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 Recortes de prensa: TODAS A SERVIR.- Ángel

100. Aspectos sociológicos
Ángel :

QUERIDOS OREJAS:
 Aquí se expresa con toda crudeza la visión que tiene de la mujer el Opus Dei. Daría pena o risa, sino fuese indignante. El texto no necesita comentarios, habla por si solo.
 
Ángel
 
Aprendiendo a callar y a cocinar
Carolina Rojas/La Nación, Chile*
Y no olvide su cumpleaños... (Foto: Gettyimages.com).
 
Estar convencida de que el hombre manda y ser niñita “bien” son los requisitos para ingresar a la carrera Administración y Servicio de la Universidad de Los Andes, en Chile. Aquí se aprende lavandería, protocolo y otros ramos con que las alumnas egresan eruditas en el arte de servir. El futuro laboral es entrar a una empresa o, más que seguro, terminar como esposa con garantía certificada incluida.

Anita tiene 24 años y va en cuarto año de la carrera de Administración y Servicio que se imparte en la Universidad de Los Andes. Ella viene del colegio Huelén. Usa el pelo largo y aritos de perla como la mayoría de sus compañeras de estilo prudente. Solícita, aunque siempre apurada, cuenta de qué se trata la carrera que tiene una duración de cinco años y las razones de por qué es sólo para mujeres.

Anita cree fehacientemente que el verdadero talento del género femenino es dedicarse al sexo opuesto ya que posee cualidades que el hombre carece: “El servicio es una virtud de la mujer. Una se preocupa de los detalles, el hombre en cambio siempre anda pensando en las cosas macro. Al contrario de la mujer, que es mucho más detallista y copuchenta, que le gusta la cosita chica, que igual son cosas importantes y las necesitas para hilar en una empresa y después formar algo grande”, dice refiriéndose a la labor de las egresadas en una empresa.

Anita defiende su carrera con orgullo, por los conocimientos que ésta le brinda ya que inculca la idea de que no hay lugar para la pereza: “Para mí lo más importante es que me enseñan a ser una súper mujer, súper woman o súper nana, como nos dicen en la universidad. De todas formas nos adoran, porque nos fijamos en cosas que el resto no se fija: la casa, la cocina, la pieza, en el orden, en cómo organizar el tiempo, y en tu relación con los demás; saber callar cuando tienes que callarte”, enumera.

Sobre las burlas de sus compañeros de universidad, cuenta que le da lo mismo: “Ellos (alumnos de ingeniería) nos encuentran exquisitas porque somos súper femeninas, nos preocupamos de nuestra apariencia física, de cultivarnos intelectualmente, espiritualmente, y eso hace el medio más bonito”.

Uno de sus ramos favoritos fue lavandería, clase en la que ella y sus compañeras aprendieron cosas imprescindibles como: ¿de qué está compuesto el detergente y cuál es su función? o ¿de dónde vienen los tipos de tintura de la ropa? En otra asignatura, de decoración, las chicas aprenden sobre color, textura del amoblado, su distribución y de cómo aprovechar los espacios.

Ante todos estos conocimientos, Anita reconoce que las alumnas de la carrera son apetecidas por el sexo opuesto y que son objeto de admiración y envidia porque son el “ideal de mujer”. Y es que ella tiene una teoría sobre su arrastre entre los machos: “El hombre siempre busca una mamá, busca una mujer, a una compañera, una amiga”.

Pero las estudiantes no sólo destacan en labores domésticas, su interés por la caridad, inculcado desde la universidad, las empuja a trabajar por los más pobres: “Las niñas son súper aperradas con los proyectos de la universidad. Yo voy por ejemplo a San Bernardo, voy a poblaciones complicadas, tomo micro y a veces tren, y muchas de mis compañeras hacen lo mismo”, explica.

Como varias de sus compañeras, aunque no pertenezca a la “Obra”, como llaman al Opus Dei sus asociados, Anita señala que toda su vida ha estado en colegios del Opus y cree que para querer o entender la congregación hay que conocerla.

Conexión Opus Dei

Pese a que la mayoría de las alumnas entrevistadas por La Nación del Domingo reconocen que ingresan a la carrera de Administración y Servicio “sin tener idea de qué se trata”, desde que ésta fue creada por la Universidad de Los Andes, en 1993, han egresado siete generaciones de chicas expertas en labores del mundo doméstico y cerca de 45 estudiantes se matriculan anualmente para adquirir las herramientas y actitudes que se espera de ellas en un mundo conservador, que privilegia el profesionalismo casero.

Y eso que el arancel no es precisamente barato: $220 mil pesos (US$ 380) la matrícula y un costo anual de 150 UF (más de $2.580.000 = US$4.450).

Sobre la prohibición del ingreso de hombres a la carrera, su directora, María Isabel Jottar, explica que se basa en el interés por potenciar las cualidades de las féminas que sirven tanto para la empresa como el hogar: su capacidad y sensibilidad para servir, de hacerse cargo de lo concreto, de fijarse en los detalles y su disposición a adaptarse a las necesidades del otro.

