Bienvenido a Opuslibros
Inicio - Buscar - Envíos - Temas - Enlaces - Tu cuenta - Libros silenciados - Documentos Internos

     Opuslibros
¡Gracias a Dios, nos fuimos
Ir a la web 'clásica'

· FAQ
· Quienes somos
· La trampa de la vocación
· Contacta con nosotros si...
· Si quieres ayudar económicamente...
· Política de cookies

     Ayuda a Opuslibros

Si quieres colaborar económicamente para el mantenimiento de Opuslibros, puedes hacerlo

desde aquí


     Cookies
Utilizamos cookies propias y de terceros para obtener datos estadísticos de la navegación de nuestros usuarios y mejorar nuestros servicios. Si continúa navegando, consideramos que acepta su uso. Puede obtener más información aquí

     Principal
· Home
· Archivo por fecha
· Buscar
· Enlaces Web
· Envíos (para publicar)
· Login/Logout
· Ver por Temas

     Login
Nickname

Password

Registrate aquí. De forma anónima puedes leerlo todo. Para enviar escritos o correos para publicar, debes registrarte con un apodo, con tus iniciales o con tu nombre.

     Webs amigas

Opus-Info

NOPUS DEI (USA)

ODAN (USA)

Blog de Ana Azanza

Blog de Maripaz

OpusLibre-Français

OpusFrei-Deutsch


 Tus escritos: Thomas Cook y las mujeres.- Thomas Cook

075. Afectividad, amistad, sexualidad
Thomas_Cook :

Si algo se me hacía raro durante mi paso por el Opus Dei era el trato con las mujeres. Ante ninguna me quedaba indiferente. Cada vez que hablaba con alguna que no fuera mi familiar, o me ponía muy nervioso, o perdía la voz, o enrojecía, o tenía la sensación de estar haciendo algo prohibido y me sentía muy mal o, si sabía que la otra era de la Obra, se me ablandaba el corazón y pensaba que estaba ante una de esas burritas que "tiran del carro en la misma dirección" que yo aunque no nos viéramos. Y eso que en el mundo hay más mujeres que hombres pero, si me pongo a recordar, hubo años al principio de mi vocación en los que como mucho la única mujer con la que intercambiaba de vez en cuando alguna frase era mi hermana y era para decirle cosas como "no, hoy tampoco voy a cenar" o "lo siento, no te acompaño al cine". En fin, jamás le expliqué que los numerarios no van al cine "porque tienen mejores cosas que hacer". Se hubiera muerto del susto.

Durante aquellos años, cuando era adscrito de un centro de San Rafael, vivía en un entorno libre de mujeres. En el colegio, de Fomento, como mucho había una mujer que atendía el teléfono. Pero es que, claro, en el centro al que iba a estudiar por la tarde ni eso y a casa no iba casi ni a dormir y por ello no veía ni a las amigas de mi hermana ni a las hijas de las vecinas. Y así me fui acostumbrando a no tener nada que ver con las mujeres y crecía en cierto modo feliz, mientras los medios de formación de la Obra tan sólo me llevaban a sacar un propósito: huye y no mires atrás.

En las charlas de formación, meditaciones y los círculos oías las historias de cómo nuestro Padre tiró a la alcantarilla las llaves de un piso que le habían dejado como refugio durante la guerra después de que se enterara de que en él vivía una mujer. O el santo -lo siento es de madrugada y no me acuerdo del nombre- que se tiró en momentos de tentación a una zarza. O te repetían la historia megagaláctica de aquel agregado que tuvo "la valentía de huir" y que a una que se le insinuó le contestó tan educadamente "a las 'pencas' las elijo yo". O cuando el fundador mandó poner en el pedestal de la imagen de Sancta Maria Mater Pulchrae Dilectionis en Villa Tevere una vela eterna con una placa en la que aparecía la fecha en la que alguien había perdido la vocación por un tema de pureza.

