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 Abre los ojos. Para Cristina Castillo.- Carmen Charo

105. Psiquiatría: problemas y praxis
Carmen Charo :

Cristina Castillo, ¡bendita casualidad y bendito accidente el que te ha traído a esta web maravillosa! A ver si Dios va a hacer contigo como con San Pablo, y te caes del caballo y se te abren los ojos!
Para ser periodista creo que te hace falta una poco de aire libre que te permita ser algo más objetiva.
Soy Carmen Charo Pérez de San Román Setién, y no sabes lo que me gusta decirlo, así todo completo. Es un terapia maravillosa. Tengo la infinita fortuna de poder dar la cara y contarte mi experiencia en la Clínica Universitaria, donde estuve ingresada, en la 4ª Planta (con mucho orgullo) desde el 2 de septiembre al 26 de octubre de 1988...


Primero te diré que sí puedo contar cosas positivas de la clínica, entre ellas que a una amiga mía le salvaron la vida estando desahuciada por un cáncer. Y sé que como este caso, hay muchos.
En esta especialidad se trabaja muy bien, en otras es corrientilla o por lo menos, como en otro hospitales, y en psiquiatría me parece que el trabajo es pésimo y creo que hasta destructivo.
De la clínica atrae sobretodo el trato humano, buen anzuelo de pescador. Que si es eso, anzuelo, no sirve para santificar sino para engordar la institución, cosa muy distinta. Pero, cada quien sabe cuales son las motivaciones de su actuar diario.
En la clínica hay, como en la obra, muchas cosas oscuras. Y me extraña que siendo periodista vayas con anteojeras. Por ejemplo sé, de buena tinta, que se compran aparatos sofisticadísimos y carísimos para tenerlos aparcados, pero que cumplen su función al poder justificar dineros o subvenciones. Raro amor y mucha complicación, ¿no?
 
Pero de lo que sí te puedo hablar es de mi experiencia en la planta de psiquiatría, y esta vez no me voy a callar nombres y voy a aprovechar la oportunidad que tú y esta ventana me brindan para hacerlo (aunque no lo creas cada día leen esta web miles de personas)
 
Desde luego la 4ª planta no fue para mi como un campo de concentación, en el sentido de que el trato fue amable, se podía entrar y salir aunque con controles, todo estaba muy limpio y no tengo mal recuerdo de la comida...Cuando yo estuve ingresada el jefe del Departamento era el Dr. Cervera, hoy jubilado.
A mi me trató la Dra Pilar Gual -agregada del Opus Dei-, durante cinco años en la consulta externa, y también mientras estuve ingresada en la clínica. Si me hubiese fiado de ella, hoy estaría muerta o tendría la misma iniciativa que un trapo de quitar el polvo.
Me parece muy fuerte decir esto, pero así vivo mi realidad. Ella en cinco años se limitó a darme pastillas y a hacerme creer que estaba enferma de forma crónica. No sé si alimentó en mi la inseguridad, el miedo, el apocamiento, la depresión... pero lo que si puedo decir es que no hizo nada por ayudarme a salir de ahí, a descubrir las causas de ello, a dar cauce a mis frustraciones, a mis ansias de libertad, de realización personal, a mi autoestima...
Me parece que su modo de proceder es inmoral (ya se lo dije a ella en una carta) y ausente de toda profesionalidad.
Para ahorrarles a todos repeticiones, te invito a leer mi testimonio, y el apartado de la clínica.
Hoy puedo decir que no estoy loca, ni soy una esquizofrénica, ni tampoco soy una psicótica maniaco depresiva, aunque se pueda ser una persona maravillosa y hace falta un don de Dios inmenso para convivir con cualquier enfermedad de estas. Me gustaría que esto le llegara a la Dra. Gual, aunque creo que ya no trabaja en la Clínica, (quizá explotó su conciencia). Ella siempre me dejó la sensación de que estaba mal, de que lo mío era algo crónico y mi depresión iba a ir conmigo hasta la tumba.
lejos de eso, soy una mujer profundamente vital, alegre, apasionada por todo, pero razonable y equilibrada, que hace 15 años que no ve una pastilla. Llevo casada 10 años y mi marido puede corroborar todo lo que digo.
 
Lo que yo quiero denunciar del  trabajo de estos psiquiatras, y de otros de la obra -por los testimonios de esta web- es que tratan la crisis vocacional como si fuera una enfermedad, la alimentan, y contribuyen a que las personas se vayan poco a poco convirtiendo en guiñapos humanos, carentes de seguridad y personalidad propias. Y de esto, no quito ni un acento.
 
