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 Tus escritos: Parte II: el camino hacia la salida (de 'La conciencia y la Obra').- E.B.E.

090. Espiritualidad y ascética
ebe :

Parte II: el camino hacia la salida
Nueva entrega de 'La conciencia y la obra'

E.B.E., 19 de septiembre de 2005

 

Creer o explotar 

Pienso que lo que "explota en el cerebro" –tomando la expresión de Jacinto- es consecuencia de un dilema, producto de la formación de la Obra. Ese dilema era actuar o no actuar a conciencia.

Pues actuar a conciencia resultaba en muchos casos un acto contra la voluntad de Dios (en realidad era un acto contra la voluntad de la Obra, que se identificaba con la Voluntad de Dios). Pero no seguir la conciencia tampoco era una opción para el largo plazo. 

Esto era insoportable para cualquier conciencia. Y uno, o bien explotaba yéndose o bien hacía implosión, quedándose dentro de la Obra pero destruido interiormente. De ahí posiblemente muchas de las depresiones, y tal vez los intentos de suicidio.



Por eso "romper" con la Obra generalmente era (es) un trauma y no una decisión moral como resultado del discernimiento (Flavia), cosa impracticable. Para tomar esa decisión moral había que transgredir la voluntad de Dios (según las enseñanzas de la Obra). Una cosa terrible. 

Por lo tanto, era una decisión moral casi imposible, que generaba parálisis y la permanencia eterna en la Obra, a menos que algún director por adelantado diera “el permiso” para irse (como señalaba Jacinto), o sea que “dispensara de cumplir la voluntad de Dios".

Es decir, en ningún momento había posibilidad de cuestionar si "eso" era realmente voluntad de Dios, porque no había posibilidad de discernir. La Obra “discernía” por sus miembros y les decía qué tenían que hacer. 

¿Cuál sería el grado de dignidad concedido a la Obra para que cada uno le sometiera su propia conciencia, inteligencia, voluntad, todo su ser? La dignidad sólo debida a Dios.

Y la Obra tomó esa entrega -y diría, adoración- sólo debida a Dios para gloriarse a sí misma y construir su propio proyecto institucional, un reino temporal. 

Haciéndose pasar por Dios –haciendo pasar la Obra por “obra de Dios”, nunca más literal- jugó con la Fe de muchas personas.

Salir de esa trampa moral con un juicio moral era enredarse más. El resultado final, generalmente, era que uno salía por razones de otro tipo: prácticas (no soportar el tipo de vida), de salud (estar deprimido), etc., sin tomar conciencia de la verdadera razón. 

 

Un problema sin resolver

Pero el tema de la conciencia quedaba sin resolver y es posiblemente uno de los motivos más importantes por los cuales cada uno se sintió atraído a participar en Opuslibros: resolver el problema de la conciencia, porque sin ello uno sigue ligado al pasado de manera invisible. 

De hecho es impresionante cómo pueden pasar años sin saber de la Obra y de repente el encuentro con Opuslibros despierta todo un pasado que se creía muerto.

De manera particular, algunas personas que se sienten “muy molestas” por haberse chocado con la existencia de esta web, demuestran de manera palpable que no han resuelto su problema con la Obra. Lo habían tapado. 

Habían encontrado una solución muy frágil, no duradera. Y ahora le echan la culpa a esta web por ello, cuando en realidad se trata de todo lo contrario: esta web impide resolver el pasado esquivándolo.

Si antes esta frágil solución de tapar el pasado era inocente, ahora después de descubrir Opuslibros sólo puede continuar de manera cínica o bajo algún tipo de complicidad hacia la Obra. Por eso el tono de algunas reacciones.

*** 

Si la Obra en su momento fue un sueño, que luego se transformó en una pesadilla, de la cual cuesta luego despertar.

Lo que sucede es que no se termina de distinguir qué es realidad y qué no. El descubrir personalmente la ambivalencia moral de la Obra causa una perplejidad total, hasta el punto de pensar si no será que todo lo que en un principio era verdad es mentira y todo lo que era mentira es verdad.  

A la confusión contribuye la ausencia de esa perplejidad en el discurso oficial de la Iglesia, en el cual, hasta ahora, todo son alabanzas.

