Querida Marina, me dio mucha alegría leer al día siguiente de la publicación de mi escrito tu carta en la que te veo como una “gemela” mía en el sufrimiento. A todo lo hermoso que te han dicho tantos, tan sólo quiero añadir que eres una mujer muy valiosa, de gran corazón, e inteligente. Esto viene a cuento de que en la Obra procuran, cuanto pueden, minar tu autoestima evitando comentarte lo meritorio que posees, para que así les seas dependiente; y por eso conviene escucharlo y por eso te lo digo yo: Cuando se está dentro de esa olla a presión que es el Opus Dei, si no se es inteligente es muy difícil tener unas ideas tan claras como tú las tienes; y tu metáfora sobre los frutos maduros que se desprenden del árbol de la Obra es, sencillamente, genial. No temas sobre tu futuro fuera del Opus Dei, con Dios y con tus cualidades tan sólo puede ser muy, muy, muy, bueno.

 

Querida Maravilla, aparte de lo que le digo a Marina, que puedes aplicártelo como dicho a ti, añado que posees el gran don divino de “tener una familia maravillosa que me apoya en todo”, vete a ellos, considéralos como tu única y exclusiva familia (no tienes otra, y desde luego nunca consideres a la Obra como tal) y agárrate a su cariño como un náufrago lo hace a su tabla de salvación.

 

Y las dos, Marina y Maravilla, podéis poneros en contacto conmigo cuando queráis (y sí lo queréis), para lo cual escribid a los Orejas una carta privada dirigida a mí, que después ellos me harán llegar.

 

Besos a tod@s

 

Minerva