Tengo buen recuerdo de la estancia en la clínica por sentirme más libre que en el centro. Creo que la medicación por las noches era totalmente excesiva de forma que por las mañanas no recordaba cuando y cómo me había acostado. En las terapias de grupo (a través de la música y la pintura) sorpresivamente dirigidas por una enfermera que no era de la obra, yo di infinidad de pistas de mi preocupación y mis inquietudes, y la Dra. Gual no se hizo eco jamás.
Coincidí con otras tres numerarias (dos de ellas en la misma situación que yo, más con dudas de vocación y espíritu crítico acerca de la obra, que con una enfermedad mental) y un sacerdote numerario, al que vi, con estos ojos que se comerá la tierra, encerrado entre dos puertas de cristal en medio del pasillo, y en pijama para que no se escapara.
Todo esto te lo puedes creer o no, pero es así.
Conservo las cartas que le escribí en varias ocasiones a la Dra Gual, y de las que nunca recibí respuesta.
Tardé años en perder la sensación de estar mal psicológicamente y para siempre. Yo dejé la obra en julio de 1989. Y hasta finales de 1995 no caí en la cuenta de ello. Entonces escribí a la clínica y les pedí mi historia clínica. Casi me temblaba la mano al abrir el sobre, pensando en leer algo terrible. Sólo me hablaba de síntomas de depresión. Os la transcribo porque no tengo secretos y en ella se plasma mi denuncia.
Por cierto, que de esta carta tampoco obtuve respuesta, como era de esperar.
Cristina, como mi caso hay miles. Y de esos miles, muchos han acabado en la tumba. A mi no me hace falta que me creas. Cuando quieras o puedas, abres los ojos y ves, sin más.
Un fuerte abrazo para todos, y bienvenido a LuisSk.
Carmen Charo
 

 

CLINICA UNIVERSITARIA DE NAVARRA

DEPARTAMENTO DE PSIQUIATRIA Y PSICOLOGIA CLINICA

Dra. PILAR GUAL.

 

 

 

                                                           Vitoria, 29 de Enero de 1.996.

 

 

                        Estimada Dra. Gual:

 

            Hace unos días he recibido mi historia clínica, que solicité a primeros de Diciembre de 1.995. Quisiera hacerle algunos comentarios y pedirle que me aclarara algunas dudas.

            Tengo idea de que la última vez que fui a la consulta con usted fue en la primera mitad del año 1.989 y no 1.990. Desde entonces han pasado casi 7 años. Mi vida ha cambiado totalmente. Dejé el Opus Dei. Volvi a mi tierra con mi familia. Estos años han sido muy duros por lo que supone cortar con una vida y empezar otra con 32 años. Con la perspectiva que da el paso del tiempo y la estabilidad recuperada, quiero decirle unas cuantas cosas como exigencia de conciencia. Me gustaría que las pensara y que sacara experiencia para otros pacientes. No espero contestación ya que cuando usted me atendía personalmente como médico nunca recibí respuesta a mis cartas, aunque sigo teniendo copia de cada una.

            Esperaba con cierta incertidumbre la historia clínica, y la recibí con grata sorpresa. Lo que ahora veo yo claramente que me pasaba, ustedes lo veían en 1.984. Me asombra que usted no haya hecho absolutamente nada por ayudarme a poner luz y equilibrio en mi vida en 5 años que fui a su consulta.

 

            Puede que en mi personalidad haya desde siempre rasgos de inseguridad, perfeccionismo e hiperresponsabilidad, que haya sido una persona pesimista y depresiva. De esto último creo que queda bien poco en mi. Lo que está claro es que yo no llegué al Opus Dei a los 15 años con el cuadro clínico de septiembre de 1.984. Más bien cultivé la inseguridad y la falta de autoestima, la responsabilidad enfermiza y el perfeccionismo hasta llegar a la rareza y la enfermedad, y de no haber cortado a tiempo eso hubiese degenerado en trastornos de conducta irreversibles. Hablando el lenguaje de la calle yo estaba llamada a terminar completamente loca.

           

Para mi entonces fue de gran ayuda el tratamiento psicofarmacológico. Pero me gustaría que me explicara en qué consistió el tratamiento psicoterápico. Yo vivía en una confusión total sobre mi identidad, mi misión en la vida, mi modo de ser, mi valía...Cuando estuve ingresada, por cierto, que usted me invitó a quedarme para descansar ya que tenía un enfado considerable y no estaba dispuesta a volver al centro del Opus Dei donde vivía. No sé si eso supone una reagudización de la sintomatología. Como decía, cuando estuve ingresada, en las sesiones de terapia de grupo en las que pintabamos y escribíamos lo que nos sugería la música, yo siempre pintaba y escribía lo mismo: El Camino, el sentido de la vida. Eso nunca tuvo repercusión en las conversaciones con usted. 

 

            Ahora desde la claridad recuperada le reprocho que usted nunca en las conversaciones personales me ayudó a aclararme, a reafirmarme personalmente. Usted ha sido una fiel servidora de la causa del Opus dei. Le pido que reflexione en conciencia como persona y como profesional médico si es primero una institución que la salud mental y la realización humana de una persona. Pero es que además no soy sólo yo. Cuando estuve ingresada, había además otras tres  numerarias, un numerario y un sacerdote numerario, al que se aisló cuando intentó entablar relación con nosotras. Por lo que hablamos entre nosotras, le puedo asegurar que el problema de cada era muy similar al mío. Hoy en día sólo tengo noticias de una de ellas. Sigue en el Opus Dei como numeraria, viviendo sola y enrarecida hasta la saciedad. Me parece que usted está colaborando en algo muy serio, más cerca del mal que da la santidad. Piense seriamente en todas las personas del Opus Dei que pasan profesionalmente por sus manos y contestese con sinceridad si no es un tanto por ciento altísimo el que sufre un desequilibrio por estar inmerso en un mundo que desestructura más que ayuda a realizarse como persona, o que por lo menos a cada una de esas personas perjudica seriamente, sea por los motivos que sean.

           

         Yo me quedo tranquila. Me he sentido en el deber de de hacerle participe de lo que yo veo con claridad meridiana. Usted  y su conciencia tienen la palabra.

 

            Sin más que comentarle.

 

            Se despide atentamente,




Publicado el Sunday, 17 July 2005



 
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