Mientras, aprendía a ir por la calle y "cuidar la vista" (anda que la frase se las trae), aunque de vez en cuando iba a la charla fraterna y contaba cosas como que en el autobús le había visto la nuca a una chica y me recomendaban que le rezara jaculatorias a la Madre del Amor Hermoso. Y recibía consejos como el de, cada vez que veía a una tía que molaba, pensar que también tiene ventosidades y defeca sentada (utilizo tecnicismos, que queda más fino).

En fin, no quiero decir que todas estas cosas no sean necesarias para alguien que ha entregado las famosas cinco "c" -la cabeza, el corazón, la cartera y los c...-, pero es que en ocasiones muchas de esas historias me parecían eso, galácticas, de otro mundo. Y menos mal que no tenía la costumbre de ir por la calle con mi hermana, que yo estaba dispuesto también a que no se nos viera juntos para evitar que alguien se pensara que me había echado novia y sembrar con ello el escándalo. Por cierto, que una vez me saludó por la calle y el numerario que me acompañaba se creyó que era una conquista mía y noté la preocupación en sus ojos al preguntarme quién era "la niña". En fin, con todo, el ambiente cole de Fomento y club de chicos era una burbuja tranquila que te ayudaba a vivir sin tensión porque había pocas mujeres de las que huir, pocas santas de la que separarse con pared de cal y canto. Todas estaban ya en cierto modo al otro lado del muro.

Aunque bueno, fastidiaba un poco el que, mientras que no podías ni soñar con coger de la mano a una chica, sobre todo en el colegio siempre había algún que otro cabroncete que cuando se enteraba de que eras del Opus y encima célibe hacía todo lo posible para que te sintieras incómodo. Y en eso venía uno y sólo para fastidiar me decía que tenía una chica que presentarme. Me cabreaba mucho. Y el tío seguía picándote y preguntándote si ya habías tenido tu primera vez y te contaba entonces el chiste ese barato de "en qué se parecen un arbol de navidad y un numerario?" (en que los dos tienen las bolas de adorno). Claro, tú o te metías con su madre, le decías que era un hijo de "penca" y acabas en las manos, o te ponías plan superhéroe, rezabas un "Bendita sea tu pureza" para desagraviar y le decías que una persona normal tiene el sexo como tema noveno o décimo de conversación y no como primero y que alguien que actuaba así era un enfermo mental y tenía que ir a confesarse. Total, que el tío o los tíos acababan siempre muertos de la risa e iban contando la escena por ahí hasta la saciedad, y mientras tú rojo y jodido del cabreo. Pero lo dicho, dentro de lo que cabe, por aquel entonces todo iba bien.

Las complicaciones llegaron cuando me fui a la universidad. Y es que podía haber estudiado muchas cosas, pero justo me metí en Letras, y ahí no había quien me salvara. Chicas y chicas por todos lados. Y además era en un país en el que todo lo que tenía que ver con España o con lo latino estaba muy de moda. Llegabas a la uni, te identificaban como hispanohablante y a tu alrededor tenías enseguida un grupito de chicas rubias que quería quedar contigo para practicar su español. La verdad es que dentro de lo que cabe tuve suerte, porque no era ni cubano, ni brasileño, ni argentino. Esos sí que estaban cotizados. Sí alguna chica te oía hablar en español en la entrada de clase se solía repetir una conversación similar:

- Hola, te he visto en clase. De dónde eres? Eres argentino o chileno?
- No, no, qué va, soy español. (En ese momento, la verdad es que notabas cómo perdías prestigio).
- Ah, ya, sí! España, me encanta España -contestaba ella. He estado mil veces en Barcelona. Me encanta la Barceloneta, el Gótico... Eres catalán, madrileño...?
- No, no, qué va, de Albacete. (La chica te ponía ya cara rara)
- Y eso qué es?
- No lo conoces, el Harvard de La Mancha?

Y bueno, llegado a este punto, por suerte, ya habías perdido casi todo el atractivo, no les parecías exótico, aunque seguías existiendo y las chicas rubias seguían saludándote y cuando te veían hablando con un colega venían, se metían en la conversación y te preguntaban que por qué no quedábamos y eso. La verdad es que no sé cómo me las arreglé durante toda la carrera para no quedar con ninguna sin pronunciar nunca un rotundo "no, no quiero".