Es como si esa percepción de la Obra, en su aspecto aberrante, fuera una experiencia personal que no trascendiera la conciencia y por lo tanto fuera indemostrable e incomunicable, salvo entre aquellos que tuvieron la misma experiencia. Se transforma, entonces, en una pesadilla colectiva, lo cual alivia la pesadumbre del aislamiento individual, pero no lo soluciona. 

Resulta razonable que muchas personas que pasaron por la Obra no quieran leer y menos contribuir en Opuslibros, pues lo que no desean es revivir la pesadilla, meterse de lleno en ella nuevamente. Han conseguido rehacer su vida y adormecer a la pesadilla, y no les interesa para nada despertarla, pues no creen que tenga solución ni sentido. Son comprensiblemente “neutrales”, aunque la razón de fondo no sea su neutralidad sino un cierto pragmatismo o un escepticismo.

Es que la Obra como tema termina siendo obsesivo, pues las pesadillas lo son debido al encierro que implican, hasta que finalmente se despierta de ellas. 

¿Qué significa despertar, en este contexto? Fundamentalmente, ser escuchado y obtener respuestas. Es justamente lo que no sucede en las pesadillas: son mundos cerrados en los que no hay salida, no hay forma de comunicación con el exterior (cfr. la experiencia de Carmen Tapia en Villa Sacchetti, cuando cuenta cómo le comenzaron a cortar la comunicación y a aislarla).

Esas respuestas habrán de venir de fuera de la pesadilla: de la Iglesia, en primer lugar, y luego se pueden agregar otras respuestas, como ser la justicia civil según sea el caso (como en Estados Unidos sucedió con los abusos sexuales perpetrados por clérigos). De momento, descarto a la Obra porque ella misma es la pesadilla.

*** 

La conciencia tiene sus tiempos, que no son los tiempos de la carrera profesional ni de cualquier otro aspecto de nuestra vida. Y si no se respetan, la conciencia se encarga de recuperar el tiempo perdido.

Estos tiempos de la conciencia son los que marcan y definen la permanencia de una persona en la Obra, no otra razón.  

Uno soporta la coacción posiblemente porque no encuentra las herramientas para, en conciencia, oponerse a semejante abuso. Es la debilidad de la propia conciencia la que impide retomar el dominio de la propia vida.

Por eso uno puede estar cinco años o treinta, y sin embargo, vivirlos con la misma intensidad, más allá del número. Por la misma razón, uno no puede decidir irse “antes de tiempo”, porque en esos momentos supone actuar contra la propia conciencia. 

Uno permanece o se marcha según sea la percepción que de la Obra tenga la propia conciencia.

Si es “obra de Dios’, es una cosa, pero si es “obra de Escrivá” es otra muy distinta para la conciencia. Si Escrivá tuvo una revelación de Dios que la Iglesia aprueba explícita y puntualmente, es una cosa, pero si Escrivá no tuvo esa revelación o la Iglesia no puede dar su respaldo dogmático a esa reivindicación de Escrivá, es otra cosa, extremadamente distinta, escandalosa para la conciencia, porque supone que la Obra se construyó a partir de una gran mentira, usando a la Fe para ello. 

Por eso la Obra busca someter y controlar la conciencia de sus miembros, de manera tal que sea la Obra quien piense por ellos, y lo que es peor, “discierna” por ellos, usando la autoridad de Dios, poniéndose en el lugar de Dios.

Lo cual es terrible, más aún cuando las cosas que hace son incompatibles con la caridad, como es la instrumentalización de las personas para fines corporativos. Y todo esto, “en nombre de Dios”.

*** 

No pocos han resuelto el tema de su conciencia echándose la culpa y poniendo toda la bondad en la Obra. Han pagado un alto costo, pero lo que es peor, no saben que no han resuelto el tema, lo han estirado en el tiempo.

Es terrible pensar que alguien “apueste” por segunda vez a la Obra. Y una explicación posible es que en conciencia crea que no puede hacer otra cosa. 

Pero el problema real es si lo que no puede hacer es discernir, más que dejar de apostar por la Obra. El problema es anterior a lo que se cree. Y no puede discernir porque aquello sobre lo que necesita discernir fue declarado “palabra de Dios”, por lo cual pensar en la posibilidad de discernir es comenzar a cuestionar directamente a Dios.

