Itaca :
Mi aportación al tema de las vocaciones de adolescentes, por si sirve para algo:
En los años 64-65 pasé unos meses en la administración de Monterols: era un internado de sirvientas. Aparte de las numerarias, la plantilla la componían 15-20 niñas entre los 12 y los 15 años de edad, reclutadas por los sacerdotes agregados en los pueblos de Galicia y de Castilla. Estas niñas realizaban todos los trabajos de la administración (limpiar la residencia, hacer la comida, servir las mesas...) y recibían por las tardes una clase de cultura general. Su habitación era un pequeño cubículo en el que sólo cabían la cama -sobre dos poyetes- y una silla. Estaba embaldosada toda ella, decían que por motivos de limpieza e higiene. Los armarios y las duchas estaban en el pasillo. Trabajaban como personas mayores: la encargada -real- de la cocina era una niña de 15 años que sacaba adelante la comida de los 100 residentes.
Se hacía proselitismo con ellas, claro está: “pitaban” a los 12 años y medio, a los 14 hacían la admisión y a los 15 la oblación. Después, el centro de estudios. Sí, a los 12 años y medio, habéis leído bien: era la edad permitida por la Iglesia para las postulantes, según me explicaron.
Recuerdo el caso de una sirvienta de 15 años, seria, formal, de total confianza: ya tenía hecha la oblación y sustituía a la agregada portera en sus ausencias. Su padre, emigrante, pasó por la residencia y dijo que se la quería llevar unos días al pueblo, para estar con la família. Era menor de edad, no se le podía negar. Acompañé a la niña a la estación, con la secretaria de la administración; cuando salió el tren, me dijo la numeraria:
"-La hemos perdido. -Pero porqué? -pregunté yo- volverá dentro de 15 días. -No, dentro de tres meses estará casada: su padre ha concertado el matrimonio. -Pero ¿y ella? Es numeraria auxiliar, y tiene la oblación. -Eso no vale nada; cuando se van, no vuelven.”
Por esa razón se ponían toda suerte de impedimentos para que las niñas fueran a su casa de vacaciones y se las mantenía como en un ghetto. Además, primaba el tema del ascenso social: durante mi centro de estudios, “pitó” una de las sirvientas de la casa: 15 años. Yo, que era un poco lerda, le pregunté a la directora por qué “pitaba” tan joven; ésta fue su respuesta:
-Porque después ya no las cojes. -Pero... ¿No se volverá atrás? -En su casa son seis hermanos, y ellos y sus padres duermen en la gloria (la gloria, una plataforma rodeando la chimenea con unos tubos por debajo que llevan el aire caliente; el único sitio de la casa donde en el invierno se estaba calentito) y aquí tiene calefacción y una habitación para ella sola; sabe lo que le conviene.
Unos años después, en Barcelona, se abrió una residencia para sirvientas -ya “numerarias auxiliares”- con piscina y campo de tenis; invitaban a sus amigas a pasar unas horas allá, y hacían proselitismo. Pero, dentro, seguían llevando la “bata, delantal y gorro” de la canción interna. Por si no la sabéis, era, más o menos, así:
“Con mi bata, delantal y gorro salto, trisco y corro más feliz que un rey”
Y había otra:
“Al salir una mañana con mi delantal Me encontré a una provinciana, con mi delantal, tralalalá... con mi delantal. Me llamó desarreglada, con mi delantal; yo no soy desarreglada, con mi delantal, con mi delantal. El Señor del Cielo me ama con mi delantal, y a su lado a mi me llama con mi delantal, tralalá... con mi delantal”
La bata era azul; el gorro y el delantal, blancos. Cuando servían a la mesa, el uniforme era traje negro, cofia, delantal y guantes blancos, zapatos negros. La cubertería y las bandejas eran de plata Meneses: costaba horas limpiarlas, sobre todo si se habían servido huevos. Pero todo fuera por los “señoritos”...
Anna
Publicado el Monday, 19 September 2005
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