“Esas características, propias de la mujer, serían muy aplicables a la administración de servicios dentro de las empresas”, señala. “Quisimos potenciar lo propiamente femenino y aplicarlo para llevarlo al mundo de la organización. La idea es profesionalizar la gestión de servicio y humanizarlo dentro de las empresas”.

A la periodista María Olivia Monckeberg, autora de El imperio del Opus Dei en Chile, una de las cosas que más le llama la atención de la carrera –que sólo se imparte en la Universidad de Los Andes– es el hecho de que prepara a las mujeres en cosas básicas y el servir, ambos puntales del rol de la mujer en la estructura jerárquica del Opus Dei, pues su tarea substancial es saber administrar casas y casonas. Monckeberg explica que las mujeres de la “Obra” han adquirido destreza lógica sobre lo que ellas llaman el “trabajo bien hecho”.

Tienen que llevar una casa, sí, pero ese hogar debe funcionar como una empresa eficiente. Al respecto, la periodista cuenta que en una de las ocasiones en que entró a las casas del Opus Dei, lo que más le llamó la atención fue el estado de pulcritud de ollas y pisos, que, más que limpios estaban lustrados, cuenta. “Baterías de cocina del año 50 ó 60 parecían nuevas. Ya en cierto modo es un campo en el Opus Dei, las mujeres se han relacionado con la administración de sus casas”.

Aprenden a economizar en la cocina, y eso les gusta, cuenta una de las alumnas de Administración y Servicio. “No todos tienen los recursos económicos para salir adelante, ni la misma suerte y de todos modos el dinero es la base de la felicidad, entonces uno optimiza todos los recursos, un espíritu de servicio que parte en la casa”.

Las estudiantes también señalan que los ramos prácticos, como cocina, son un verdadero aporte. Definen a la fémina como carismática y sensible y que por eso tiene mejor relación con las personas. Una de las entrevistadas se refiere a las ventajas de estudiar administración de servicio. “En el minuto que tenga cualquier problema como dueña de casa, estoy preparada para solucionarlo, el ramo de contabilidad puede servir para llevar las cuentas de la casa”, dice seria.

A Trinidad, otra alumna, no le molesta que digan que ser servicial sea inherente a su género porque encuentra que es una virtud. “La mujer puede saber mucho más sobre las apremios de la empresa, porque capta mucho más lo que necesita la gente que está trabajando, el hombre es como más frío”.

El valle de las muñecas

Francisca comenta que la asignatura Legislación sanitaria es uno de los ramos que le ha servido para la vida cotidiana: “Le cuento a mi mamá lo que me enseñan y ella lo lleva a cabo en la casa, la cocina y la decoración, y economía, porque ahora leo el diario, sé más cosas que antes. En Cocina aprendí mucho y, por ende, ahora cocino mucho más, me preocupo de temas como la limpieza y la higiene, temas que en general una no sabía”.

Comenta que lo que más le agrada es la idea de un futuro con muchos hijos y que lo bueno de esta carrera es que no le impedirá complementar la vida de mamá con un trabajo. “Que uno esté en la casa, para cuidar a los hijos a los hombre les gusta, en mi caso podré adecuar esta labor con un trabajo”, dice.

Al igual que Francisca, su compañera Loreto se sirve de los conocimientos académicos para aplicarlos en casa. “Por ejemplo, uno aprende que un alimento no puede estar más de cuatro horas fuera del refrigerador –ahora veo la leche fuera del refrigerador y me da ataque– o se conoce el tiempo que se demora en enfriar una comida. Uno aprende a aprovechar los recursos monetarios, el tiempo, y los ingredientes, todo se usa bien”.

Verónica salió del colegio Los Andes. Ella cuenta que entre las chicas del curso hay cosas comunes: son concienzudas por el espíritu de ayuda, cooperadoras. Cuenta que no le molesta que se le inculque como a una mujer servil, al contrario cree que es un atributo de la mujer. Señala que prefiere esta carrera a Ingeniería Comercial, porque la mujer es más sensible, y a los hombres es a quienes les va mejor con los números.

Agrega que, incluso, debido a que ambos sexos han acortado sus diferencias de acceso a labores profesionales similares, es óptimo que salgan jóvenes de una carrera que explota la veta de lo que es “ser mujer”. “Yo tengo cinco hermanos hombres y están fascinados con mi carrera, creen que todas las mujeres debieran estudiar lo mismo, compatible para una dueña de casa y tener familia”, explica Verónica, quien está feliz ya que desde que está en la universidad tiene las herramientas para funcionar en la casa y más encima ser eficiente. A ella tampoco le molestan las bromas de sus compañeros de la universidad, pues comenta que no está estudiando esto por no quedarse en la casa, como dice la gente. Sus familiares están felices con lo que ella estudia porque nunca le interesaron las matemáticas.

En mi caso, por salvar y salvarme o aprender a quedarme callada cuando debo... me matriculo el próximo año.



Publicado el Monday, 05 September 2005



 
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