Para discernir, en esos momentos, parecería necesario “volverse ateo”, porque es la única posibilidad de recuperar la propia conciencia sin transgredir un principio explícito, como es la Voluntad de Dios. Me puedo permitir discernir en la medida en que Dios no exista o al menos se vuelva distante.

*** 

Por eso le encuentro sentido, aunque me impacte, cómo algunos pueden llegar a pensar que cuestionar seriamente a la Obra comporte un alto riesgo para la propia “salvación” ("es ir contra Dios") y, en cambio, no les parece nada riesgoso darle un apoyo incondicional a la Obra, como si apoyar a esa institución no supusiera responsabilidades sino la seguridad de quien "obedeciendo no se equivoca nunca".

Es esta una resaca de la perniciosa formación de la Obra, que pretende la "absolución colectiva" de la responsabilidad individual.  

Claramente quien vivió toda su vida delegando su conciencia en la Obra, si abandona la Obra deberá asumir toda la responsabilidad no asumida durante años, tal vez un peso insoportable. Por eso algunos prefieren no irse del todo y quedar como “amigos” con la Obra, para no cargar con el pasado.

 

La tranquilidad de conciencia 

En la Obra la tranquilidad de conciencia provenía de la obediencia. Pero esto implicaba la “entrega” del discernimiento.

Irse de la Obra supone, por lo general, una ruptura muy grande y todos quieren asegurarse la tranquilad de su conciencia –es natural-, para vivir en paz. Tener un respaldo moral de haber actuado bien. El tema es el precio y el modo de obtener esa tranquilidad. 

Como la Iglesia no ha intervenido hasta ahora -y además aparece como una instancia muy distante para un problema tan personal como es la salida de la Obra-, el respaldo moral más próximo para la propia conciencia está en la misma Obra –aunque parezca una paradoja- o en uno mismo y en la ayuda que uno decida a buscar.

Algunos acuden a la Obra –nuevamente- para confirmar que han hecho bien, o lo que es lo mismo, confirmar que la salida tiene la aprobación de la Obra. Esos son los que quedan en contacto, amigos de la Obra, y la defienden a muerte, pues en última instancia la Obra es para ellos su garantía moral, el respaldo frente a sus conciencias de que actuaron bien. Resuelven el problema atándose nuevamente a la Obra, reubicándose dentro del mismo mapa. 

Este nuevo acto de obediencia se lleva a cabo por medio de un reconocimiento voluntario de la culpa y por un reconocimiento de la bondad de la Obra. De esta manera el “quiebre” queda “restaurado” y la relación con la Obra permanece, se sigue “en comunión” y por lo tanto se salva del “abismo” anunciado por el fundador.

Otros prefieren enterrar el problema y no hablarlo nunca más. Lo conservan vivo en su interior, pero lo mantienen reprimido. Aún sin acudir a ningún medio de formación ni a ningún centro, siguen ligados a la Obra. Es su conciencia la que está atada, en lo más profundo. 

El resto intenta enfrentarse con el problema y resolverlo. Ese, creo, es uno de los sentidos más profundo de Opuslibros.

Como al salir de la Obra la conciencia se encuentra débil, no es fácil que ella se respalde en sí misma (lo que se dice actuar plenamente en conciencia). 

Creo que a Opuslibros muchos venimos a buscar ese respaldo, ya sea constatando que no se es un caso aislado como también buscando las fuerzas y las razones que no se tienen al salir de la Obra.

No son mínimos los problemas que genera la salida de la institución: ¿cómo irse de la Obra sin romper la relación con Dios? ¿cómo separar la Obra respecto de Dios, cuando tiempo atrás fueron dos conceptos que se identificaban totalmente? ¿cómo seguir creyendo?  

Algunos logran elaborar el divorcio. Otros directamente no pueden disolver el vínculo y entonces, o bien siguen ligados a la Obra por Dios (para seguir creyendo), o bien rechazan en bloque a la Obra y a Dios.

Todas las posturas tienen su explicación, que se encuentra en la conciencia de cada uno, la cual es inaccesible a los demás. Es un asunto personal averiguarla. 

En el tema de la conciencia y la Obra, o uno va a fondo o uno se queda atrapado en algún lugar profundo de la propia intimidad.

No es suficiente con “romper”. Es necesario un gran acto personal de discernimiento para rescatar a la propia conciencia de la esclavitud a la que la sometió la Obra.

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Publicado el Monday, 19 September 2005



 
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