Aunque bueno mi caso no era ni mucho menos el peor, pues sabía por ejemplo de numerarios latinos que hacían verdaderos malabarismos cuando les venían a pedirles clases para bailar Salsa. Y por ahí te encontrabas además a gente muy ingeniosa. Me acuerdo de otro numerario que durante un viaje de trabajo recayó en un hotel y tenía muchísimas ganas de utilizar la sauna. Para evitar que entrara una mujer y se desnudara, colgaba en la puerta un papel en el que ponía "No entrar, la sauna está siendo desinfectada". O mejor: "Hoy, sauna para hombres". En fin, yo como mucho llegaba a mentir en el número de teléfono.

Recuerdo el primer día de clase. Se sentó a mi lado una chica, también española, de Sanse, que tenía una habitación libre en su piso de estudiante. Estuvo un buen rato intentando convencerme de que se la alquilara y trató de darme un buen número de buenas razones para dejar de vivir en una residencia de estudiantes. Total, que ese mismo día me tocaba la charla y cuando me preguntaron qué tal mi primer día de universidad, voy y suelto: "Genial, lo que pasa es que está todo lleno de chicas y a mi lado se ha sentado una que incluso ha tratado de convencerme de que me vaya a vivir con ella". Bueno, el otro me dijo que en mi carrera tenía que acostumbrarme a esas cosas, que lo contara y nada, a salir adelante. La cuestión es que a los pocos minutos el tío con el que hacía la charla vino y me dijo en nombre del director que dejara de ir a ese curso. Era una petición un tanto incumplible, pues hubiera implicado cambiar de carrera y, por lo pronto, no hacer nada ese año. "Entonces, cada vez que hables más de un minuto con una chica vienes inmediatamente y me lo cuentas. Lo oyes, un minuto. Tenemos que hacer todo para proteger nuestra vocación", dijo.

Uuuuuuufffff! Aquella petición sí que se me hizo cuesta arriba. Después de aquella reacción, ya en mi primer día de carrera, me veía que a los pocos meses me pedirían que regresara a mi región de origen o me enviaban a comenzar la labor a un país árabe en el que las mujeres vayan tapadas, porque había que "hacer todo para proteger nuestra vocación". En fin, tal vez el no cumplir el consejo de acudir al director cada vez que hablaba con una chica más de un minuto -algo que pasaba a diario- fue uno de los factores que provocaron mi renuncia a la vida de numerario. Lo reconozco.

Pero bueno, la verdad es que me las ingenié como pude durante años para no quedar nunca a solas con chica, aunque siempre había momentos en los que acababas tomando un café con alguna en un pasillo o en la cafetería de la facultad. Y en ocasiones, aunque estabas algo nervioso porque hablar con una chica no te resultaba nada natural, te veías a otro de tu centro en una situación similar y te venía más bien un sentimiento de "me han pillado", que seguro era compartido por el colega. Pero había como una especie de pacto de silencio no expresado, que funcionaba y nadie se enteraba.

Pese a todo con el tiempo empezó a gustarme lo de provocar a la gente del centro con declaradas sobre mujeres. Por ejemplo, me acuerdo de una vez en la que surgió con dos tíos más una conversación pirata en la sala de estudio. Un numerario dijo que antes de ser de la Obra soñaba con fundar una familia y tener muchos hijos y me preguntó si yo también.

- Pues la verdad es que no. Sólo pensaba con tener muchas mujeres -contesté.

Me cayó una corrección fraterna que no veas.

Otra me cayó también cuando una vez estaba leyendo el periódico, uno me preguntó si había visto aquel artículo tan interesante sobre el vuelo intuitivo de los pájaros y yo dije que no, que sólo me había fijado en la chica del anuncio de Toyota en la página tres.

