los restantes) dejaran de pisarnos el cuello y no nos cobrasen un pastazo por cualquier operación; pero eso no parece probable.

Vaya, ya he escrito demasiado. Saludazos a todos los escribidores y leedores de la web. También, cómo no, al señor Satur.