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 Tus escritos: Cont. Parte II: el camino hacia la salida. De 'La conciencia y la Obra'.- E.B.E.

090. Espiritualidad y ascética
ebe :

Parte II: el camino hacia la salida

La desobediencia como punto de partida 

Si la máxima que se seguía en la Obra era que quien obedece no se equivoca nunca, por contraposición esa máxima daba a entender que muy probablemente quien desobedece se equivoca siempre.

E irse de la Obra no escapaba a esa enseñanza. 

En este sentido, irse de la Obra –por propia iniciativa- implica un gran “acto de desobediencia”, al estilo del pecado original (simbólicamente hablando).



No casualmente el fundador hablaba de abismos para referirse al lugar que irían a parar aquellos que osaran “desobedecer” y comer del “fruto prohibido”, esto es, discernir por cuenta propia, pensar y cuestionar la misma vocación y la Obra entera, si fuera necesario (debido a los dictados de la propia conciencia).  

Discernir era “ser como dioses” para la mentalidad de la Obra, era “ver” y aquello sólo podía suceder si a continuación se abandonaba el “paraíso” de la Obra. Nadie que “vio” o comió del fruto de aquél árbol debía permanecer en la Obra.

Por eso en la Obra, quien “ve” se va. A quien se atreve a comer “del árbol del discernimiento”, le esperan unos guardianes en las puertas de la prelatura para echarlo y no dejarlo entrar nunca más. Pues la Obra se estima a sí misma como un lugar al cual no se puede volver una vez afuera, como si se tratara de un paraíso.

  

Al rescate de la conciencia

Creo que el tema de la conciencia se comienza a resolver separando la Obra por un lado, a Dios por otro y a la conciencia de cada uno por último. Pues la Obra tiene demasiadas cosas que van contra "la conciencia de Dios", por lo cual es necesario separar la Obra respecto de Dios y elaborar un juicio por separado. De lo contrario nos estaríamos engañando al querer hacer compatibles "la conciencia de la Obra" con la "conciencia de Dios".  

Resolver el tema de la conciencia supone pagar los costos, esto es, aceptar que "eso" no era de Dios, y que fuimos literalmente engañados en nombre de Dios. Es terrible de sólo pensarlo.

A quien no le "explotó" aún, pues le explotará en algún momento. Eso que cuenta Jacinto que le explotó a muchos, ese es el costo a pagar si queremos ser consecuentes con nuestra conciencia. 

Si la queremos engañar, diremos que teníamos toda la culpa o que "nadie" tuvo la culpa y que la Obra es maravillosa y sólo hay "errores" inexplicables. Pero a la conciencia no se la engaña definitivamente. Se toma su tiempo pero finalmente se levanta de su letargo, resucita como un muerto indeseable. Es el cadáver mal enterrado.

Y en estas ceremonias de entierros y desentierros es fundamental el papel de la Iglesia, para que en su rol de "forense" defina si alguna vez hubo allí vida, si alguna vez existió o no una vocación divina irrevocable, como enseña ‘divinamente’ la Obra y su fundador. 

Es fundamental que la Iglesia se expida explícitamente si la Obra es producto de una Revelación de Dios o no, porque lo exige la conciencia de muchos cristianos. Al menos que la Iglesia diga "no podemos decir que sea una revelación de Dios", lo cual será para muchas conciencias un alivio, dejarán instantáneamente de llevar encima un peso que no les corresponde.

Siento que hoy, por nuestra parte al menos, estamos resolviendo ese problema, al desentrañar la naturaleza de ese dilema (entre la conciencia y la voluntad de Dios) como producto de un falso dilema, de un engaño. 

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Publicado el Wednesday, 21 September 2005



 
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