Pero bueno, en el centro no era el único que tenía puntazos de esos. Recuerdo cuando instalamos la antena a parabólica y empezamos a ver CNN para mejorar nuestro inglés. El domingo por la noche emitían el Sport Report, con Saxon Baines. Y se ve que a dos residentes les gustó la chica o el nombre y empezaron a decirse el uno al otro bastante a menudo "Saxon Baines", sin más. Total, que la gracia les duró un par de semanas. Fue cortada de seco por otro numerario, aunque más tarde ellos encontraron otra manera de decirse "Saxon Baines". Tan sólo se miraban a los ojos, ponían cara de sorpresa y ellos sabían lo que se querían decir con ello. Creo que en "De Espiritu" no pone nada sobre los gestos faciales.

Otra cosa que pasaba era que cuando teníamos alguna conferencia o ronda de discusión en el centro y la ponente era una mujer, parecía como si todos la encontraran genial y se hablaba de ella durante cuatro o cinco días. Te hacían preguntas como "Y no te parecía elegante?" o "No crees que se conserva bien pese a sus cuarentaytantos?". En fin, te dabas cuenta de que no eras el único al que le resultaba poco natural sentarse a hablar con una mujer con buena pinta.

Pero con todo, lo que más me asombraba y fascinaba en torno a la temática de las mujeres es que hubiera mujeres en la Obra. Pensaba en mundos paralelos que actuaban de manera similar sin que se les permitiera ningún contacto. Y tal vez esa separación institucional me llevó a que las mujeres del Opus Dei se convirtieran para mí en una especie de seres ideales, cargados de virtud, ciencia y belleza. No sé si será verdad, aunque para mí siguen siendo un mito. En fin, permitidme que reflexione sobre la otra sección en otra ocasión.

La verdad es que años después de dejar la Obra me doy cuenta de que todavía no me acostumbro al trato con las mujeres, y eso que he mejorado un montón. Cuando empecé a trabajar, me sentía como un pulpo en un garaje al estar todo el día en la oficina rodeado de mujeres jóvenes. Y la cuestión es que ellas se daban cuenta. Una llegó a decirme que le parecía muy raro que no mirara a las mujeres a la cara cuando hablábamos. Aquella apreciación y otras relativas a mis rarezas adquiridas llevaron a que le confesara mi pasado célibe, algo a lo que siguieron noches y noches de terapia con alcohol y más alcohol. Acabó siendo mi primera amiga, y también la mejor. En aquellos primeros meses, ya era de por sí toda una experiencia cuando una chica me cogía del brazo cuando íbamos por la calle. Menos mal que he mejorado en ese sentido y ya me he dado cuenta de que las mujeres no muerden, porque si no no estaría escribiendo esto: Me hubiera muerto ya del infarto.

Espero que después de leer toda esta colección de anécdotas y comentarios personales no penseis que soy un tío raro o carne de psiquiatra, pero os juro que pese a lo pintoresco y cómico del asunto, el relato se corresponde con la realidad. Espero que alguno de vosotros haya compartido algo similar. Pedía todos los días a Dios que me ayudara a vivir la Santa Pureza que, estaba convencido, era un "sí gozoso". Pero sea como fuere, el trato con el otro sexo era para mí algo forzadísimo. No sé si tendrá que ver con la condición de numerario en sí o con la de numerario que ha pasado su infancia y adolescencia en un cole de chicos, tal como me decía otro de la Obra, uno al que en la universidad invitaban a bailar Tango. En fin, con todo, pese a que podría escribir un libro con el título "Thomas Cook y las mujeres", estoy feliz de que ya no me den taquicardias cuando alguna me toma del brazo.


Publicado el Monday, 19 January 2004



 
     Enlaces Relacionados
· Más Acerca de 075. Afectividad, amistad, sexualidad


Noticia más leída sobre 075. Afectividad, amistad, sexualidad:
La seducción de los adolescentes.- Spiderman


     Opciones

 Versión imprimible  Versión imprimible

 Respuestas y referencias a este artículo






Web site powered by PHP-Nuke

All logos and trademarks in this site are property of their respective owner. The comments are property of their posters, all the rest by me

Web site engine code is Copyright © 2003 by PHP-Nuke. All Rights Reserved. PHP-Nuke is Free Software released under the GNU/GPL license.
Página Generada en: 0.186 Segundos